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Opinión: El escenario actual y la incertidumbre que genera para la economía chilena


De más está destacar la importancia de las expectativas sobre las decisiones de consumo e inversión por parte de los distintos agentes económicos. El escenario actual se caracteriza por mucha incertidumbre proveniente de distintos frentes, lo que lamentablemente termina afectando en forma significativa las decisiones de consumo y/o inversión, cuestión que se hace cada vez más evidente a la luz de las distintas estadísticas económicas.

La inversión muestra un frenazo de proporciones, con una caída que incluso supera a aquella experimentada en el inicio de la última crisis económica mundial. El consumo sigue con buen desempeño, pero los indicadores “adelantados” como las importaciones de bienes de consumo o las colocaciones del sistema financiero en este rubro, indican que nos aproximamos a una importante desaceleración también en esta variable.

¿Qué explica tanta incertidumbre?

1.2 El Frente Externo

La sumatoria de elementos es importante. Partiendo por el frente externo, aunque las perspectivas para las economías desarrolladas mejoran, de la mano de un mayor crecimiento esperado para Estados Unidos, Europa y Japón, la gradual normalización monetaria en Estados Unidos ha provocado un importante ajuste en las carteras internacionales, con una significativa salida neta de capitales desde las economías emergentes, incluido Chile. Ello ha provocado una depreciación en las monedas emergentes, la cual, al menos en el corto plazo, tiene un importante efecto contractivo sobre la demanda.

Se agrega una creciente incertidumbre respecto al crecimiento futuro de la economía china, donde el esquema de mantener el crecimiento con un fuerte impulso a la inversión muestra un cierto agotamiento, el que se manifiesta en sobreinversión en diversos sectores y en un consiguiente incremento en el riesgo de cartera para el sistema financiero que financió dicha inversión. Sin embargo, el riesgo de que esto derive en una crisis como la subprime, que dio origen a la última recesión mundial, es muy acotado, dadas las características especiales del sistema financiero chino y a la gran cantidad de recursos fiscales disponibles para rescatar al sistema si fuera necesario.

Lo que sí es cada vez más evidente, es que las autoridades chinas no quieren seguir “inflando” artificialmente la inversión sino, más bien, ir propiciando un cambio gradual en las fuentes de crecimiento, favoreciendo el consumo interno. El desafío es lograr este cambio en la asignación de recursos de la economía, con el menor impacto negativo posible sobre el crecimiento y el empleo. Por ahora se sigue estimando que China lograría mantener el crecimiento por sobre el 7 % este año y el próximo, pero no se puede desconocer que hay un riesgo significativo de que no lo consigan, lo que eventualmente podría gatillar correcciones adicionales a la baja en el precio de los commodities, con un importante efecto negativo sobre nuestra economía.

Con todo, en la medida que avancemos a lo largo de este año, con una esperada consolidación en el crecimiento de las economías desarrolladas, el impacto de una desaceleración adicional del crecimiento chino sería cada vez menos significativo. Se agrega que el grueso del ajuste de portafolios internacionales ya se habría producido, por lo que no observaríamos depreciaciones adicionales importantes en las monedas emergentes, y que, pensando en nuestro comercio exterior, el mejor desempeño de los mercados de destino de nuestras exportaciones distintas de cobre, junto con el mayor tipo de cambio real, deberían favorecer la actividad y la inversión en nuestro sector exportador no tradicional. Es decir, el frente externo no es el más amenazante.

1.3 El Frente Interno

Sin duda la mayor cuota de incertidumbre para este año no está en el frente externo, donde no tenemos ninguna capacidad de afectar su trayectoria, sino en el interno, donde el escenario político se ha puesto más complejo, de la mano de un cambio de gobierno que trae aparejado un ambicioso programa de transformaciones, acorde con las altas expectativas que se generaron en la población en el proceso eleccionario.

Partiendo por el tema tributario, siempre muy sensible, no se puede desconocer que existen buenos argumentos para respaldar una reforma, que permita avanzar hacia un sistema que cumpla con las máximas conocidas de equidad horizontal y vertical, y que incremente algo la carga. Sin embargo, es evidente que la forma en que se ha presentado el proyecto, con poco ánimo de llevar a cabo negociaciones reales sobre cambios en su contenido, genera un nivel de reacción en los agentes económicos más allá de lo necesario.

