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«Nuestro compromiso con la liberación y futura prosperidad de Irak»

Exposición del Canciller Británico, Jack Straw, en la Conferencia Anual de la Sociedad de Periódicos, realizado, el 1 de abril de 2003, en Londres.


Las relaciones entre el gobierno y los medios de comunicación nunca están bajo un escrutinio tan rígido como en tiempos de conflicto militar. Las presiones que éstos ejercen son enormes.



Por un lado, la principal responsabilidad de nuestro gobierno es cumplir los objetivos militares, y proteger a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas. Asimismo, los Ministros deben sopesar la información que divulgan respecto de la campaña militar, dado que ésta puede beneficiar a nuestros opositores y poner en peligro a nuestras tropas. Los medios de comunicación están, indiscutiblemente, presionados por otros imperativos, tales como la necesidad de adentrarse en "la niebla de la guerra", emitir opiniones definitivas basadas en fragmentos, y entregar "noticias de último minuto" a un público ávido y ansioso de noticias.



Informando desde el frente de batalla



Conciliar estas prioridades nunca ha sido fácil. Sin embargo, tengo claro que, en una democracia, los beneficios de informar minuto a minuto desde el frente de batalla compensan con creces las desventajas informativas en regímenes autoritarios. Ello ha quedado de manifiesto a raíz del trabajo valiente y pionero realizado por William Russell, corresponsal del diario norteamericano The Times, quien informó algunos de los terribles horrores de la guerra de Crimea.



Incluso en el siglo XX, la censura y las dilataciones ayudaron a los gobiernos de turno a ocultar la verdad. Los inocentes voluntarios y reclutas de 1914 nada sabían de la guerra de desgaste que los esperaba en la región de Flandes. Si el público hubiera podido ver informes en vivo de las trincheras, me pregunto por cuánto tiempo los gobiernos de Asquith y de Lloyd George habrían logrado mantener la campaña solidaria de la población civil durante la guerra. Imagínense ver esta la carnicería a través de las pantallas canales como Sky o la BBC, que transmiten noticias durante las 24 horas del día.



Sin embargo, también merece la pena reflexionar respecto a cuán difícil habría sido mantener la moral del país si se hubiera posibilitado a la gente acceder a los informes en vivo de Dunkerque, lugar donde se exhibió la cruda realidad de la superioridad táctica y militar de Alemania. El "espíritu de Dunkerque", tan importante para la sobrevivencia nacional, ¿podría haber resistido 24 horas de noticias en vivo?



Los medios de comunicación en Irak



Actualmente en Irak, la proximidad de los medios de comunicación con el frente de batalla es un hecho sin precedentes en la historia de la guerra. Nunca antes, los periodistas habían presenciado el conflicto en vivo, y con tecnología de punta. Este factor tiene profundas consecuencias, que han sido reconocidas, por ejemplo, por Richard Sambrook, Editor de Noticias de la BBC. Ayer, en The Guardian, él reconoció la necesidad de que los medios de comunicación "sean muy cautos a la hora de divulgar información en vivo desde el frente de batalla".



Creo que el Sr. Sambrook tiene razón. La cobertura en vivo que podemos apreciar plantea interrogantes importantes: los peligros de tomar decisiones apresuradas basadas en las imágenes mostradas por la televisión, y la capacidad de las democracias de luchar contra las tiranías que ocultan la verdad y reprimen salvajemente el disentimiento de la población.



Algunos de los dilemas que quedaron de manifiesto la semana pasada, tras el primer bombardeo contra un mercado en Bagdad. Es altamente probable que éste haya sido efectuado por el Gobierno de Irak y no por las fuerzas de la coalición. Sin embargo, cuando se dio a conocer la noticia y nos comprometimos a llevar a cabo una investigación, algunos optaron por calificar nuestra respuesta como una admisión de culpabilidad. Por lo general toma tiempo para que la verdad se refleje fielmente en las imágenes. Sin embargo, en un ámbito en que los medios de comunicación son altamente competitivos, el tiempo es un lujo que algunas veces los periodistas no se pueden dar.



Permítanme en esta ocasión rendir homenaje a la valentía de los corresponsales de prensa que están en el frente de batalla, incluidos aquellos que se han sacrificado al máximo en pos de la verdad. Hasta el momento, la cobertura directa del conflicto parece haber incrementado el apoyo de la gente. La naturaleza y alcance de la cobertura periodística también es interesante. Aquellos que cuestionan la relevancia de los periódicos en la era de la televisión satelital, tienen la respuesta en los excelentes despachos emitidos desde el frente de batalla y en los profundos análisis efectuados por los comentaristas de la prensa escrita sobre este tema.



