Pueden echarse flores sin pecar. Decir que fueron visionarios con el fondo Pionero en invertir en acciones chilenas en 1994, que es el más rentable que se conozca en Chile con un 2.025% acumulado y 22,6% en la última década. También pueden afirmar que Pionero se hizo popular entre inversionistas sofisticados en Europa y Estados Unidos antes que invertir en mercados emergentes se pusiera de moda.
O señalar que fueron los primeros en apostar a bonos basura latinoamericanos (sin grado de inversión) y, por tanto, más riesgosos (16,2% de rentabilidad anual en dólares).
O también los primeros chilenos que fueron a comprar acciones de pequeñas y medianas empresas latinoamericanas; deuda denominada en monedas locales y bonos de compañías en cesación de pagos o quebradas para después participar en su reestructuración.
Cuando Sergio Undurraga, Antonio Cruz y Pablo Echeverría crearon Moneda en 1993, el mercado los miró con escepticismo. “Espérense a que lleguen JP Morgan, BNP Paribas y el Citi, los van a borrar. Todos llegaron y somos los más grandes”, observa Fernando Tisné, quién comenzó como analista, se especializó en Latinoamérica y es el socio a cargo de la región.
Moneda es, efectivamente, la mayor administradora de fondos propios, con US$ 4.500 millones y un 40% del mercado en Chile. “Y, por lejos, la más rentable”, se apura en destacar Tisné.
Son como los mateos del curso: respetados, no siempre queridos y que, a final de año, se llevan todos los premios. Además de leerse la materia (los balances), van donde el profesor (los gerentes de las empresas), les piden que les expliquen en detalle cada ramo (sector industrial) y revisan todo lo que esté relacionado. Pueden ser plantas, minas o barcos.
“Nos juntamos con 400 compañías al trimestre. Tenemos 16 analistas, cuatro economistas y sumando a los socios somos 25. Todos hacemos la tarea. Juan Luis Rivera (a cargo de la oficina en Nueva York) andaba en México en la presentación de una constructora. Hace dos semanas yo estuve en Colombia por una eléctrica. Pablo Echeverría (presidente de Moneda) está en Washington”, enumera Tisné.
Otro de los activos que menciona es la dedicación exclusiva a administrar fondos; la corredora sólo presta servicios a la banca privada, un 15% del negocio. “Eso hace, además, que no tengan conflictos de interés como otras corredoras que manejan platas de terceros y a la vez son colocadoras de acciones”, subraya un asesor de altos patrimonio e inversionistas institucionales.
Moneda comparte la postura de Larraín Vial: no le interesa sumar socios extranjeros a la propiedad como IM Trust y Celfin. Si hay vinos Concha y Toro en todo el mundo, ¿por qué Moneda no va a hacer lo mismo? es la premisa que los mueve a seguir tal como están.
Se perciben a sí mismos como una minimultinacional, porque tienen fondos en Perú (espejo del de renta fija latinoamericana), dos en Canadá y les manejan platas a algunos gobiernos asiáticos a través de fondos soberanos. Una gran señal para Tisné es haber aumentado la participación de inversionistas extranjeros y bajado a un 50% la presencia de las AFP en sus fondos.
Un pasivo que les pesa es La Polar. En particular, a Echeverría, gurú del negocio accionario y rostro de Moneda. Nadie entiende cómo se cayó un hombre a quien un ex ejecutivo de la administradora describe como “un lince para los números, de memoria prodigiosa, sabe cuántas acciones tiene Copec y cuántas el grupo Angelini y capaz que sepa el RUT de la empresa“. O como lo define el socio de un banco de inversión: “Echeverría es una especie de ardilla, pregunta, analiza, le gusta descubrir lo que otros no han visto”.
A tres meses de destaparse el fraude, él compró más acciones de la multitienda, las suficientes como para nombrar un director. “Maradona, Zico y Pelé han errado penales. Siempre duele haber malos negocios, pero hemos hecho otros muchos más malos. La Polar es el 2% de la rentabilidad acumulada por el fondo pionero (2.321%)”, argumenta Tisné, quien representa a Moneda en el directorio. “Me castigaron”, comenta en tono de broma.
Las apuestas al capital de riesgo (Proa I y Proa II) y al rubro inmobiliario no fueron ganadoras, aunque los fondos no eran relevantes en tamaño. El primero perdió plata; los segundos terminaron con ganancias mínimas. La constructora Salfa, a cuya propiedad entró Moneda, es hasta el momento, un pasivo, ya que el precio de sus acciones ha tenido un fuerte retroceso (-44% en los últimos 12 meses).
Hay en esta larga historia un episodio del que se habló y especuló hasta el cansancio. Y fue la salida de los socios fundadores Undurraga y Cruz junto a José Miguel Musalem, Juan Carlos Délano y Axel Christensen, quienes ingresaron después a la propiedad de la administradora.
Un artículo de prensa que los relegaba a un segundo plano y dejaba a Echeverría y a Tisné como los grandes gestores del éxito, apresuró lo que tarde o temprano iba a ocurrir, aunque no de la manera prevista.
Como los ánimos se crisparon se diseñó una fórmula mediante la cual la parte que pusiera más dinero sobre la mesa se quedaría con las acciones de la otra. Cuando se abrieron los sobres la oferta de Echeverría, Tisné, Juan Luis Rivera y Alvaro Allende, quien dejó Moneda el año pasado, fue mayor, pese a que el precio fijado por Undurraga y compañía por su 50% era sumamente alto.
Lo que siempre se ha dicho, aunque no confirmado, es que los compradores fueron ayudados por Consorcio, cosa que Tisné niega. Consorcio les habría prestado el dinero a cambio de tomar un 20% de Moneda, dado que por el alto monto a pagar un banco no les hubiese otorgado crédito.
Mal final para una historia que partió con Sergio Undurraga y la ocurrencia —impensada para la época— de crear una administradora de fondos para AFP y aseguradoras cuando se terminó el fondo de inversión de capital extranjero creado por el Middland Bank y el IFC del Banco Mundial.
Pudo ser de otra manera: él pensaba retirarse de Moneda