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¡Acuerdo histórico!: se empieza a ver la luz al final del túnel Opinión

¡Acuerdo histórico!: se empieza a ver la luz al final del túnel

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Este gran acuerdo parlamentario significa que los chilenos podremos votar primero por la opción de si queremos cambiar o no la Constitución, junto con elegir el mecanismo, algo que el Presidente no incluyó en su propuesta de hace menos de una semana. Una Convención Constituyente con un 100% de delegados elegidos democráticamente o bien una Convención Constituyente Mixta, integrada por partes iguales entre parlamentarios y delegados elegidos. Los nombres a estas alturas dan exactamente lo mismo para los nostálgicos de la AC. La nueva Constitución partirá de cero. Se reescribirá completamente. Se borrará la anterior. Veremos ahora cómo reacciona la gente, la calle, los jóvenes. Pero sin duda esta es una muy buena noticia. Sin duda también que este largo y costoso proceso en el que todos hemos perdido algo y donde murió gente, resultaron personas ciegas, otras que perdieron el trabajo o su negocio, ya ha valido la pena.


Partamos por el hecho de que lo de anoche es algo inédito en la política chilena y, sin duda, de la democracia desde 1990. El acuerdo entre casi todas las fuerzas representa, en primer lugar, el esfuerzo de los parlamentarios –secundado por La Moneda– por contener una crisis que hoy cumple un mes con un objetivo evidente: reforzar la institucionalidad del país. Porque partamos de la base de que lo que hemos evidenciado en estos largos 28 días es que el deterioro de las instituciones era aún mucho más profundo que lo que todos pensábamos. La muestra más evidente de esto es que la Iglesia católica, otrora mediadora en los conflictos y defensora de los Derechos Humanos, guardó un penoso silencio, casi tan inexplicable como el del Fiscal Nacional. No es menor que varios de sus templos hayan sido, lamentablemente, profanados, saqueados y quemados con una rabia inusitada.

El “Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución”, firmado hoy a las 02.25 de la mañana, es un hecho histórico, no solo porque logró unir desde el Frente Amplio hasta la UDI, sino porque marcó el entierro definitivo de la Constitución de Pinochet, un anhelo de más de treinta años, pero que siempre contó con la dura oposición de la derecha. La paradoja más grande es que el logro fuera en el Gobierno de Sebastián Piñera. Sin duda, la gente movilizada ha conquistado un gran trofeo. Ahora deberían venir rápidamente los anuncios que frenen los abusos y, por supuesto, rápidos avances en la agenda social. “Hasta que duelan en los bolsillos” de algunos, como dijo Swett.

Creo que el Parlamento, por fin, entendió que estaba frente a un desafió histórico. Se demoraron, pero más vale tarde que nunca. La situación vivida el martes dejó al país al límite de una crisis institucional inimaginable. Un Gobierno confundido que llegó a evaluar la vuelta de los militares a la calle –lo que entre otras cosas hacía irreversible una negociación política– y que tuvo que reconocer, en cadena nacional y ante millones de chilenos, que Carabineros había sido sobrepasado.

Lo que estaba en juego acá era que la institucionalidad se diera por vencida, extendiéndose esa sensación de anomia que estaba primando en los últimos días. No hay nada más terrible para un país que cuando se empiezan a normalizar ciertas conductas y situaciones, es decir, cuando ya no nos sorprende el olor a gas lacrimógeno, la destrucción de locales, las calles llenas de escombros como si fuera un territorio devastado por la guerra, el retirarnos temprano a casa, que los niños no vayan al colegio, los muertos y heridos, así como que jóvenes pierdan la vista a diario por estar protestando por lo que consideran legítimo.

Por ahora hay que celebrar el triunfo de la democracia y la institucionalidad. Por ahora hay que entender que el Presidente Piñera logró validar, a través de sus parlamentarios, una fórmula que significa una gran derrota política para su sector, pero que le puede abrir una esperanza de tomar el timón pese a haber chocado con el iceberg. Claro que hay que esperar la reacción de “la calle”, porque, si pese a este acuerdo se llegaran a mantener las protestas y las expresiones de violencia, significará que el problema es aún más profundo que el diagnóstico político y, en ese caso, podría estar en juego el rol presidencial y por qué no decirlo, el papel que pudieran cumplir las FFAA. Esperemos que no.

