Luego de la Cuenta Pública del Presidente Sebastián Piñera, se hace más evidente que la DC no tiene injerencia alguna, pues ellos hacen lo que quieren, sin consultar a nadie y apegados fielmente a su doctrina. Y la única forma en que se pueda exigir al Gobierno ciertas reformas que no sean un retroceso en derechos sociales, es en conjunto con los otros partidos de la oposición. Esa es la forma de hacer política con realismo y con la posibilidad de influir de verdad, no imaginariamente.
Apegarse a los valores fundacionales del partido es la clave para no perderse en una carrera ansiosa por lucir y ser considerada, es una premisa que hoy parece más válida y vigente que nunca.
El modelo actual de desarrollo es algo extraño a la esencia de la Democracia Cristiana, acentúa las desigualdades y con ello genera violencia, lo que hace que el país se divida en dos: los privilegiados y los abusados por el sistema. Además, los intentos por modificar estéticamente el modelo ya no convencen a los ciudadanos.
Las fuerzas políticas progresistas están obligadas a entenderse y la Democracia Cristiana, por sus postulados, debe estar naturalmente dispuesta a concurrir y contribuir a cambiar el modelo que agobia a la mayoría de los chilenos.
No somos lo mismo que los otros partidos de oposición, tenemos una doctrina identitaria, una historia y personalidad propias, pero convergemos con ellos en el respeto a los Derechos Humanos, la valoración de la democracia, la lucha contra la desigualdad y el abuso, algo que no se ve como prioridad en la derecha ni en quien hoy gobierna. Por eso, validar una política que es contrapuesta a nuestros principios es un grave error político.
[cita tipo=»destaque»]Hay que corregir los errores rápidamente, de otra forma ninguna colectividad de la oposición confiará en nosotros, en nuestro partido que últimamente tiene una conducta zigzagueante, que confunde a los suyos y a los otros. Aún más, cuando ha protagonizado bochornosos espectáculos en la Cámara de Diputados, castigando a un parlamentario por defender, justamente, esos principios de la dignidad de los adultos mayores, algo de la esencia misma de la Democracia Cristiana.[/cita]
Como ha quedado demostrado, llegar a acuerdos con el Gobierno no le traerá beneficios políticos a la DC. Por el contrario, tendrá costos muy altos en términos de imagen y, en consecuencia, también electorales, porque lo que se está tratando de hacer es cambiar el eje del partido desde la centroizquierda hacia la centroderecha, algo que ha sido declarado por importantes figuras de la colectividad y por exmilitantes.
Se nota una cierta ansiedad en insistir ser el puente con el Gobierno y además hacerlo solos, para transformar al PDC en esa «bisagra» que promovía Gutenberg Martínez, quien fuera el autor de esta tesis política, en donde el partido debe renunciar a gobernar y transformarse en una colectividad más pequeña y homogénea para negociar con quienes gobiernen, sea cual sea el color político de estos.
Lo que ha impulsado la DC en su historia son importantes transformaciones sociales y, eso, no se aproxima siquiera a los proyectos que impulsa este Gobierno, como Admisión Justa, control preventivo de identidad a menores, Estatuto Juvenil y la Reforma al Sistema de Pensiones.
Luego de la Cuenta Pública del Presidente Sebastián Piñera, se hace más evidente que la DC no tiene injerencia alguna, pues ellos hacen lo que quieren, sin consultar a nadie y apegados fielmente a su doctrina. Y la única forma en que se pueda exigir al Gobierno ciertas reformas que no sean un retroceso en derechos sociales, es en conjunto con los otros partidos de la oposición. Esa es la forma de hacer política con realismo y con la posibilidad de influir de verdad, no imaginariamente.
Lo más inteligente ahora sería dejar de actuar en solitario y pasar a actuar en alianza, más aún si es domicilio conocido y mandatado por la Junta Nacional del PDC, acuerdo que solo puede modificar la misma instancia.
Hay que corregir los errores rápidamente, de otra forma ninguna colectividad de la oposición confiará en nosotros, en nuestro partido que últimamente tiene una conducta zigzagueante, que confunde a los suyos y a los otros. Aún más, cuando ha protagonizado bochornosos espectáculos en la Cámara de Diputados, castigando a un parlamentario por defender, justamente, esos principios de la dignidad de los adultos mayores, algo de la esencia misma de la Democracia Cristiana.
Tal como lo enunciaba don Bernardo Leighton, «si me equivoco, prefiero equivocarme a favor de los pobres y no en contra de los pobres».