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Los obispos acusados por Hamilton de encubrir a Karadima

Tomislav Koljatic, Juan Barros, Horacio Valenzuela y Andrés Arteaga, según sus palabras, vieron los abusos y callaron. Debieran estar en la nómina de personas que la ministra en visita del caso Karadima citaría a declarar.


Antes de terminar el programa Tolerancia Cero, este domingo, James Hamilton, hizo una advertencia. “No se olviden de Tomislav Koljatic, Juan Barros, Horacio Valenzuela y Andrés Arteaga, todos obispos que estuvieron presentes y veían las mismas cosas”.

De esa manera los acusó de encubrir a Fernando Karadima, condenado por el Vaticano por el delito de abusos sexuales. En Chile el caso será investigado por la ministra en visita, Jessica González, designada el lunes por el pleno de la Corte Suprema.

Ayer anunció que «hay que llamar a declarar a todas las personas que tengan algo que aportar a la causa o que vayan siendo mencionados», por lo que los cuatro mencionados por Hamilton debieran ser citados a declarar.

Ello, tomando en cuenta que encubrir es ocultar o no manifestar lo que se conoce o impedir que algo llegue a saberse. La máxima condena que se puede recibir por ese delito son tres años y un día en la justicia chilena.

Los cuatro obispos a los que acusó el gastroenterólogo de la Clínica Santa María tienen varias cosas en común. Son parte del semillero de vocaciones surgidas al alero de Karadima. Son diocesanos, lo que quiere decir que no pertenecen a una orden, por lo que estudiaron en el Seminario de Santiago, ubicado en La Florida. Contemporáneos –están entre los 52 y 56 años- se cruzaron en colegios y universidades.

Arteaga, el más complicado hasta el momento

Andrés Arteaga debió renunciar a su cargo de vice gran Canciller de la Universidad Católica, cargo a través del cual se representa al arzobispo de Santiago. Los alumnos y ex alumnos de la UC iniciaron una cadena exigiendo su salida por su apoyo a Karadima.

El filósofo José Andrés Murillo, el único de los cuatro querellantes que frenó en seco los intentos de abuso de Karadima, contó que recurrió a él pensando podría ayudarlo como obispo auxiliar de Santiago. Arteaga lo amenazó: “Me dijo que no siguiera diciendo esas cosas de Karadima, pues ellos tenían muy buenos abogados”. Tras informarle que había leído la carta que Murillo envió a Monseñor Francisco Javier Errázuriz años atrás “me dijo que no continuara hablando cosas, porque estaba haciendo mucho daño”.

[cita]De las cuatro víctimas de Karadima, Murillo lo paró cuando le bajó los pantalones e intentó tocarlo. Lo empujó con fuerza y al día siguiente lo encaró. Le dijo: «¿cómo pudo usted haberme hecho esto?» y Karadima le respondió: «Son cosas de la carne, no tienen ninguna importancia, anda a confesarte», contó la madre del filósofo a la Revista Ya.[/cita]

Arteaga es el rostro más conocido de los cuatro acusados por Hamilton de no haber hecho nada frente a los abusos. Y el más complicado, ya que como director de la Unión Sacerdotal de El Bosque, de la que salió al ser intervenida, estuvo en conocimiento de los irregulares movimientos de dineros al interior de la parroquia que beneficiaron a Karadima. Fue interrogado por la PDI mientras el fiscal Xavier Arméndariz llevó el caso.

Declaró públicamente que todo estaba en pleno orden y que la información entregada a la autoridad eclesial “evidenciará la grotesca distorsión, falsedad e impresiones de muchas afirmaciones publicadas y que desgraciadamente, ha encontrado al parecer eco entre estos sacerdotes”. Sus palabras estaban dirigidas a la investigación de Ciper Chile, que denunció los hechos.

Arteaga (52) vive frente a la parroquia Santa Marta, en Ñuñoa, en una casa de dos pisos que comparte con el sacerdote Javier Barros, uno de los 12 descolgados de la Unión Sacerdotal cuando se hicieron públicas las anomalías. Y Barros reemplazó a Arteaga en esa instancia. No sólo comparten casa; el primero es párroco de la parroquia, donde Arteaga suele celebrar misa.

