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La prostitución “inevitable” de las artes y la cultura  CULTURA|OPINIÓN

La prostitución “inevitable” de las artes y la cultura 

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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La precariedad de los financiamientos en las artes en Chile hace que una cantidad ingente de proyectos y particulares postulen, año a año, a estos fondos. Muchas de estas personas y organizaciones saben que entran en contradicciones con lo que promulgan en contra de un Estado actualmente negacionista. ¿Por qué aceptan los fondos?


Este jueves 26 de diciembre me acabo de enterar que un proyecto denominado “Furia del Libro”, el cual tiene una adjudicación de los fondos de cultura (Fondart) para realizar su actividad este año ha rechazado el dinero. Uno de los motivos centrales de la decisión, según los organizadores, es no querer vincular su programación al gobierno, pues, si bien, los dineros que se entregan a través de este concurso no son dineros de un gobierno en particular, si los administra el de turno, el cual exige que se haga reconocimiento gráfico y verbal a quienes adquieren estos fondos. Furia del Libro no quiere dar estos agradecimientos y rechaza el dinero (yo he encontrado atrozmente curioso que ningún ni ninguna funcionaria que trabaje para el Estado, en todo Chile, no haya renunciado por ética).

[cita tipo=»destaque»]Es un chantaje a su discapacidad monetaria para llevar a cabo sus ideas: una prostitución simbólica cuasi obligada. Es cierto que se puede rechazar, pero conozco muchos casos que si lo hacen pierden un porcentaje de dineros hasta para cosas vitales vinculado a sus honorarios. Pero quisiera dar mis felicitaciones al proyecto Furia del Libro, pues en este país es muy difícil tomar esa decisión cuando se trabaja constantemente vinculado al fortalecimiento (aunque sea precario por ahora) de las artes y la cultura.[/cita]

La precariedad de los financiamientos en las artes en Chile hace que una cantidad ingente de proyectos y particulares postulen, año a año, a estos fondos. Muchas de estas personas y organizaciones saben que entran en contradicciones con lo que promulgan en contra de un Estado actualmente negacionista. ¿Por qué aceptan los fondos?. Porque a la gran mayoría no les queda otra opción económica para tener una cierta entrada, además de que sin esos montos no podrían realizar su proyecto con dineros de su propio bolsillo. La devaluación simbólica de las artes y la cultura, su espectáculo circense distractor por momentos, es, y lo he repetido variadas veces, el escalón más bajo de la preocupación del Estado chileno.

No escribiré sobre la dudosa calidad (o, quizá, dudosa profundidad) de no pocos proyectos que se adjudican fondos, pues considero que esto corresponde, también, a la dudosa rigurosidad de quienes eligen para evaluarlos (y no solo la deficiencia política/estructural de quienes postulan). Obviamente estoy generalizando. 

Tampoco criticaré ni “juzgaré” a quienes aceptan los montos asignados e incorporan los agradecimientos a un gobierno que no los representa y que, muchas veces, sienten ira. Es un chantaje a su discapacidad monetaria para llevar a cabo sus ideas: una prostitución simbólica cuasi obligada. Es cierto que se puede rechazar, pero conozco muchos casos que si lo hacen pierden un porcentaje de dineros hasta para cosas vitales vinculado a sus honorarios. Pero quisiera dar mis felicitaciones al proyecto Furia del Libro, pues en este país es muy difícil tomar esa decisión cuando se trabaja constantemente vinculado al fortalecimiento (aunque sea precario por ahora) de las artes y la cultura.  

Tal vez debiese cambiar la obligatoriedad de incluir los agradecimientos a un gobierno en particular y solo tener la exigencia de poner el ministerio correspondiente, el cual pertenece al Estado y no a un gobierno en particular.

Licenciado en Arte. Candidato a Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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