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Nano Stern y la Convención Constitucional: «El mundo de la farándula, de la tele, de los matinales, creo que hace mucho daño» al proceso ELECCIONES 2021

Nano Stern y la Convención Constitucional: «El mundo de la farándula, de la tele, de los matinales, creo que hace mucho daño» al proceso

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Par el cantautor, la postulación de algunos famosos «es parte de esa tendencia a farandulizar la política. Yo quiero verme reflejado por personas cuyo pensamiento político me represente, que me inspiren». Con personas más idóneas en el cargo, Stern estima que si los constituyentes plantean un modelo que se aleje de la lógica neoliberal y eximen ciertas áreas de esa omnipresente competitividad comercial, «eso inmediatamente va a dar oxígeno al mundo de las artes y las ciencias». «Creo que debiera haber la mayor cantidad de instancias posibles, que se dialogue con los distintos sectores de la sociedad», reflexiona.


El cantautor Nano Stern (Santiago, 1985) cuenta que le ofrecieron ser candidato constituyente, pero que, al igual que el actor Alfredo Castro, rechazó la idea y cree que hay otras personas más idóneas para el cargo.

«A mí también se me acercaron desde distintos lugares a explorar la posibilidad de postular, por ser personas ya conocidas y de una opinión política clara, pero eso no significa que uno deba ocupar ese espacio de reflexión», revela.

Él menciona a candidatos como Andrea Gutiérrez, expresidenta del sindicato de actores Sidarte, con larga experiencia sindical y labor en el sector público y privado, y además al saxofonista Andrés Pérez, exconsejero de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD), como personas con más experiencia. Y cuestiona la postulación de algunos famosos.

«El mundo de la farándula, de la tele, de los matinales, creo que hace mucho daño. Es parte de esa tendencia a farandulizar la política. Yo quiero verme reflejado por personas cuyo pensamiento político me represente, que me inspiren», dice.

Exigencias culturales

Stern siempre ha tenido un discurso político. Entre otros ejemplos, tras el estallido, compuso una canción para el estudiante Gustavo Gatica, que quedó ciego tras ser baleado por Carabineros, llamado «Regalé mis ojos». Y ahora prefiere seguir luchando desde su arte. Acaba de lanzar un EP que abre con la canción «Agua clara», sobre los derechos del agua, un tema que será central en la Convención Constitucional.

En la antesala de la elección son muchos los temas del mundo cultural que rondan el proceso constituyente, tales como la exigencia del 1% de cultura en el presupuesto nacional, la protección social de los artistas o la consagración de la cultura como un derecho.

Sin embargo, para el artista existe una discusión previa a todos estos aspectos, «que no sé si pertenecen a la discusión constitucional o la legislativa posterior, que seguramente va a durar muchísimo tiempo en redefinir el marco legal en el que nos movemos en Chile».

Esta cuestión previa dice relación «con el neoliberalismo, que es una cuestión mucho más política y abarca más aspectos que solamente el tema cultural en específico». Y cree que es difícil que en esta instancia tan basal como la Convención Constituyente, donde se van a discutir los grandes temas, la estructura política del Estado, se pueda imponer mayormente el tema cultural, «más allá de frases bonitas».

«Sí creo en el cambio de paradigma que nos aleje del modelo neoliberal, y obviamente espero algunos artículos que aborden directamente la cultura como un derecho social garantizado por el Estado», subraya.

Para él, esto además tiene que ver con «cómo, como sociedad, lidiamos con aquellos aspectos de nuestro quehacer y coexistencia que no son directamente productivos, útiles o lucrativos. Ahí caen, por supuesto, el mundo de la cultura y las artes, y la ciencia, cuyo objetivo directo no es la creación de nuevas tecnologías, sino la investigación y la creación de conocimiento, en un principio, inútiles en el sentido práctico».

«Esa es una cuestión fundamental. Yo no soy político y no estoy aspirando a estar allí, porque reconozco que no tengo esa claridad en términos de cómo se tienen que expresar esos valores, pero sí entiendo que toda la idiosincrasia cultural que se ha conformado en Chile en el último ciclo político viene desde un pensamiento neoliberal, transaccional, donde, si yo te doy, tú me tienes que dar algo de vuelta».

En su opinión, esta es la lógica subyacente detrás de los fondos concursables, donde los artistas deben competir entre sí en una lógica de mercado.

Estos fondos tienen, además, una «lógica bastante perversa, porque hay personas que se han ido especializando en el tema de la postulación. Incluso hay personas que cobran por sus servicios para hacerles los fondos a los distintos artistas. Por tanto, quienes tienen más plata para pagar estos servicios de postulación, tienen posibilidades astronómicamente mayores de ganar los fondos.

Negar el ocio

Stern es crítico del modelo neoliberal y cree que las áreas del conocimiento humano que no apuntan directamente a generar utilidad «no pueden funcionar así, porque se asfixian». Esta lógica mercantil se puede aplicar a una fábrica de tornillo, pero no a las actividades creativas que tienen como componente fundamental el «ocio». Por eso mismo ya los griegos entendían el «negocio» como «negación del ocio», comenta.

Por eso, Stern cree que si los constituyentes plantean un modelo que se aleje de la lógica neoliberal y eximen ciertas áreas de esa omnipresente competitividad comercial, «eso inmediatamente va a dar oxígeno al mundo de las artes y las ciencias».

El otro tema que le parece central es la educación desde la infancia, entre otros aspectos a través de la educación artística, que fomenta ámbitos como la capacidad de improvisación y capacidades para la resolución de problemas, que benefician a todos los alumnos, dice, desde la sala cuna hasta el colegio.

