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Crecimiento Económico: el concepto que se repite y se repite sin pensar Paradigma es clave en un modelo con síntomas de agotamiento

Crecimiento Económico: el concepto que se repite y se repite sin pensar

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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La mayor parte del tiempo el discurso económico en el país apunta a ese porcentaje sobre el que se llora si no se empina por sobre el 7%. Y aunque se afinan baterías con promesas y metas, para muchos economistas no significa más que humo. El crecimiento económico hace rato dejó de tener un impacto directo en el desarrollo humano. ¿Quién gana si hay más crecimiento económico? Los más ricos se hacen más ricos en un colador que no chorrea a la tajada más grande de la torta. El nuevo paradigma apunta a dejar atrás el viejo gigantismo económico y concentrarse en lo local. Un giro que también queda solo en teorías si los gobiernos no lo amparan en sus políticas públicas.


El triunfo del Brexit –la salida del Reino Unido de la Unión Europea– tuvo un efecto dominó: golpeó a la libra, los países de la Commonwealth, las monedas locales del países emergentes, hasta se sintió en menor medida en la plata que cualquier chileno intenta ahorrar vía AFP. A varios días de la votación, sus efectos son aún impredecibles.

El Brexit ha motivado reflexiones de distinta índole, incluso aquellas que van más allá del aspecto puramente nacionalista de la decisión de los británicos. En este mismo concierto, el economista chileno Gabriel Palma tocó otra tecla: “Finalmente, pues el análisis de un fenómeno tan complejo como el Brexit da para mucho, la guinda en la torta neoliberal que terminó de cansar a tantos en los países desarrollados −y nos llevó al Brexit y, Dios no lo quiera, a Trump− fue el comportamiento imperdonable de las corporaciones que se quedaron operando en los países (antiguamente llamados) desarrollados. Por supuesto que una apertura comercial iba a tener ganadores y perdedores, pero –desde mi perspectiva keynesiana– lo que falló fundamentalmente fue la naturaleza de las empresas ‘ganadoras’”.

Los párrafos de Palma hablan también del hastío. De la fatiga de un paradigma que poco a poco empieza a mostrar cicatrices en una piel que todos juraron intocable: por cuanto más dinero parezca circular y más números azules empiecen a sumar, el crecimiento económico no ha logrado caminar a la par con el desarrollo humano.

“La gran falla de los gobiernos es estar cegados por el concepto de crecimiento, dejando a un lado los aspectos centrales de la calidad de vida y del desarrollo”, dice el economista de la PUC Wenceslao Unanue y pone un ejemplo: “Chile ha crecido mucho en las últimas décadas, pero la desigualdad es terrible. Entonces… crecemos, pero ¿a quien le llegan esas ventajas? Hoy casi el 50% de los trabajadores gana menos de 300.000 y nuestro país esta tremendamente endeudado. La deuda ayuda al crecimiento, pero ¿es ese el crecimiento que queremos?”, se pregunta.

Los números y las comunidades

La economía de Chile es la quinta más grande de América Latina en términos de producto interno bruto (PIB) nominal y posee la renta per cápita más elevada de América Latina: USD 24 170 PIB per cápita PPA (precios de paridad de poder adquisitivo) y USD 17 047 PIB.

Chile pertenece a la categoría de países de ingresos altos, según el Banco Mundial. Pero, por ejemplo, de acuerdo a datos de la Fundación Sol, entre 1990 y 2014, mientras el PIB crecía en un promedio anual en 5,9%, los salarios lo hacían en 1,6. Mientras el sector forestal mostraba cifras coincidentes con el crecimiento económico, las comunidades se quejaban de otros aspectos de un valor incalculable y que el PIB pasa por alto: como la trasformación de los bosques nativos en monocultivos y zonas de eucaliptos y pinos que han ido metamorfoseando el suelo, la existencia de agua y la vida cotidiana de muchas comunidades en el sur de Chile.

En un libro publicado en 2005 y coordinado por el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, OLCA, el avance de las forestales entonces se sentía así por algunos vecinos: “Según comuneros entrevistados.. nada se produce dentro de estos bosques exóticos, al contrario, las plantas nativas se extinguen; por ejemplo, las plantas medicinales llamados baweh que usan en forma permanente nuestras machi en su rol de médicos de la comunidad, ya no se encuentran en esta zona. Las machi se las ingenian saliendo lejos en la cordillera Nahuelbuta, o cordilleras del Oriente a buscar baweh o pagando a alguien que se las vaya a buscar”.

