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Política espectáculo: Cathy Barriga Presidenta Opinión

Política espectáculo: Cathy Barriga Presidenta

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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¿Pero qué está pasando en la política chilena? ¿Será que el desencanto y la pérdida de confianza en las instituciones está provocando fenómenos como Cathy Barriga o Florcita Motuda? Tal vez es una forma de castigar a la clase política con el peor de los desprecios: el de la indiferencia, la burla. ¿No nos estaremos acercando a la realidad de los países cuyos ciudadanos optaron por remecer las estructuras y buscaron salidas rupturistas, sin reflexionar en las consecuencias de darse un “gustito”? En Chile tenemos dos caminos posibles para que se exprese este descontento: la salida populista, extrema, al estilo de José Antonio Kast, o la irónica y provocadora, en que podríamos clasificar a la alcaldesa de Maipú, y de seguro a muchos(as) que irrumpirán desde ahora en adelante, considerando que en 2020 habrá elecciones municipales y de Gobernadores Regionales.


Quiero partir por pedir disculpas por esta columna. No es mi intención bajar el nivel del debate de esta intensa agenda política del último verano de la década. De seguro pude haber escrito del drama de Venezuela y las contradicciones de la izquierda y derecha chilenas frente a las dictaduras, de Admisión Justa –una jugada magistral del Gobierno para salir contraatacando–, de la Ley Machuca que impulsa Evópoli, de las vacaciones anticipadas del Presidente para poder volver en febrero cuando los parlamentarios estén descansando en Zapallar y manejar la agenda a su antojo o, por último, del diputado Daniel Verdessi (DC) –digno de aplauso– que devolvió a la Cámara de Diputados 5 millones de pesos por viáticos no usados, ya que vive a 20 minutos del Congreso, pero que recibió como respuesta un cheque por el mismo monto –¿cómo se le ocurre romper la reglas del juego?–.

La verdad es que preferí analizar el caso de Cathy Barriga, la alcaldesa casada con un diputado UDI y que, a su vez, es la nuera de un precandidato presidencial de la UDI, Joaquín Lavín. Quiero aclarar también que esta no es una simple licencia de verano, época en que ya todos estamos hartos de la política, de nuestros políticos y sus intrigas, y que, por tanto, necesitamos ventilarnos un poco. El foco de esta columna es el rol que está representando la jefa comunal de Maipú en un momento en que la política chilena está viviendo una crisis y que la ciudadanía observa cómo ha caído la calidad del debate.

Pero también pude haber tomado como ejemplo a Florcita Motuda, la diferencia es que Cathy Barriga fue propuesta por la presidenta de la UDI para el cargo más importante de un país y, gracias a Dios, a nadie del Frente Amplio se le ha ocurrido lo mismo para el diputado Alarcón. Lo que podemos denominar “política espectáculo” está presente en todos los bandos y en hombres y mujeres por igual en estos días, como lo hemos comprobado las últimas semanas.

Por tanto, yo no estoy proclamando a Cathy Barriga como candidata a La Moneda. Fue Jacqueline van Rysselberghe quien, durante la campaña para retener el poder, lanzó la idea. Tampoco fui yo quien dijo, en el Consejo de ese partido –en que estaba presente el Mandatario– que los gremialistas van a llevar un candidato(a) competitivo a las elecciones de 2021. La deducción es más o menos obvia: si alguien proclama a una persona y luego dice que darán la pelea en serio –considerando que la UDI nunca ha tenido un presidente de sus colores– significa que la ex “Robotina” de «Maldita sea», la bailarina de Mekano, ex chica del reality «La Granja Vip», la mujer que nos entretiene cotidianamente haciendo noticia con temas muy lejanos a lo que podríamos definir como política tradicional, es una posible candidata a suceder a Sebastián Piñera.