De las cuatro víctimas de Karadima, Murillo lo paró cuando le bajó los pantalones e intentó tocarlo. Lo empujó con fuerza y al día siguiente lo encaró. Le dijo: «¿cómo pudo usted haberme hecho esto?» y Karadima le respondió: «Son cosas de la carne, no tienen ninguna importancia, anda a confesarte», contó la madre del filósofo a la Revista Ya. Murillo nunca más volvió a la parroquia El Bosque. La familia de Fernando Battle, otro de los querellantes, al escuchar el relato de su hijo, se cambió de casa para alejarse de la parroquia.

Arteaga recibió formación de los jesuitas como alumno del colegio San Ignacio y, posteriormente, cursó algunos de ingeniería civil en la Universidad de Chile. Doctorado en Teología, es profesor de la facultad y fue presidente de la fundación educacional del colegio Sagrados Corazones de Alameda.

Koljatic y Valenzuela: uno pidió no más abusos en colonia Dignidad; el otro en la Iglesia

Uno de los miembros más activos de la juventud de la Parroquia El Bosque, nacida y dirigida por Karadima para formar vocaciones, fue el actual obispo de Linares Tomislav Koljatic Maroevic. Llegó a ser su presidente mientras estudiaba Ingeniería Comercial en la Universidad Católica. En los jardines del Campus San Joaquín se topaba con Juan Barros, quien estaba un año más abajo en la misma carrera. La UC fue un hito importante en su carrera sacerdotal, ya que durante 10 años fue asesor de la Pastoral. A los 32 años fue ordenado sacerdote y también llegó a ser obispo auxiliar de Concepción.

Comparte con quien lo acusó de ser uno de los cuatro que vio “los besos, los toqueteos….cuando le daba besos a éste, le corría la boca o le agarraba los genitales a otro”, el colegio Verbo Divino. Allí estudió Koljatic y ahí asisten los hijos de James Hamilton. Al igual que los del defensor de Karadima, Juan Pablo Bulnes*.

Al asumir como obispo de Linares en 2003, cuando Paul Schaeffer se encontraba prófugo, llamó a la colonia Dignidad a «abrir sus puertas para que se haga luz, que la gente vea cómo viven, qué es lo que buscan, qué es lo que quieren, su estatuto de vida, respetando también al final su estilo de vida si se ajusta a la legalidad chilena. La cosa es que no se cometan abusos de ningún tipo».

A Juan de la Cruz Barros Madrid (55) le correspondió celebrar en la Escuela Militar la misa de defunción del general Augusto Pinochet por su calidad de obispo castrense. En ese cargo lo nombró el Papa Juan Pablo II en 2004. A los 29 años fue ordenado en la Parroquia de El Bosque por el Arzobispo Juan Francisco Fresno, de quien fue su secretario privado. También fue obispo de Iquique durante cuatro años.

“Nacido en el seno de una familia profundamente católica”, según reza la página del arzobispado de Santiago, Horacio Valenzuela, próximo a cumplir 57 años, no terminó la carrera de ingeniería forestal en la Universidad de Chile. Fue primero obispo auxiliar de Santiago –cargo que hoy ocupa Andrés Arteaga- y el año siguiente, 1996, designado por el Papa Juan Pablo II, obispo de Talca.

Él fue uno de los que firmó la carta de la Conferencia Episcopal en la que se llamaba a evitar abusos. “Nuestra cercanía hacia las víctimas y a las comunidades que más sufren el daño causado, se debe traducir, también, en un compromiso inequívoco de todos en la Iglesia para prevenir que estos hechos se repitan y para actuar, ante ellos, con caridad en la verdad”, decía el documento dado a conocer nueve días después de la condena impuesta por el Vaticano.

*N. de la R.: Por un alcance de apellido se mencionó a los hijos de Juan Pablo Bulnes, defensor de Karadima, como alumnos del colegio Verbo Divino. Es el hijo del ministro de Justicia, Felipe Bulnes, quien estudia en dicho establecimiento.

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