A pesar de que el proyecto despierta muchas inquietudes a nivel técnico, respecto de su impacto sobre las decisiones de ahorro e inversión de personas y empresas, queda la sensación de que el ejecutivo cree que el proyecto es cercano a la perfección y que todos los cuestionamientos tienen su origen en opiniones interesadas de quienes se resistirían a pagar más impuestos. De mantenerse esto así, podríamos calificar la actitud del Ejecutivo como una mezcla de soberbia y falta de inteligencia política, que no ayuda a un trámite adecuado de la iniciativa y que tiende a maximizar el impacto negativo sobre las expectativas y las decisiones de inversión.

Entrando algo al contenido del proyecto, tal cual lo han señalado economistas afines a la misma coalición gobernante, como el ex ministro Andrés Velasco, la eliminación del FUT no está siendo compensada con otros mecanismos que generen incentivos al ahorro y la inversión, lo que podría provocar una caída en estos indicadores, afectando de paso la capacidad de crecimiento de nuestra economía.

Es cierto que la eliminación del FUT afecta directamente a no más del 10% de las empresas, pero no se debe olvidar que esas son las empresas más grandes que explican el gran grueso de la inversión que se realiza en el país.

Siguiendo en el frente interno, reaparece el debate en torno a una posible Asamblea Constituyente, para propiciar reformas profundas a la Constitución o simplemente para rehacerla completamente. Agreguemos la discusión creciente en materia de propuestas de cambio a nuestro sistema educacional y a su financiamiento, eventuales reformas al código laboral, al sistema de Isapres o al Sistema previsional, y tenemos un conjunto de “incertidumbres” mayor al que los mercados pueden digerir sin generar un temor que va más allá de las aprehensiones normales. Es cierto que en cuatro años no alcanza el tiempo para tantas transformaciones, y que el capital político del actual gobierno con suerte alcanzará para avanzar en los tres temas puestos como prioritarios; pero también es cierto que muchos creen que, amparándose en la actual mayoría parlamentaria, se aprovechará de avanzar en cada uno de los temas antes reseñados.

Con todo, lamentablemente el fantasma de la profecía autocumplida comienza a adquirir fuerza, a saber, la incertidumbre de algunos posterga decisiones de inversión, esto afecta negativamente las perspectivas de crecimiento económico, lo que es internalizado por el resto del mercado, el cual actúa en consecuencia, es decir, sumándose a la postergación de decisiones de consumo y/o inversión, dado el peor desempeño esperado para la economía. Así, se retroalimenta un círculo vicioso, que termina botando el crecimiento económico mucho más allá de lo inicialmente esperado. Hasta ahora, cada vez que aparece una nueva proyección de crecimiento, ésta es más baja que la anteriormente conocida.

Es esperable, y por lo demás bastante probable, que con el tiempo la amenaza percibida hoy vaya bajando de intensidad, y que en la medida que la incertidumbre disminuya, las decisiones de inversión vayan reapareciendo, ajustadas al nuevo escenario cada vez más conocido. En tal sentido, todo lo que la autoridad haga para transparentar su agenda, hace un aporte. Ayudaría una mejor disposición a incorporar a los distintos sectores involucrados en la discusión de los proyectos, con un ánimo abierto al cambio, lo que es propio de cualquier negociación política. El llamado es a involucrar a todos los sectores en los proyectos de cambio, lo que por lo demás es consecuente con la intención muchas veces declarada por la propia Presidenta Bachellet.

Intentar contrarrestar las iniciativas percibidas como amenaza por parte del mercado, con otras que son bien recibidas, como despejar las trabas que dificultan la inversión en proyectos de generación eléctrica, o dar un nuevo impulso a las concesiones en obras públicas, serían iniciativas muy relevantes para contribuir a mejorar el clima de negocios y expectativas.

En la línea contraria, pasar la aplanadora o, peor aún, la retroexcavadora, es propio de iluminados que se sienten con el monopolio de la verdad y la razón, y que quieren imponer sus ideas al resto, que está abiertamente equivocado. Aunque suene repetitivo, los países no se construyen demoliendo lo anterior, se construyen aprovechando y perfeccionando lo que ya se ha hecho. No olvidemos que, a pesar de tener todavía muchos desafíos por delante, como por ejemplo avanzar en procurar mayor igualdad, nuestro país es puesto como ejemplo a nivel internacional por los logros alcanzados en las últimas décadas. Como se repite mucho en estos días: cuidemos lo que tenemos.

Tomás Izquierdo

(NdR: Este comentario apareció en el informe de abril de la consultora Gemines, publicado la semana pasada)

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