Publicidad

El nuevo mensaje presidencial

Los directores de diarios, que se encarnizan con las denuncias sobre sobresueldos y contratos MOP-Universidad de Chile, deberían leer con frecuencia el libro de María Olivia Monckeberg «El saqueo de los grupos económicos de Chile».


Este nuevo mensaje presidencial, pronunciado cuando se cumplen los tres años del gobierno, me parece anodino e insulso. Eso no significa que en algunos aspectos no aborde los temas con inteligencia.



Las distinciones que establece para diferenciar entre tipos de actos distintos que se han tratado de un modo genérico como corrupción me parecen adecuadas, puesto que cierta prensa, cuyos propietarios son Catones con tejado de vidrio, buscan deliberadamente confundir a la opinión publica, haciendo que campañas de moralización se transformen en caza de brujas o en maniobras políticas intencionadas.



Aunque soy un crítico acerbo de la Concertación me parece una maniobra política tratar de constituir a este gobierno en el imaginario colectivo como el de la corrupción y no la época de la dictadura, durante la cual se formaron enormes fortunas y grupos económicos al amparo del poder político, gozando de informaciones privilegiadas y de privatizaciones dirigidas. Los directores de diarios, que se encarnizan con las denuncias sobre sobresueldos y contratos MOP-Universidad de Chile, deberían leer con frecuencia el libro de María Olivia Monckeberg «El saqueo de los grupos económicos de Chile».



Este gobierno no es el de la corrupción, aunque se haya cometido ese tipo de delitos. Ese título se lo ganó la dictadura combinado con el título de violadora sistemática de los derechos humanos.



El fracaso de esta administración radica en que no ha emprendido las reformas que hagan posible tomar la senda del crecimiento con equidad. Los redactores de este discurso debieron reflexionar lo que dice Ricardo Ffrench Davis en una entrevista aparecida en el último número de la revista Rocinante. Acusa a los ejecutores de la política económica y social en curso haber abandonado esa promesa central de la Concertación de un crecimiento con justicia social y distribución ingresos y además los acusa de apartarse del sentido común para caer en el paroxismo de la ortodoxia.



Por permanecer este Mensaje en la ceguera y la autocomplacencia frente a los aspectos básicos representa una culminante expresión de la falta de dirección estratégica en que han caído el Presidente Lagos y junto con él la Concertación. Se trata de un discurso en la mitad del mandato, del cual debería esperarse la enunciación de un espíritu de cambio, de viraje, de rectificación en aras de realizar una política con sentido social.



En vez de eso, se garantiza la continuidad y la profundización de la tendencia a basarse en las demandas de los empresarios. No es de extrañar entonces la satisfacción expresada por Juan Claro, anunciando que si lo planteado por Lagos se cumple, podrán avanzar juntos en armonía. Parece ser que los próximos tres años significarán un reforzamiento de la alianza entre el gobierno y el gran empresariado.



No hay nada en este discurso que haga concebir esperanzas de una reorientación con sentido popular, de justicia social, de fortalecimiento del asfixiado movimiento laboral. Por tanto este gobierno le seguirá pavimentando el camino a las soluciones de derecha, sea Lavín u otro. Desde el punto de vista simbólico, dimensión importante de la política, este triunfo posible representa un daño a la subjetividad. Es la vuelta del «pinochetismo». Eso no significa el rebrote de posibilidades dictatoriales pero representa el triunfo y reivindicación de ese fantasma que hoy vive en las sombras, que fue un tirano. Además, los verdaderos herederos de su obra que fueron sus cómplices, no los espurios, son reconocidos por el pueblo, adquieren la mayoría.



Desde hace tiempo que se ha comprobado que existe un «pinochetismo» popular. No es este un mito y una ideología que solo haya penetrado entre los ricos. En realidad el plebiscito del 88 ya puso en evidencia esa realidad y el resultado de Lavín en las presidenciales demostró que la derecha post dictatorial había recuperado el potencial que perdió durante algún tiempo.



Pero el triunfo de un candidato presidencial de derecha le permitirá multiplicar los medios para afianzarse en esos sectores, pues aumentaran las políticas sociales filantrópicas que solucionan los puros efectos de la miseria que el neoliberalismo provoca. Aunque esas medidas tienen efecto temporal y limitado, degradan la conciencia del receptor que se acostumbra a las dadivas, y pueden favorecer la creación de lazos políticos fundados en el clientelismo.



Pero pese a todo lo señalado el triunfo de un presidente derechista, al cambiar el exitoso modelo actual de representación en el que la Concertación realiza las políticas neoliberales, producirá modificaciones, algunas positivas, en los papeles de los diferentes actores del sistema de partidos.



No puede esperarse la reunificación de la izquierda socialista-comunista, pero si que los actuales partidos del polo progresista de la Concertación se constituyan en una centro izquierda que actué como oposición, por lo menos moderada, a las políticas neoliberales. La izquierda extra-Concertación podrá contar con fuerzas con las cuales ir construyendo políticas de alianza.



Puede ocurrir entonces, como resultado de la pérdida del poder por la Concertación que este Mensaje autocomplaciente permite avizorar un reforzamiento de la oposición anti neoliberal. En política muchas veces ocurre que nadie sabe para quien trabaja.





______________

Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias