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Más fuegos artificiales que fútbol en el debut de Chile en la Copa Opinión

Más fuegos artificiales que fútbol en el debut de Chile en la Copa

Sobró pirotectina y faltó mayor volumen de juego en la apertura del torneo sudamericano, donde la Roja evidencia su transformación táctica y apura los ajustes necesarios para responder a las exigencias de su hinchada.


Tras una inauguración al mejor estilo de los viejos clásicos universitarios -con el mismo esquema de hace medio siglo-, la Copa América ya está en marcha y luce a Chile como líder de su grupo como producto de un estreno que, coherente con la fiesta de apertura, tuvo más fuegos artificiales que fútbol.

La Roja enarboló su «V» de victoria con goles de Vidal y Vargas en un partido plano y discreto, que Chile siempre quiso ganar frente a un rival de actitud timorata y defensiva. A despecho de sus irregularidades en el ritmo, de los altibajos en el rendimiento individual y de la falta de identidad táctica que aún muestra el equipo en la cancha, el equipo de Sampaoli fue un vencedor legítimo que cumplió con la expectativa básica: ganar en el debut y corregir sus falencias sobre la marcha del torneo sudamericano.

Es evidente que la Selección atraviesa una transición futbolística que le mantiene equidistante de aquel cuadro que imponía su vértigo y verticalidad y éste, que prefiere la posesión del balón y elaboración de juego como base de su sistema. En la búsqueda de su maduración y equilibrio, de afianzar las variantes necesarias, por ahora ofrece un rostro cambiante que a veces desconcierta y genera dudas en relación a su verdadera fisonomía.

En todo caso, las exigencias de la primera ronda son relativas y Ecuador asomaba como el rival más riesgoso que eventualmente podría poner en peligro la clasificación. México y Bolivia no debieran superar el estándar, pero el proceso reclama a Chile un crecimiento en sus respuestas individuales y volumen de juego para respaldar las pretensiones más elevadas de su gente: la búsqueda del título impone otros desempeños frente a rivales de verdadera jerarquía, como Brasil, Argentina y Uruguay, por ejemplo.

En tanto, la presencia de la Presidenta Bachelet y de la ministra del Deporte puso la cuota de solemnidad a una ceremonia de silencio significativamente atípico, donde no hubo discursos oficiales del Gobierno ni de los representantes de los organismos del fútbol. La misma apertura, incluso, tuvo escaso vuelo artístico apegada a un espectáculo propio de los viejos esquemas de Rodolfo Soto en los clásicos sesenteros.

A la espera de que aparezcan en escena los candidatos eternos, el Brasil de Neymar y la Argentina de Messi, la Roja deja una primera impresión favorable gracias a su capacidad para resolver el primer problema sin urgencias -ganar en el estreno- y soltar amarras en un torneo que le exige mucho más conforme a sus posibilidades.

Al fin, la Copa América comenzó a rodar con sus atractivos futboleros y agregados ambientales –como la “genialidad” del uruguayo Cavani de ubicar a Jamaica en África-, y la primera fiesta nos entrega conclusiones diversas.

El equipo de Jorge Sampaoli despegó sus ilusiones con un triunfo que estimula su proceso de crecimiento en una etapa promisoria que, sin embargo, no justifica alguna celebración popular en la Plaza Italia. En rigor, nadie podría cuestionar que el debut en la Copa ofreció menos fútbol que fuegos artificiales…

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