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La ganancia a río revuelto de Carlos Montes en el PS PAÍS

La ganancia a río revuelto de Carlos Montes en el PS

Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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Las crisis que han golpeado al Partido Socialista desde su retorno a la vereda opositora dejaron un espacio que nadie ha podido llenar en su totalidad. Durante los últimos meses el histórico senador por Santiago se la jugó por ser la figura capaz de instalar la opinión de la tienda en las diferentes discusiones de carácter nacional y, si bien sus palabras han logrado poner la marca PS dentro del debate, su condición de lobo solitario no le permitió apalancar su reconocido liderazgo, ya que no genera las confianzas suficientes.


Uno de los mayores cuestionamientos que ha sufrido la mesa recientemente reelecta del Partido Socialista (PS), es la incapacidad que esta ha tenido para incidir en el debate público de las diferentes problemáticas de interés nacional. Las pocas o tardías apariciones de su presidente, Álvaro Elizalde, sumadas a la falta de profundidad para instalar la posición institucional ante la ciudadanía, se considera en diferentes frentes internos como un déficit político que nadie puede obviar.

La disidencia, sin embargo, en su intento por instalar a la diputada Maya Fernández como una líder de opinión y referente de un espacio crítico del andamiaje institucional del PS, tampoco dio resultados. Su aversión a los medios de prensa poco ha podido ayudar a sostener lo que en un momento pareció tomar fuerza luego de la drástica decisión de dejar el Comité Central y de marcar el punto no ocupando los dos escaños que les correspondían en la mesa.

Para nadie es una sorpresa escuchar que el partido está en crisis, la asociación de la marca PS con el narcotráfico que la última y fratricida elección interna incrustó en el inconsciente colectivo –y que el propio Gobierno, a través de una osada bajada comunicacional de la vocera, ayudó a reforzar– terminó por transformarse en un estigma que difícilmente va a lograr separarse de sus siglas en el corto y mediano plazo.

A ello se suma la crisis interna de la que no han podido salir, con una guerra de intenciones declarada hacia la mesa, y que tuvo el sábado recién pasado la confirmación de un divorcio ya firmado. Esto se pudo constatar en la cita que convocó la nueva Plataforma Socialista –integrada por expresidentes renunciados y la disidencia–, un espacio de reflexión ante el agotamiento que –aseguran– fue provocado por la actual conducción.

En la colectividad reconocieron que el lugar de la toma de decisiones y directrices, desde hace un tiempo a la fecha, se trasladó desde la mesa de la sede ubicada en avenida Vicuña Mackenna hasta las dependencias de la Cámara Alta, en una instancia hoy reconocida como el “frente del Senado”, quizás la de mayor cohesión dentro de la institución, independientemente de todas las diferencias que existen entre sus siete componentes.

Es en este escenario de río revuelto en donde el histórico senador Carlos Montes –hoy jefe de la bancada y luego de su atribulado paso por la presidencia del Senado– encontró un nuevo lugar para destacar.

Y es que, como se dice en política, los espacios nunca quedan vacíos y siempre los llena alguien. Su condición de duro, sumada a su experiencia y mayor densidad política, con respecto al presidente de la tienda, terminaron por imponerse mediáticamente, y hoy por hoy es –»lo quieran o no”, señalaron desde el interior del PS– quien está marcando los contrapuntos en el debate parlamentario. Entre sus correligionarios, si bien también destacaron el rol que ha jugado su par José Miguel Insulza, no son pocos los que hacen la diferencia acusando que la marca del exsecretario general de la OEA está más “contaminada” que la del senador por Santiago, y que su maniobra de pliegue con la mesa del partido, durante las elecciones, terminó por ensuciar también a su figura.

Quizás lo que llamó la atención en varios al interior del PS, fue el tono usado en la entrevista que dio a El Mercurio el 20 de septiembre. Esto, luego de haberse conocido la decisión política del Comité Central de advertir a la Democracia Cristiana de un agotamiento respecto de su comportamiento, y la determinación, ahora sí, de seguir un eventual camino sin su histórico aliado. En la instancia, Montes marcó lo trazos, además de hacer la bajada comunicacional y poner los énfasis en la que sería la nueva política con o sin la DC, le “leyó la cartilla” al Frente Amplio, repasó a Joaquín Lavín y recordó como referentes tanto al ex-Presidente Ricardo lagos como a Michelle Bachelet. Una de las primeras lecturas que se hizo de aquello fue que, más que una entrevista, lo que hizo el senador fue imponer una visión.