Pero pese a que la derrota ideológica de Piñera ha sido total –tuvo que ceder mucho más de lo que su sector hubiera imaginado, hasta llegar incluso a recurrir al proyecto de Bachelet–, el llamado a la paz, la noche del martes, fue un acierto del Mandatario. El guante lo recogió, de inmediato, la oposición casi en pleno. Y en un hecho fundamental, la ciudadanía y la civilidad tomaron un rol muy activo. Diversos líderes de opinión, como Felipe Berríos –el único cura que ha dado la cara–, empresarios, dirigentes vecinales y locales, deportistas, artistas y gente común y corriente, a través de redes sociales, hicieron llamados a seguir con las legítimas movilizaciones, pero a condenar la violencia, el vandalismo y los saqueos.

Pero quien hizo un aporte fundamental fue el padre de Camilo Catrillanca. El dirigente mapuche pidió que las expresiones de rechazo al asesinato de su hijo, al cumplirse el primer año de su muerte, fueran pacíficas. De hecho, los miles de chilenos que marcharon en todo el país lo hicieron de manera pacífica, los incidentes fueron muy aislados.

Sin embargo, si hay alguien que tuvo un rol protagónico en esta parte de la historia, fue la dupla Desbordes-Ossandón. Ambos parlamentarios venían varias semanas antes de la explosión de la crisis mostrando una posición divergente, no solo del sector, sino en su partido. Habían planteado abandonar la reintegración en la Reforma Tributaria, además de apoyar el proyecto de 40 horas, recibiendo duras críticas, especialmente de sus socios de la UDI. Y a partir del 18 de octubre, salieron a validar las razones de fondo del movimiento social, incluso Desbordes llegó a decir que si el no fuera diputado estaría en la calle y confesó que su hijo estaba movilizado porque la mísera pensión de su abuelo –su padre– alcanzaba apenas a $180 mil. El excarabinero y diputado empujó el acuerdo, levantó la voz en el estado de excepción y se opuso a la vuelta de los militares. Desbordes tuvo el mérito de terminar arrastrando a todo RN a una posición divergente del presidente –ex militante de ese partido- que se mantuvo en una posición dura hasta el final.

Creo que RN después de esta vuelta, logrará poner las cosas en su lugar en materia de proyección electoral. Hasta ahora, pese a ser el mayor partido de la coalición de gobierno, la UDI tenía a Joaquín Lavín como el presidenciable seguro, de seguro esto cambiará el panorama después del pobre desempeño del alcalde en esta crisis. Después de todo, para la próxima etapa se necesitarán líderes políticos más flexibles, menos dogmáticos, pero especialmente, más audaces. Como Desbordes y Ossandón.

Por el otro lado, el PC mostró su falta de comprensión de la realidad actual, y pese al triunfo reciente de su brigada juvenil –encabezada por Vallejo-Cariola– en el proyecto de 40 horas, terminó la vieja guardia imponiendo una visión añeja y poco flexible, que los llevó a excluirse de ir a La Moneda incluso cuando el estado de emergencia había terminado, condición por la que se habían restado la primera vez.

Es difícil entender las razones para restarse de un acuerdo en que finalmente se votará en plebiscito la opción de una Asamblea Constituyente con un 100% de delgados elegidos de forma popular y que fue la aspiración que manifestaron siempre. ¿No era una prueba suficiente de su vocación democrática en el siglo XXI conocer la voluntad popular en vez de asumir cuál era esa? Creo que cometieron un error y, lo que es peor, perdieron una oportunidad tremenda de demostrarles a todos aquellos que aún dudan de su voluntad democrática que estaban equivocados.

Este gran acuerdo parlamentario significa que los chilenos podremos votar primero por la opción de si queremos cambiar o no la Constitución, junto con elegir el mecanismo, algo que el Presidente no incluyó en su propuesta de hace menos de una semana. Una Convención Constituyente con un 100% de delegados elegidos democráticamente o bien una Convención Constituyente Mixta integrada por partes iguales entre parlamentarios y delegados elegidos. Los nombres a estas alturas dan exactamente lo mismo para los nostálgicos de la AC. La nueva Constitución partirá de cero. Se reescribirá completamente. Se borrará la anterior.

Veremos ahora cómo reacciona la gente, la calle, los jóvenes. Pero sin duda esta es una muy buena noticia. Sin duda también que este largo y costoso proceso en el que todos hemos perdido algo y donde murió gente, resultaron personas ciegas, otras que perdieron el trabajo o su negocio, ya ha valido la pena. Parece ser que. después de 28 días, al menos podemos ver la luz al final del túnel. Ojalá.

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