Cada siglo conformó su propio paisaje y cada siglo lo ha hecho a expensas de la riqueza cultural y de la biodiversidad”, sentencia el autor. El bosque no es solo un enjambre de verdor, advierte, sino que también lo es de intereses cruzados. Las políticas de conservación parecieran superadas no solo por las prácticas humanas que todo lo desordenan, sino que también por el desorden generalizado que gobierna los fenómenos planetarios. Las nuevas ecologías entonces, invitan a hacerse cargo del desorden más que procurar un nuevo orden.
En tiempos de cambios climáticos a escala planetaria, este libro nos remece y alecciona sobre los posibles caminos para la regeneración de la naturaleza. Con un lenguaje sencillo, ameno y profundo, el autor nos introduce por nuestros bosques nativos. Desde ahí nos enseña a leer, en claves antropológicas, las huellas que la expansión indiscriminada del capital ha dejado en ellos. Los bosques “padecen de una asonada de inversiones que hacen temer por su sustentabilidad. Cada siglo conformó su propio paisaje y cada siglo lo ha hecho a expensas de la riqueza cultural y de la biodiversidad”, sentencia el autor. El bosque no es solo un enjambre de verdor, advierte, sino que también lo es de intereses cruzados. Las políticas de conservación parecieran superadas no solo por las prácticas humanas que todo lo desordenan, sino que también por el desorden generalizado que gobierna los fenómenos planetarios. Las nuevas ecologías entonces, invitan a hacerse cargo del desorden más que procurar un nuevo orden.
Lejos de conformarse con un diagnóstico del papel del capital y el extractivismo en nuestros bosques nativos, el antropólogo Juan Carlos Skewes se (pre)ocupa en estas 250 páginas, de sugerirnos lecciones y aprendizajes en la regeneración de la vida de estos bosques nativos. A través de un cuidadoso y fascinante trabajo de observación etnográfica, nos enseña a reconocer y valorar cómo las poblaciones, comunidades y familias aledañas a los bosques despliegan acciones y establecen vínculos de convivencia con seres que no son humanos; vínculos que Gabriela Mistral (1949) describe como los de una paganía congenital en la que prima el “tratado viviente y fraterno” entre especies.
[cita tipo=»destaque»]Lo que está en juego, plantea este libro, no es solo como se entiende la relación entre los seres vivos, sino como se la quiere modelar. En el contexto de los bosques, la convivencia de seres humanos y no humanos ha dependido, argumenta este libro, de una ontología relacional fundada en un acervo cultural predominantemente indígena. Pero tal ontología ha estado históricamente constreñida por una visión dominante que instala la separación con la naturaleza como mecanismo estructurante de los territorios.[/cita]
Ciertamente que la convivencia entre personas, comunidades y árboles ha sido considerada como irrelevante para los estándares de desarrollo e intereses mercantiles que se instalan en este país. Por eso es que no debiera sorprender que iniciativas como la de la conservación de la biodiversidad hayan transitado más por el camino de la economía que por el de la justicia social, por la vía de la empresa que por el de los pueblos originarios y sus derechos ambientales. Pero, nos advierte Skewes, “en el desconocimiento de la práctica de vida de los habitantes de los paisajes boscosos, hay un desconocimiento de la historia, de la biodiversidad y de la soberanía local”.
Lo que está en juego, plantea este libro, no es solo como se entiende la relación entre los seres vivos, sino como se la quiere modelar. En el contexto de los bosques, la convivencia de seres humanos y no humanos ha dependido, argumenta este libro, de una ontologia relacional fundada en un acervo cultural predominantemente indígena. Pero tal ontología ha estado históricamente constreñida por una visión dominante que instala la separación con la naturaleza como mecanismo estructurante de los territorios. Sin embargo, es en estos mundos de culturas originarias, donde el autor presume que radican las claves para la buena convivencia entre árboles, personas y demás especies.
Inspirado en esta ontología, y como contrapunto a la conservación, este libro nos propone el camino de la regeneración, idea que apela a la recreación infinita de la vida. La invitación que se nos hace es a repensar la naturaleza como nuestra aliada y a relevar la creatividad de los actores locales. La regeneración del paisaje para una conservación socialmente inclusiva, exige entonces entender las relaciones entre los seres humanos y los animales como un acomodo recíproco cuyos términos se definen procesualmente. El tránsito desde una economía depredadora hacia formas protectoras de los árboles y demás especies demanda una lectura atenta de los procesos vividos por quienes pudieron cultivar otros modos de vincularse con el medio. Las formas posibles de integrar seres humanos, árboles y demás especies exigen un contrato en un marco prospectivo de convivencialidad y de buen vivir. Para ello es menester reconocer el carácter plural y diverso de la vida, pero también la importancia política de dichas prácticas. La comunidad moral del bosque no es pues, exclusiva ni excluyente; está abierta, es cambiante y fluye de la corresponsabilidad de múltiples agentes. Pero tal historia, que no es otra que la del capitalismo, no puede concebirse sin alguna transformación de aquellas condiciones que destruyeron los bosques y que expoliaron a las comunidades de sus medios de vida: “El bosque en tanto entrevero de seres que lo constituyen reclama la existencia que le ha sido expropiada. Una ontología relacional exige pasar desde una condición residual a otra protagónica y sin espacios de soberanía no se ve transitable el sendero”. Advertencia que en un país que observa como sus ríos se secan y sus bosques son devastados por el fuego y la acción humana, adquiere hoy día más que nunca, el carácter de urgencia.
La regeneración de la vida en los tiempos del capitalismo. Otras huellas en los bosques nativos del centro y sur de Chile. Juan Carlos Skewes, Ocho Libros, 2019.
Francisca Márquez. Antropóloga.