[cita tipo= «destaque»]A varias décadas de la teoría del umbral, Max-Neef insiste en cómo los gobiernos siguen aún corriendo tras esas cifras de crecimiento sin ver el enfermo que se desnuda. “El crecimiento no garantiza que disminuya la pobreza, es otro mito neoliberal. El chorreo es el único caso que viola la ley de gravedad, porque siempre chorea para arriba y no para para abajo”, dice Max Neef, y sigue: “Vea cómo se ha concentrado la riqueza… Hoy usted tiene 82 personas con nombre y apellido en el planeta que tienen una fortuna igual a 3 mil 600 millones, a la mitad de la población del mundo. En Chile también hay una inequidad brutal. La industria maderera ha ahogado a pueblos enteros, pero eso genera crecimiento. Esa es la lógica”.[/cita]

En los años noventa, el economista chileno Manfred Max-Neef dio origen a una teoría que, con el tiempo, parece probarse aún más. Max-Neef dijo que en toda sociedad parece haber un periodo en el cual el crecimiento económico, convencionalmente entendido, genera un mejoramiento de la calidad de vida. Ello solo hasta un punto umbral. Cruzando ese punto, el crecimiento económico genera un deterioro en la calidad de vida.

A varias décadas de la teoría del umbral, Max-Neef insiste en cómo los gobiernos siguen aún corriendo tras esas cifras de crecimiento sin ver el enfermo que se desnuda. “El crecimiento no garantiza que disminuya la pobreza, es otro mito neoliberal. El chorreo es el único caso que viola la ley de gravedad, porque siempre chorea para arriba y no para para abajo”, dice Max Neef, y sigue: “Vea cómo se ha concentrado la riqueza… Hoy usted tiene 82 personas con nombre y apellido en el planeta que tienen una fortuna igual a 3 mil 600 millones, a la mitad de la población del mundo. En Chile también hay una inequidad brutal. La industria maderera ha ahogado a pueblos enteros, pero eso genera crecimiento. Esa es la lógica”.

El último informe sobre Desarrollo Humano (IDH) para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lanzado hace un par de semanas, alertó nuevamente sobre la pobreza en la región. El documento titulado “Progreso Multidimensional: bienestar más allá del ingreso”, puso un foco sobre más de un tercio de la población que salió de la pobreza en la región a partir de 2003, pero que hoy tiene nuevamente riesgo de caer en ella.

Se trata de entre 25 y 30 millones de personas que son vulnerables. En el lanzamiento del informe, el concepto más importante fue que el crecimiento económico por sí solo no va a reducir la pobreza y la desigualdad en América Latina y el Caribe.

“Está claro que más de lo mismo en crecimiento –y en políticas públicas– ya no rinde más de lo mismo en reducción de pobreza y desigualdad… Un mayor crecimiento económico no conduce necesariamente a generar un mayor progreso social: tenemos que tener políticas diferentes, también en un momento en que se agotan los recursos fiscales para expandir las redes de protección social”, dijo en Panamá la subsecretaria general de la ONU y Directora del PNUD para América Latina y el Caribe, Jessica Faieta.

Las revisiones sobre el crecimiento económico también han surgido desde nuevos actores, como el economista francés Thomas Piketty, quien estableció que la desigualdad estaba llegando a un punto cada vez mayor en los países “desarrollados”.

En ese contexto, el economista señaló que cuando la tasa de retorno sobre el patrimonio es mayor que la tasa de crecimiento, se acelera la concentración de la riqueza y apuntó justamente a los impuestos de los más ricos como salvavidas. Si no la curva seguiría su mismo camino: todo en manos de pocos. En resumen, lo que ha sucedido en las últimas tres décadas, de la mano de un modelo económico que mide todo en una escala macro: el neoliberalismo.

La importancia de lo micro

A pesar de los profundos análisis a nivel internacional, en Chile los gobiernos aún permanecen obsesionados con el crecimiento económico. A comienzos de este año, apesadumbrado, el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, señalaba que debido a que “el crecimiento de la economía ha sido bastante decepcionante en los últimos años y también en los últimos meses”, era necesario lanzar una batería con una serie de medidas para impulsar la productividad del país.

“Desarrollo es la liberación de los potenciales creativos de la gente y no es lo mismo que crecimiento”, enfatiza Max-Neef desde su casa en Valdivia. “El crecimiento puede ayudar, pero en otros casos lo deteriora. Cuando tenía 7 años yo caminaba al colegio 12 cuadras a pie. Eso es calidad de vida y ya no existe, por un exceso de crecimiento desnaturalizado que ha empeorado todas las relaciones humanas. La gente tiene más problemas mentales, más depresión, es más infeliz. El gigantismo tiende a destruir la comunidad”.

Para quienes miran con desdén la competencia por el crecimiento económico, la clave está en volver a lo contrario: a lo pequeño. “La falla es que las autoridades no comprenden. El crecimiento se concentra en lo macro, en aumentar las importaciones, pero el verdadero desarrollo se da a nivel micro. A mí lo que me preocupa es que se refuercen las economías locales y regionales y eso no existe en Chile. Es tan absurdo. Yo vivo en Valdivia y si aquí queremos poner un semáforo, eso lo deben autorizar en Santiago, un señor que nunca ha estado en Valdivia… imagínese todo el resto de las cosas que suceden si eso pasa con un semáforo”.

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