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Opinión: Chilenos en Dicom, el otro riesgo sistémico que podría estar incubándose para la economía

Opinión: Chilenos en Dicom, el otro riesgo sistémico que podría estar incubándose para la economía

Según los últimos datos de Equifax, los chilenos morosos en Dicom ya superan los 2.700.000 y se habrían sumado 541.007 deudores nuevos desde marzo de 2012.


En economía el riesgo sistémico tiene que ver con el «efecto cascada o dominó» que se genera en el sistema financiero luego que una o más instituciones no pueden cumplir con sus obligaciones de dinero. Sin embargo, en el Chile real podría estarse incubando otro riesgo sistémico de dimensiones insospechadas.

Según los últimos datos de Equifax, los chilenos morosos en Dicom ya superan los 2.700.000 y se habrían sumado 541.007 deudores nuevos desde marzo de 2012 (a los que volvieron a la lista luego del «borronazo»), en su mayoría jóvenes de entre 18 y 24 años. Sin embargo, esta cifra está subestimada. En muchos casos por políticas comerciales los prestadores de dinero prefieren no reportar a sus clientes a Dicom para mantener «viva» la relación o no afectar sus indicadores financieros ni el precio de su acción.

De acuerdo a un estudio reciente del Sernac, el costo financiero (CAE) en créditos de consumo inferiores a UF 200 supera con creces la tasa máxima convencional (o de usura, como se le llama en Colombia), llegando en el caso de una multitienda a la increíble cifra de 175,61%. Si éstas son las tasas que se cobran al contraer un crédito, imaginemos a qué tasas ascenderán para los más de 2.700.000 chilenos que están atrasados y, por ende, afectos a una serie de cobros adicionales asociados. No exageran algunos expertos de la industria al advertirnos que el CAE promedio para el crédito de consumo en Chile en este segmento supera el 50%.

Ya sea por experiencias personales o cercanas, todos entendemos la angustia que genera el estar endeudados más allá de nuestras capacidades. Cuántas personas en Chile tienen sus ingresos comprometidos por varios meses por el pago de sus deudas, sin ninguna capacidad de ahorro. Imaginemos lo que debe sentir un chileno que está devengando tasas usureras como las que vemos a diario en nuestro país y la impotencia que pueda generarle que esto le ocurra a vista y paciencia de todos. Pensemos en las implicancias que eso tiene para la tan añorada paz social y lo mucho que nos puede alejar del ideal de sociedad justa que tanto anhelamos.

Con estas cifras no debiera sorprendernos que exista en Chile una sensación de abuso generalizado que flota en el ambiente y que está provocando una rebeldía a pagar aquellas obligaciones que se consideran injustas (y las justas también), acarreando una falta de respeto por el sistema y por la palabra empeñada. Los tribunales de justicia están atestados de juicios de cobranza, mientras que algunas empresas de cobranza recurren a métodos cada vez más invasivos e indignos para obtener los pagos.

La sensación de abuso individual en una sociedad cada vez más empoderada e interconectada, explican por qué muchos chilenos hayan dejado de pagar y que otros muchos quizás sigan su ejemplo, pues ya se están percatando que sus deudas son cada vez menos exigibles. De hecho, se estima que en algunas empresas del retail las provisiones por incobrabilidad están llegando a un alarmante 40% del total de su cartera. Si consideramos una estructura de costos de 30% sobre ventas, la única posibilidad de que estas empresas subsistan es cobrando tasas superiores al 70% a sus clientes que pagan. En otras palabras, en Chile no pagan «justos por pecadores», más bien los «justos» están pagando sus intereses y también los de los «pecadores».

Por acción u omisión, qué enorme daño le estamos haciendo a la confianza en nuestra sociedad. Sin duda los responsables directos de esta enfermedad social son algunas instituciones financieras (empleados, directores y accionistas) que no ven o no quieren ver lo que está ocurriendo, y personas que por distintos motivos consumen y se endeudan más allá de su capacidad de pago. Pero es responsabilidad de todos detener esta masacre: parlamentarios, reguladores, jueces y abogados; Presidente de la república y ministerios de Hacienda, Economía, Desarrollo Social y Educación; emprendedores, empleadores y organizaciones de la sociedad civil; familiares, cónyuges, amigos y profesores; las agencias de publicidad y los medios de comunicación, en especial los «rostros» publicitarios que transan su credibilidad a cambio de incitar a millones de chilenos a «pagar en cuotas» o a «aumentar su cupo», o a efectuar un mágico “avance en efectivo”, creándonos falsas necesidades y recetándonos un falso alivio a nuestros problemas de caja, la droga de un dinero que llega fácil, pero por el que puede pagarse demasiado caro.

Personalmente creo en la libertad de las personas, aplaudo la solidez de nuestro sistema financiero y la posibilidad de endeudarme para anticipar consumo o, bien, de ahorrar para postergarlo. Pero no se requiere ser economista para entender que los niveles de sobrendeudamiento y usura que afectan a millones de chilenos son una bomba de tiempo y constituyen otro y quizás más peligroso tipo de riesgo sistémico.

Nicolás Shea. Emprendedor.

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