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Sociedades anónimas deportivas profesionales: responsabilizarse o morir

Los críticos a la proposición de regular el actual negocio del fútbol señalan que con las sociedades anónimas deportivas no se acabarán los problemas presupuestarios. Por cierto que no. Tampoco se evitarán las quiebras.


No cabe duda que el fútbol profesional, el fútbol espectáculo, se ha transformado en una enorme actividad empresarial. Muchas son las personas que se han organizado en torno a esta disciplina deportiva, desarrollando profesional y habitualmente un sinnúmero de actividades que nuestra legislación describe como actos de comercio: las comisiones comerciales generadas a partir de la venta de derechos de imagen, los millonarios contratos de transmisiones televisivas, las verdaderas empresas de espectáculos públicos y de esponsorización, «dueñas» del evento deportivo, la compraventa de pases de jugadores, merchandising, compraventa de tickets para el ingreso a los recintos deportivos, las operaciones sobre letras de cambio, pagarés, cheques y factoring asociados, los fondos de inversión, etcétera.



No pocos de quienes ejecutan estos negocios en el fútbol han abusado del carácter de asociación civil de los clubes (con beneficios tributarios incluidos) para su enriquecimiento privado, poniendo en riesgo la sobrevivencia de la propia institución que les dio para crecer.



Siendo en consecuencia asociaciones que ejecutan actos de comercio bajo verdaderas estructuras empresariales, no cabe más obligación que el que estas entidades se encuadren dentro de un marco jurídico regulador capaz de garantizar la transparencia, la responsabilidad en la gestión y el cumplimiento de obligaciones laborales.



Todo parece indicar que la tendencia debiera ser la transformación de estos clubes profesionales en sociedades anónimas deportivas capaces de acercar nuevos recursos, incluidos naturalmente los que puedan confiadamente aportar los propios hinchas.



El deporte profesional es hoy una empresa que de hecho vende un espectáculoque moviliza millones de dólares y en el cual los deportistas, el cuerpo técnico, el personal auxiliar y otros son sencillamente trabajadores, como en cualquier otra empresa. Por eso, paralelamente con esta iniciativa legal se ha considerado el envío de un proyecto de ley que regule el cumplimiento de los derechos laborales de los deportistas profesionales.



Por lo tanto, establecer mediante una ley la obligatoriedad para que la actividad deportiva profesional (la que persigue fines de lucro) se realice mediante una estructura jurídica empresarial, no es más que salvaguardar un principio constitucional de igualdad ante la ley. Quien quiera desarrollar una actividad con fines lucrativos y de carácter empresarial en los términos que describe nuestra legislación comercial, tiene que organizarse y actuar como empresa.



Hay que saber distinguir la pasión de la hinchada de lo que son los intereses comerciales. Antiguamente, cuando un hincha se refería a un jugador, a un deportista profesional, destacaba su habilidad técnica, sus marcas, el saque, la velocidad en el campo de juego. Hoy al deportista, particularmente al futbolista profesional, se le caracteriza o identifica más bien por el valor de su pase, por la última transacción o por el último contrato de televisación.



Ya otros han dicho que «la pasión por ganar dinero se ha legitimado culturalmente, y el capitalismo consumió al deporte profesional».



Los críticos a la proposición de regular el actual negocio del fútbol señalan que con las sociedades anónimas deportivas no se acabarán los problemas presupuestarios. Por cierto que no. Tampoco se evitarán las quiebras. Nadie pone en duda que las empresas quiebran, nadie podría alguien poner en duda hoy día que las corporaciones también quiebran. Basta acudir a la sentencia que declaró la quiebra de Colo Colo.



Si bien estos clubes nacen como asociaciones sin fines de lucro, las principales actividades que realizan se encuadran dentro de lo que la legislación describe como actos de comercio.



El proyecto de ley que regulará el funcionamiento de las sociedades anónimas deportivas profesionales no es un proyecto que impida las quiebras: es un proyecto que de alguna manera ayudará a prevenir la quiebra del deporte profesional, sobre todo la quiebra fraudulenta, haciendo exigibles a sus administradores mayores niveles de responsabilidad y de transparencia en el manejo económico de los clubes profesionales.



Si nuestra legislación no incorpora a tiempo un modelo de responsabilidad en la administración de las instituciones deportivas de carácter profesional, lo más probable es que o el Estado terminará subsidiándolas una vez más, o tendremos que conformarnos con «pagar por ver» únicamente espectáculos deportivos internacionales.



* Jefe de gabinete de Chiledeportes.



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(Esta columna no compromete necesariamente la posición oficial de Chiledeportes).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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