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Dick Cheney pidió a Bush que bombardeara supuesta planta nuclear en Siria

El ex vicepresidente, uno de los hombres más poderosos durante el mandato de Bush, entre 2001 y 2009, subraya en que insistió sobre la importancia estratégica de este reactor pero fue la «única voz» con esa posición en la sala en la que se trató el tema.


El ex vicepresidente de EE.UU. Dick Cheney aconsejó al presidente George W. Bush que bombardeara un reactor nuclear «sospechoso» en Siria en junio de 2007, según revela en sus memorias, que saldrán a la venta el próximo martes pero de las que ya se han filtrado algunos extractos.

Cheney indica que a pesar de su recomendación el presidente Bush optó por la vía diplomática ya que otros asesores mostraron recelo y argumentaron «la mala inteligencia que habíamos recibido sobre las armas de destrucción masiva en Irak», según recoge hoy el diario «The New York Times», que ha tenido acceso a una copia.

A pesar de la vía diplomática elegida por Estados Unidos, Israel bombardeó el lugar en septiembre de 2007.

Según el diario, el libro «In My Time: A Personal and Political Memoir» tiene un tono agresivo en el que no muestra arrepentimiento sobre muchas de las decisiones más controvertidas que se tomaron durante el Gobierno de Bush, de quien asegura que fue un «extraordinario líder».

En una entrevista concedida a la cadena de televisión NBC ha asegurado que su libro causará polémica: «van a estallar cerebros por todo Washington», vaticinó.

Una de las figuras contra las que carga es el entonces secretario de Estado, Colin Powell, a quien acusa de debilitar al presidente Bush expresándole sus dudas en privado sobre la guerra de Irak y reconoce que él mismo propuso que fuera destituido de su cargo tras las elecciones de 2004 por sus críticas a la Administración.

También carga contra la sucesora de Powell, la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice, por su «ingenuidad» al tratar de conseguir un acuerdo con Corea del Norte sobre el programa nuclear de ese país, que EE.UU. sostiene que tiene como fin lograr armas atómicas.

Otro de los asuntos que trata el libro es los métodos empleados en los interrogatorios en la lucha contra el terrorismo como el uso de prácticas como la simulación de un ahogamiento, conocido como «waterboarding».

Cheney defiende estas prácticas a las que se refiere como «interrogatorios duros» y rechaza el calificarlos como «tortura» porque según explica se consiguió extraer información que salvó vidas.

El exvicepresidente apunta también con ironía que el actual presidente, el demócrata Barack Obama, no ha conseguido cerrar la prisión de Guantánamo, como había prometido, y se muestra en contra de su decisión de traer a casa los 33.000 soldados adicionales que envió en 2009 a Afganistán en septiembre de 2012.

El libro empieza con la experiencia de Cheney durante los ataques terroristas del 11 de septiembre, cuando prácticamente tuvo que asumir el control del país desde el búnker de la Casa Blanca al encontrarse Bush fuera de Washington y fallar las comunicaciones.

En este capítulo subraya que no quiso hacer ninguna declaración a la prensa entonces para no socavar la figura del presidente. «Hubiera sido malo para él y para el país», apunta.

«Estábamos en guerra. Nuestro comandante en jefe necesitaba ser percibido en el cargo fuerte y con resolución, como George W. Bush lo era», subraya.

Cheney, que cuando llegó a la Casa Blanca había sufrido cuatro infartos, revela que tenía preparada una carta de dimisión secreta para que en caso de que le diera un infarto o sufriera una apoplejía uno de sus ayudantes se la entregara a Bush.

La carta está fechada el 28 de marzo de 2001, dos meses después de que asumiera el cargo, y explica que lo hizo para no causar problemas al Gobierno ya que no hay un mecanismo para destituir a un vicepresidente incapacitado para cumplir sus funciones. EFE

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