Me atrevería a afirmar que el papel desempeñado por la prensa regional es meritorio. Ha combinado una cobertura del conflicto sólida y ajustada a los hechos, con un enfoque centrado en las historias humanas locales de los soldados británicos, sus mujeres y familias. A menudo, subestimada por una parte del mundo de las comunicaciones, la prensa regional es un pilar de la democracia británica. El servicio que ésta presta a sus comunidades es de incalculable valor. Por ello rindo homenaje a su excelente trabajo. La prensa regional y nacional tiene un papel crucial que desempeñar en tiempos de paz. Sin embargo, en épocas de conflictos – de conocimiento de todos por recientes experiencias – su importancia es aún mayor.



Permítanme dar algunas informaciones. Mucho se ha hablado sobre la fuerza que las imágenes de Vietnam dieron a los opositores de la guerra en la década de los 70. A la inversa, durante el conflicto de las Malvinas, las horrorosas imágenes del hundimiento del Buque Sheffield intensificaron la determinación nacional en un momento crítico.



En Kosovo, Milosevic subestimó el poder de la televisión. Su ambición por mantener la hegemonía de los serbios en un rincón de Europa, aparentemente olvidado, fue el motivo inicial para desinformar a la gente. Además, las escalofriantes imágenes de una masacre en Racak, mostradas en los hogares de Europa un sábado en la tarde, alentaron las demandas de acción. Debido a que la crisis humanitaria se transmitió en vivo y en directo en nuestras pantallas, la causa moral para una respuesta militar planteada por el Primer Ministro Británico se hizo incuestionable.



Crisis humanitaria



Esto me lleva a la paradoja de la cobertura que se ha realizado en Irak. Por más de dos décadas, Saddam Hussein ha causado una crisis humanitaria en Irak de dimensiones por lo menos iguales a los peores excesos cometidos por el gobierno de Milosevic. Sin embargo, a diferencia de este último, Saddam Hussein ha dirigido su campaña del terror en forma subterránea. De manera que, a diferencia de Kosovo, Irak no ha logrado remover la conciencia mundial a través de nuestras pantallas de televisión. Saddam ha librado una guerra oculta en contra del pueblo iraquí.



En octubre de 2000, Amnesty International informó que se habían ejecutado a decenas de mujeres iraquíes acusadas de prostitución. Según los testigos, los asesinatos fueron cometidos por miembros de una milicia creada por Uday, el hijo mayor de Saddam. Decapitaron a las mujeres a punta de espada frente a sus hogares.



Una serie de decretos promulgados en Irak han establecido entre las penas por "delitos ", la amputación y mutilación. En un incidente reciente, a una persona que había criticado al régimen se le cortó la lengua y se le dejó morir desangrado.



No existen cámaras de televisión en las salas de tortura de Saddam, ni tampoco en los lugares más oscuros de Bagdad. Pero el sufrimiento y opresión son reales. Hasta que finalice su largo reinado del terror, Saddam Hussein seguirá siendo una herida profunda en la conciencia mundial, y una afrenta permanente a los ideales que sustentan las políticas exteriores del Reino Unido, Estados Unidos y nuestros aliados europeos.



La destitución del régimen de Saddam Hussein, se ha transformado en un hecho necesario para erradicar la amenaza de sus programas de desarrollo de armas de destrucción masiva. Sin embargo, además de lo anterior, todos aquellos que creen en los valores de la democracia, los derechos humanos y en el imperio de la ley, deberán acoger con beneplácito el hecho de que el régimen iraquí tenga sus días contados. Es probable que las tropas de la coalición sufran mayores bajas. A medida que el régimen se acerque a su etapa final, enfrentaremos una encarnizada resistencia de aquellos elementos que apoyan el régimen de terror, y cuyos destinos están ligados al de su tiránico gobernante.



Sin embargo, liberaremos al mundo de un brutal dictador y, al hacerlo, nos aseguraremos de que el sufrido pueblo iraquí emerja de la sombra de la dictadura para encontrar la luz de la libertad.



Irak con posterioridad al conflicto



En la actualidad, nuestro principal enfoque debe estar centrado en la campaña militar. Nuestras preocupaciones más inmediatas son nuestras tropas y la ayuda humanitaria de la población iraquí. Sin embargo, hemos analizado y estamos analizando muy detenidamente la situación post-conflicto.