Cathy haciendo noticias a diario. Cathy y sus peluches. Cathy y sus joyas de Swarovsky. Cathy y su beca “Cathy Barriga”. Cathy y su baile de Kiki Challenge –que le valió una sanción de la Contraloría–. Cathy y su mural en que aparece como uno de los próceres de Maipú, acompaña por dos extras: San Martín y O’Higgins. Cathy querellándose contra la doctora Cordero –te felicito, Cathy, al fin alguien se atrevió a pararle el carro a esta psiquiatra que diagnostica en cámara como si estuviera en su consulta privada–. Fuente permanente de los matinales. Subiendo sus fotos y videos a Instagram. Popcorn barato. Cosas simples, luminosas, coloridas. Poco de contenido, total, ¿para qué? Si la gente está cansada de escuchar discusiones y peleas.

La gente está cansada de escuchar que Maipú apenas ocupa el lugar 25 en calidad de vida a nivel nacional, de las colas en el consultorio, de la cesantía, de las pensiones miserables. Cathy, en cambio, cree que las personas prefieren hablar de ella, de su mamá peluquera, de su marido diputado, de sus estudios inconclusos, de sus zapatos de moda, de su ropa, de su fascinación por los pingüinos y las princesas. Cathy está segura que los chilenos ya no confían en los partidos, por tanto, decidió fundar uno propio: “Mi partido es la comuna de Maipú”.

Por suerte, queda bastante camino por delante. Sebastián Piñera ni siquiera ha cumplido un año encabezando el Gobierno y en la derecha ya tenemos al menos cuatro precandidatos jugando adelantados: Manuel José Ossandón, José Antonio Kast, Joaquín Lavín y, ahora, Cathy Barriga. Es un grupo bastante heterogéneo, pero, sin duda, lo más llamativo es que tenemos a suegro y nuera en competencia. También el hecho de que Lavín Jr. ha señalado que “a mucha gente le gustaría que Cathy Barriga fuera la próxima Presidenta de Chile”, algo parecido a lo que piensa Cathy: “Mi suegro siempre ha querido ser Presidente, a mí me lo piden”.

¿Pero qué está pasando en la política chilena? ¿Será que el desencanto y la pérdida de confianza en las instituciones está provocando fenómenos como Cathy Barriga o Florcita Motuda? Tal vez es una forma de castigar a la clase política con el peor de los desprecios: el de la indiferencia, la burla. ¿No nos estaremos acercando a la realidad de los países cuyos ciudadanos optaron por remecer las estructuras y buscaron salidas rupturistas, sin reflexionar en las consecuencias de darse un “gustito”?, como el caso del comediante James Ernesto Morales, que ya a fines de 2015 logró coronarse presidente de Guatemala con un 67.43% gracias a su dura campaña contra la clase política y la corrupción. Nada más gráfico que su eslogan: “Ni ladrón ni corrupto” –¿eso por si solo es un atributo?–. O los Trump, los Bolsonaro.

En Chile tenemos dos caminos posibles para que se exprese este descontento: la salida populista, extrema, al estilo de José Antonio Kast, o la irónica y provocadora, en que podríamos clasificar a la alcaldesa de Maipú, y de seguro a muchos(as) que irrumpirán desde ahora en adelante, considerando que en 2020 habrá elecciones municipales y de Gobernadores Regionales –aún en duda–.

No tengo nada personal con Cathy Barriga, de hecho, valoro que se arriesgara a entrar en la política. El problema no es ella. El problema está en los partidos políticos –transversalmente– que no logran dar con el tono que requieren para ofrecer una alternativa al país. Me imagino que la UDI lo que quiere es ofrecer una propuesta y de ahí barajar las cartas que pueden representar ese proyecto, mujeres –la propia JVR– y hombres capaces de hacer una oferta programática y no al revés. Supongo también que en el Frente Amplio, cuando elijan a sus futuros candidatos a alcaldes y/o Parlamento, deberán hacer un filtro basado en que el programa esté delante de los “rostros”, de manera de evitar que después tengamos honorables que consideran que esto es una fiesta personal y terminen –como la semana pasada– sacando sin disimulo de los micrófonos a Florcita Motuda para evitar un nuevo bochorno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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