«Si un niño tiene acceso a la educación musical desde muy chico, hace una diferencia muy grande en su vida en el desarrollo como ser humano», incluso más allá de la música, enfatiza.

Experiencias útiles

Stern señala que en el mundo hay diversas experiencias alternativas para el fomento del arte, como en Francia, donde el Estado subvenciona de forma permanente a artistas que puedan demostrar su dedicación completa a un arte.

A cambio, dependiendo de su oficio, el beneficiado debe retribuir periódicamente a la comunidad con su producción, ya sea en forma de recitales, exposiciones o libros, según sea el caso, y que permite a los creadores librarse de la lógica de trabajar por proyecto, explica.

De hecho, el artista menciona que esta modalidad tiene su antecedente en Chile de la Unidad Popular, específicamente en la Universidad Técnica del Estado (UTE, actual Universidad de Santiago), donde trabajaban artistas como Víctor Jara y el grupo Inti Illimani, que recibían de la casa de estudios una ayuda periódica para su arte, lo que impulsó, por ejemplo, al surgimiento de la Nueva Canción Chilena, de enorme influencia en el país y el extranjero.

Otra experiencia interesante que nombra Stern son los centros culturales urbanos SESC de Brasil. Aunque Stern ha visto que los centros culturales se han multiplicado en Chile, «muy bien implementados, bien hechos, una técnica excelente», en sus palabras «se caen» en la programación y la gestión.

Para Stern ahí faltan «decisiones políticas y otra mirada respecto a cómo distribuir los recursos», y ejemplifica con los festivales de verano. Estos eventos, que suelen ser usados electoralmente por los alcaldes de turno, dice, pueden gastar enormes cantidades de dineros en un solo artista -Stern nombra cifras de hasta cien mil dólares por un espectáculo de una hora y media- que a su juicio podrían ser mejor distribuidos para tener una programación cultural constante todo el año, «que además estimule el desarrollo de artistas locales».

«Creo que debiese existir, en cuanto a las platas públicas, una regulación, que de alguna manera ponga freno a esta lógica de que el mercado reina campante en todas las áreas, incluida la cultura», reflexiona.

Cultura tras estallido y pandemia

En lo global, Stern además estima que uno de los cambios a partir del estallido del 18 de octubre de 2019 es la mirada sobre la cultura.

«Vuelve a quedar claro que la cultura es una manifestación prístina de nuestra identidad colectiva, y vuelve a reforzarse la idea de la cultura como un ente de transformación social, porque durante el estallido vivimos una explosión bellísima de distintos tipos de manifestaciones, desde las canciones ‘viejas’, como ‘El derecho de vivir en paz’ o ‘El baile de los que sobran’, que son como el pegamento de nuestra cohesión social, hasta lo que pasó con Lastesis», reflexiona.

«Lo que pasó en las calles de Santiago a nivel gráfico fue algo maravilloso, que a los artistas nos hizo replantearnos el tema de la cultura y al público entender que tenemos cosas que decir, más allá del capricho individual de cada uno, porque además durante el ciclo de los 30 años famosos, más y más se fue exacerbando el rol de los creadores como personas sometidas a su capricho personal y los del mercado, y fue visto con resquemor el arte más socialmente activo. Y eso cambió, y obliga a lidiar con el mundo de la cultura desde otro lugar», expresa.

De hecho, a su juicio, en medio del confinamiento por la pandemia y el cese de la actividad cultural, eso explica para él «el trato que hemos recibido de este gobierno», en referencia a la criticada ausencia del Ministerio de las Culturas frente a la crisis del sector.

«¿Hasta qué punto existe o no una voluntad de abandonar a nuestro sector? Lo que hemos vivido ha sido absolutamente vergonzoso. No existe apoyo real, ni pareciera haber voluntad de echar una mano en una situación gravísima y que se desprende de una decisión que toman ellos. Abren los casinos, los malls, pero no se puede hacer recitales con 50 personas al aire libre. No tiene ningún sentido desde el punto de vista sanitario», expresa.

El artista compara la situación diferente en varios países latinoamericanos y Europa, «donde se ha hecho un esfuerzo por posibilitar algún tipo de actividad. En mi caso, hasta marzo del año pasado, me dediqué veinte años a hacer conciertos, era mi sustento material y emocional. Y de un día para otro no se puede, y llevamos ya quince meses», y no solo músicos, sino técnicos y otros.

«Ahora al menos se viene una oportunidad para discutir esto, ponerlo sobre la mesa», remata, con temas que incluso van más allá de la Constitución, como la digitalización de los productos culturales -Spotify en el caso de la música, Netflix o Amazon en el cine- donde subyace un enorme desequilibrio entre el costo de producción de los artistas y la retribución de las plataformas.

En este escenario, ¿debería jugar el ministerio algún rol en la discusión constitucional, o debería mantenerse al margen?

«Creo que debiera haber la mayor cantidad de instancias posibles, que se dialogue con los distintos sectores de la sociedad», responde.

«Que cuando se discuta de salud, obviamente el Ministerio de Salud tendrá algo que decir, pero también el Colegio Médico, los enfermeros, los técnicos, etc. Yo esperaría algo similar (en cultura), sobre todo tomando en cuenta que el Ministerio de Cultura que tenemos hoy no es representativo y es de una suerte de pasividad. Yo a la señora Consuelo Valdés no la conozco, nunca la he visto, no tengo ninguna apreciación personal, pero cuando dice que cada peso que invertimos en cultura lo dejamos de poner en las necesidades de las personas, da una sensación de impotencia absoluta, de desamparo. Pero se supone que es la ministra de Cultura, que representa a un montón de gente que la está pasando mal, que no puede trabajar por disposiciones de su propio gobierno. En Cultura han brillado por su ausencia», concluye.

 

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