Su trabajo como miembro de la comisión de Hacienda ha sido, durante el último tiempo, una base que lo sostiene permanentemente requerido por los medios, considerando la discusión en trámite de la Reforma Tributaria, y respecto de la cual ha insistido en poner en duda las cifras de inversión que el Gobierno ha presentado en caso de aprobarse la reintegración. Respecto del Presupuesto 2020 que se comenzará a discutir en octubre, se refirió al mismo como «poco audaz».

Junto a Insulza lideraron el bloqueo al Gobierno tras la estrategia de desvío de mirada ideada en la oficina del Presidente Piñera y que logró sacar del centro de la agenda el proyecto de Reforma Laboral que tantos problemas ha traído al Ejecutivo.

Varios al interior del partido coincidieron en que, a diferencia de otras ocasiones, la opinión institucional se ha visto más presente en los medios, “logra al menos marcar en la prensa”. Desde su círculo cercano destacaron el éxito de haber levantado la actividad que reunió a cerca de 400 dirigentes vecinales y comunales del PS.

Para el académico de Comunicación Política de la UDP, Cristián Leporati, “el liderazgo de Carlos Montes dentro de lo que hay en el Partido Socialista, aunque es del pasado, y es un espejismo de lo que fue la política, funciona, porque por último tiene un discurso capaz de tener posición política, también en términos generales, en torno a la discusión de las reformas. Es por eso que ha ganado ese espacio, pero es por defecto, no por proactividad”.

Los pecados

Carlos Montes Cisternas pertenece a la camada de parlamentarios que no han dejado el Congreso desde el retorno a la democracia. Cinco veces reelecto diputado, para cumplir seis períodos en la Cámara Baja y uno como senador, con fecha de término el 2022. Fue parte del grupo de personeros que levantó al MAPU, trabajó como jefe territorial de la última campaña de Ricardo Lagos, y se le reconoce como cercano a la ex-Presidenta Michelle Bachelet. Toda una vida en Valparaíso, pero que ya se acercaría a su fin: quienes conocen de su actuar, aseguraron que en una ocasión ya habría ofrecido su cupo a Maya Fernández, tal como lo hiciese en al menos tres ocasiones con la exjefa de Estado años atrás.

Y es que, si bien su nombre genera respeto en su partido, por su trayectoria pero también por su capacidad intelectual, apuntaron que es «el mejor alumno del curso, pero nunca el mejor compañero”, conocido en la interna como “el pino”, porque nada crecería a su alrededor. Su particular forma de hacer política no es del agrado de todos y se le cuestionó que históricamente ha ejercido un liderazgo marcadamente individualista, razón por la cual no se le reconocen aliados históricos y tampoco se le identifica fielmente al interior de algún lote.

En razón de esa postura, es que los mismos que destacaron su presente como líder en el Senado, al mismo tiempo confiesan que ese sería su tope, ya que un trabajo de pocas redes, y sin grandes miramientos en lo institucional, no tendría la capacidad de poder asentar un campo más fértil, pensando en un reconocimiento mayor a la hora de imponer sus posturas, “lo que hace”, aunque no siempre obtiene las respuestas esperadas.

El perfil de apoyo crítico a la reelección de Álvaro Elizalde que asumió entrada la campaña, desmarcándose de sus aliados, es otro de los ejemplos con que buscaron explicar por qué, teniendo todas las condiciones, su liderazgo siempre se pone en entredicho.

Una vez su par José Miguel Insulza publicitó sus intenciones de pelear por una nominación como candidato presidencial del partido, y Montes respondió con un «yo, en general, soy un firme partidario de que el candidato próximo sea una persona más joven que los candidatos que hemos tenido hasta ahora», palabras que tuvieron la peor de las lecturas en la interna y que recibieron, como respuesta del aludido, lo siguiente: “Uno tiene que acostumbrarse a esto del chaqueteo”.

En la mesa del Senado, que tiene sus reuniones de comité los martes y miércoles, aseguraron que, a diferencia de Álvaro Elizalde, Montes sí toma riesgos, que es capaz de “aleonar a la mesa”, pero el problema –refrendaron– es que cierra los negocios por fuera y sin preguntarle a nadie. La principal consecuencia de ese actuar es que desde La Moneda su nombre ya no es considerado como el de interlocutor, como sí lo fue previo a su paso por la presidencia del Senado. Hoy, ese espacio dejado por el senador es ocupado por el presidente de la tienda y el propio Insulza.

Para Leporati, en términos generales, “el que Montes se imponga, se percibe como alguien que viene de vuelta en la vida. Y en política, como gestión no puede aportar nada nuevo, es un buen operador político, pero no es el actor que va a hacer que la política de la centroizquierda encuentre el rumbo”.

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