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Opinión: aún tenemos magia, ciudadanos…

Opinión: aún tenemos magia, ciudadanos…

La genialidad de Neymar y Messi ilumina la primera semblanza de una Copa América con equipos pujantes predestinados a no trascender en la memoria emotiva de los hinchas.


La hipercompetitividad del mundo globalizado y la obsesión por alcanzar el status de ganadores a cualquier precio a menudo nos impide el disfrute del fútbol en su expresión más clásica y pura. La 44° Copa América nos ofrece otra demostración de ello, luego de una primera ronda donde los 6 partidos nos brindaron una muestra fugaz de las virtudes particulares de las diferentes selecciones sudamericanas y los dos invitados extracomunitarios, México y Jamaica.

Es cierto que Chile tuvo méritos para vencer a Ecuador en el estreno, y no hay dudas de que Venezuela rompió la estadística con su triunfo sobre Colombia; que Paraguay tuvo el eterno don del coraje guaraní; que Perú cayó con la bandera al tope y que Jamaica fue puro pundonor frente a los uruguayos. Nadie podría negarlo, porque es evidente desde el análisis más técnico o la perspectiva de la emocionalidad subjetiva.
Sin embargo, detrás del hinchismo natural -y a veces nacionalista- por la Roja de Chile, el torneo sudamericano reitera aquellas comprobaciones que forjara la más genuina tradición fubolera.

Un ejemplo tangible fue el partido que animaron Brasil y Perú en una fría y lluviosa noche de Temuco. Con distintos recursos tácticos e individualidades, ambos equipos desplegaron sus bondades técnicas y a ratos brindaron un espectáculo de lujo, con pulcritud en el manejo de la pelota y ráfagas de genialidad que no abundan con frecuencia en las canchas del mundo. Una jugada de Neymar Junior, cuando levanta el balón de ida y vuelta sobre un rival en un doble “sombrerito” espectacular, resulta hasta ahora la maniobra individual más llamativa en un certamen de más trajín físico que destellos individuales. El mismo crack del Barcelona generó la acción del gol en el último minuto despejando el camino con un pase magistral que Douglas empujó a la red para el 2-1 definitivo.

Con todo, también aquella magia estuvo presente en el duelo de Argentina y Paraguay, cuando Lionel Messi regaló retazos de su talento con algunas maniobras y movimientos que remarcan su diferencia fundamental con los jugadores comunes.

En el mismo club exclusivo “juega” Alexis Sánchez, que derrocha habilidad con el balón y a menudo pierde trascendencia por su exagerado individualismo y libertades dentro del esquema de Chile. El crack tocopillano no siempre capitaliza el desequilibrio de su juego y a ratos se transforma en un factor que desordena el sistema y la organización de un equipo que –antes de su actual metamorfosis táctica- se sostenía en su eficiente mecánica…

En rigor, a despecho de su evidente agotamiento tras la extenuante temporada europea, las estrellas iluminan el panorama relativamente sombrío de la actual Copa América. Sobre los valiosos méritos del colectivismo, de la dictadura de las tácticas y del imperio del esfuerzo y el sacrificio en el campo, la luz de Messi y Neymar -aparte de los brillos de Agüero, Sánchez, Falcao o Cavani- invitan a mirar el torneo sin desdeñar la óptica de la nostalgia y la memoria emotiva. Para creer que la fantasía histórica de Maradona y Pelé sigue latiendo en la comarca sudamericana y que -en definitiva- aún tenemos magia, ciudadanos…

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