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Construcción de la nueva Constitución sin artistas CULTURA|OPINIÓN

Construcción de la nueva Constitución sin artistas

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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Las mayores importancias que se le asigna a las artes en el país son como ornamentos decorativos, utilización en políticas “populistas” sin repercusión cultural de base o de prospección cualitativa, o los minoritarios grupos que lo perciben como un bien exótico y/o especulativo, por lo tanto de exclusividad comercial (mercado de arte e inscripciones fallidas en mercado internacional). Ninguna de estas formas de percepción (y otras que puedo olvidar ahora) le asigna un valor potente en lo que concierne a los procesos de cambios culturales de un territorio. En la actual conformación de la Convención Constituyente no hay miembros que provenga de las artes.¿Será necesario que reciban asesorías de especialistas en patrimonio y artes los constituyentes? O, ¿deberíamos confiar en sus criterios y alcances en este temas?. Cabe mencionar que algunas organizaciones artísticas, antes de las elecciones, elaboraron algunos puntos a considerar en la nueva constitución, pero en estos puntos se refuerzan los derechos laborales principalmente, lo cual es completamente válido, pero a lo que me refiero es a la propedéutica nacional con respecto a futuras generaciones que se educarán con los repartos sensibles que tengan a mano en los temas sobre la estetización y sensibilidad de sus vidas y la poética en ellas. Tal ves esto último no dependa del todo de una constitución, pero es una buena base para garantizar una calidad de vida cultural al país. 


Si bien puede ser estimulante la diversidad de profesiones, roles y actividades de las y los distintos constituyentes electos para escribir la nueva constitución chilena para los próximos, mínimo, decenios de años, una de las sorpresas (que en realidad no fue tal) es constatar que no hay nadie elegido del campo de la cultura y las artes. Ignoro, por ahora, si hubieron postulaciones de trabajadores vinculados a esto. 

El mencionar, entre paréntesis, que en realidad no tuve una real sorpresa es por una especie de descrédito transversal, ontológico y político, en lo que concierne a este campo en nuestro país. Las mayores importancias que se le asigna a las artes son como ornamentos decorativos, utilización en políticas “populistas” sin repercusión cultural de base o de prospección cualitativa, o los minoritarios grupos que lo perciben como un bien exótico y/o especulativo, por lo tanto de exclusividad comercial (mercado de arte e inscripciones fallidas en mercado internacional). Ninguna de estas formas de percepción (y otras que puedo olvidar ahora) le asigna un valor potente en lo que concierne a los procesos de cambios culturales de un territorio.

De acuerdo a lo que menciono, no quisiera que se confundiera mi preocupación en relación a subestimar a las personas que no han estudiado, investigado o ejercido (profesionalmente) las artes, sobre todo cuando en casi todo el plantea se puede tener una opinión o mirada de interés con respecto a esto y que pueden ser opiniones (doxa) y, eventualmente, decisiones en lo que concierne al campo. Sin embargo, a pesar de mucha de las críticas posmodernas sobre la especialidad en materias de conocimiento, el hecho de no ser investigadores de fondo sobre lo cultural y lo artístico puede traer aparejada inclinaciones sobre la importancia de esta materia en la educación. En la constitución actual hay variados derechos sobre y para la cultura y las artes, pero no se aprecian en el resultado de la sociedad chilena hace, por lo menos, 50 años o más; se ha normalizado de tal manera que, tal vez, ya formaría parte del construccionismo social. El debacle de la sensibilidad estética de un pueblo como el nuestro es consecuencia, más bien, de políticas específicas, que de la misma constitución, aunque no podemos olvidar que es la actual constitución la que promovió, por mucho tiempo, el negocio en la educación, la cual es la base de los principios de la formación y sensibilidades estéticas, las que, “al final del día”, configuran la subjetividad en torno a la realidad. Entonces ¿Qué  pueden hacer los y las constitucionalistas al respecto considerando, además, que no hay nadie vinculado “profesionalmente” al tema? La educación de calidad involucra una exigencia sobre lo artístico y lo estético, al menos en una perspectiva ranceriana en lo que concierne lo estético en los repartos de lo sensible, es decir, en la administración de las disciplinas y saberes, poderes, etc., para una conformación política integral en lo que concierne a las exigencias sobre las subjetividades y la búsqueda (no económica) del desconocimiento y el pensamiento abstracto que propicia la educación creativa y estética. 

Con respecto a la estética -palabra que ya he usado varias veces- se puede constatar que desde el campo filosófico hay solo tres constituyentes: Carlos Calvo, María José Oyarzún y Teresa Marinovic. Calvo tiene una destacada trayectoria académica pero desconozco su relación con las artes, en Oyarzún no encontré opiniones o publicaciones sobre el tema y tampoco de filosofía, Marinovic es conocida en los medios masivos por ser una comentarista carismática y polémica, pero que nunca se refiere a una profundización ética-estética, y cuando se ha referido a problemas culturales y artísticos lo ha hecho de manera denostativa, es una ultra derechista que, al parecer, hace mucho que no ejercita el filosofar, menos aún se preocupará por su prejuicio sobre el feminismo (lo cual es una omisión histórica, por no decir ignorancia en el tema) y su sesgo a lo que entiende como arte, considerándolo como un grupo de vándalos, declaración que dio en uno de sus videos sobre la revuelta cuando mencionaba que el Estado no debía ayudar económicamente a los artistas en la crisis económica en pandemia. 

Bueno, de cualquier forma estas últimas personas no son el grueso cuantitativo de las constituyentes. Ahora, ¿qué deberíamos esperar de todo el resto si no existe pronunciamiento sobre el tema al que hago alusión? ¿Es necesario que reciban asesorías de especialistas en patrimonio y artes? O, ¿deberíamos confiar en sus criterios y alcances en este temas? No tengo una respuesta efectiva a esto. Cabe mencionar que algunas organizaciones artísticas, antes de las elecciones, elaboraron algunos puntos a considerar en la nueva constitución, pero en estos puntos se refuerzan los derechos laborales principalmente, lo cual es completamente válido, pero a lo que me refiero en esta columna es a la propedéutica nacional con respecto a futuras generaciones que se educarán con los repartos sensibles que tengan a mano en los temas sobre la estetización y sensibilidad de sus vidas y la poética en ellas. Tal ves esto último no dependa del todo de una constitución, pero es una buena base para garantizar una calidad de vida cultural al país. 

Terminando la columna recuerdo la frase de Gabriela Mistral que mencionó el artista Mario Soro en una presentación que compartimos, donde parafraseó a la poeta diciendo: “el arte es al espíritu lo que el alimento es al cuerpo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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