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Opinión: Economías desarrolladas versus mercados emergentes y la igualdad de género


Hoy en día y desde que asumiera su cargo el 3 de febrero de este año, la persona más poderosa del mundo económico (por raro que suene) no es un hombre, sino que es una mujer. Su nombre es Janet Louise Yellen y es la economista estadounidense que tiene a su cargo la difícil tarea de presidir la Reserva Federal de Estados Unidos, institución de la cual anteriormente fue vicepresidenta. Yellen también fue Presidenta del Banco Central de San Francisco y presidió el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca en la presidencia de Bill Clinton.

Yellen aceptó la difícil misión de suceder a Ben Bernanke, quien gracias a su agilidad y políticas heterodoxas permitió que el cataclismo financiero de 2008 diera paso a un crecimiento en Estados Unidos. Yellen, quien además profesa la religión judía, está casada con un Premio Nobel de Economía. A modo de anécdota o para poner las cifras en contexto, recordemos que la población total de Estados Unidos se estima en 317 millones de personas repartidas en forma casi pareja entre hombres y mujeres, con los judíos representando menos del 2% de la población total. En Europa, en tanto,la persona más poderosa no es el presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi, sino la alemana Angela Merkel.

En Chile, mientras tanto, y a pesar de que una mujer fue elegida Presidenta, en pleno siglo XXI, más allá de la formación académica y la experiencia profesional, pareciera ser que lo que más pesa a la hora de acceder a cargos importantes en los directorios es exactamente lo contrario: ser hombre, haber ido a determinados colegios y pertenecer a una comunidad religiosa mayoritaria que no es la judía. No deja de ser curioso la variedad de artículos en los que se habla del poco avance de la mujer en los puestos directivos de las empresas, pero basta mirar también en las universidades de negocios para darse cuenta de que esto es un fenómeno mucho más extenso. Lo anterior puede ser hasta molesto cuando los días 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, mientras que los demás días del año la mujer es relegada a un segundo lugar.

No son pocos los estudios de varias consultoras que han demostrado los beneficios de incorporar a la mujer en los altos puestos, dada su inteligencia emocional y su capacidad de organización; sin embargo, en los hechos, todos los resultados de los estudios quedan relegados al papel. Tampoco son pocos los resultados que muestran que a cargos más altos son menores los porcentajes de mujeres, encontrándose dentro de los porcentajes más bajos de la región.

En el país, si bien es cierto que el número de mujeres que estudia y trabaja ha crecido, los casos de mujeres que acceden a un sueldo igualitario con sus pares hombres son los menos y más escasas aún son las historias de mujeres que están en directorios, lo que puede estar ligado a diferentes factores. Más allá de esperar poder celebrar el Día de la Mujer todos los días y no solo el 8 de marzo, es importante avanzar en la reducción de la desigualdad de género y la creación de igualdad de oportunidades; quizás pueda ser este uno de los factores que nos lleve a mejorar la competitividad en el largo plazo, más allá de las alzas en el tipo de cambio y su efecto en el corto plazo.

Gabriela Clivio, economista y CFA.

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