Cuando ello ocurra, el pueblo iraquí tendrá definitivamente la oportunidad de construir un país que mantenga con orgullo las tradiciones de una de las más grandes civilizaciones del mundo. No subestimo la envergadura de la labor que se debe llevar a cabo. Saddam ha llevado a su país a la ruina. En 1979, asumió el gobierno de un país que se erguía como uno de los líderes del mundo árabe. Nunca antes se había desperdiciado tan rápidamente una promesa económica como ésta. Los ingresos del petróleo, que podrían haberse invertido en la construcción de colegios y hospitales de categoría mundial, se despilfarraron en la fabricación de armas mortíferas y en artículos suntuarios para la elite gobernante. Al centralizar el control sobre la distribución de productos alimenticios básicos e imponer medidas que han devastado la economía, el régimen ha logrado que el 60% de la población dependa de éste para cubrir sus necesidades básicas.



Revertir el rumbo de la situación no será trabajo de meses, sino probablemente de años. Las heridas psicológicas causadas por Saddam tomarán un largo tiempo en cicatrizar. Al igual que Camboya seguirá siendo afectada por los horrores del Año Cero en la décadas venideras, las atrocidades de las campañas de Anfal y Halabja contra los kurdos, y la brutal represión de los shiítas, perseguirán a las futuras generaciones de iraquíes.



Prosperidad futura



Hoy quiero asegurar a todo el pueblo iraquí que nuestra creencia en su prosperidad futura es tan fuerte como la creencia en su liberación. En el futuro inmediato, nuestra labor de asistencia y reconstrucción humanitarias se fundamentará en cuatro compromisos claves, cada uno de los cuales ayudará a rearmar un país que ha sido efectivamente arrebatado a su pueblo por Saddam Hussein.



Primero: prestaremos ayuda de urgencia en los días y semanas venideros, la que se canalizará a través de nuestras Fuerzas Armadas y del Departamento para el Desarrollo Internacional. Se han asignado 30 millones de libras al Ministerio de Defensa para ayudar a las Fuerzas Armadas a cumplir sus objetivos inmediatos. El Departamento para el Desarrollo Internacional ha destinado 210 millones de libras para la labor humanitaria en la actual crisis. De esta cantidad, ya se han comprometido 115 millones de libras para ayudar a que agencias de la Cruz Roja y otros movimientos, entreguen suministros esenciales y presten servicios a aquellos iraquíes que habiten en zonas liberadas del control de Saddam.



Segundo: nos aseguraremos de que las Naciones Unidas supervise los programas de ayuda internacional, a mediano y largo plazo, para Irak. Conforme al Programa de Petróleo por Alimentos, las Naciones Unidas ha cumplido satisfactoriamente esta labor en los últimos 7 años. Me llena de alegría saber que, después de aprobarse el viernes pasado la Resolución N° 1472 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dicha Organización siga al mando de la labor humanitaria en un Irak post Saddam. Asimismo, la labor de las Naciones Unidas será crucial para captar la experiencia y los fondos de las principales instituciones financieras y donantes internacionales que Irak requerirá en su camino a la recuperación.



Tercero: trabajaremos conjuntamente con las Naciones Unidas y otras Organizaciones en la reordenación y recuperación de Irak. Trataremos de lograr nuevas Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que garanticen la integridad territorial de Irak y la ratificación de un gobierno competente una vez terminado el conflicto. Tengo muchas esperanzas de que, después de la destitución del régimen de Saddam Hussein, las Naciones Unidas tenga un papel importante en la organización de una conferencia para reunir a representantes de todos los sectores sociales de Irak. El propósito de dicha conferencia sería entregar al pueblo iraquí la responsabilidad de tomar decisiones sobre su futuro político y económico, y,



Cuarto: nos aseguraremos de que el dinero proveniente de su petróleo sea usado para ayudar al pueblo iraquí a desarrollar la infraestructura y servicios que el país necesita con suma urgencia.



Cuando nos veamos enfrentados a la titánica tarea de reconstrucción, no faltarán aquellos que recriminen la aparente inutilidad de nuestros intentos por llevar estabilidad y prosperidad a un país que se caracteriza por divisiones étnicas y tribales, y que desconfía de la interferencia extranjera.



Hemos recibido críticas similares en el tema de Afganistán. Sólo le pido a los críticos que consideren las siguientes informaciones. En Afganistán, después de la caída del régimen talibán, hemos presenciado uno de los mayores desplazamientos del pueblo en la historia humana. En los últimos 18 meses, más de 1,5 millones de refugiados afganos han regresado a su tierra natal. En la actualidad, es el pueblo afgano -no el régimen talibán- el que toma las decisiones que afectarán el futuro de su nación. La destitución de un régimen brutal ha permitido a aquellos que huyeron del país por temor y desesperación, regresar con esperanzas. Nosotros tenemos la esperanza de que tanto Irak como los cuatro millones de iraquíes que huyeron del régimen de terror de Saddam Hussein, puedan compartir las mismas aspiraciones. Y nadie debe subestimar nuestra determinación de hacer realidad estas aspiraciones.



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