Publicidad

Chile: gas y aislamiento


Las cada vez mayores restricciones argentinas para suministrar gas a Chile no han hecho más que confirmar la alta debilidad estratégica de sistema energético local, evidenciando su extrema vulnerabilidad, ineficiencia y dependencia.



Pero además han otorgado una mayor claridad sobre la lógica mercantil que gobierna la política energética de Chile, vale decir, la alta significancia que se le da a los negocios privados y su rentabilidad en la definición de políticas. Lo que incomoda es el intento de utilizar la reducción del suministro por parte de Argentina como un mecanismo publicitario y comunicacional para ocultar esta característica de nuestra política y, más preocupante aún, para darle legitimidad a una solución que ya avanzara el Ministro Jorge Rodríguez hace algunos días atrás, que conduciría al reemplazo del gas natural por el Petcoke como fuente energética, que es uno de los energéticos más contaminantes y dañinos para las personas, pero que, no obstante, es aún más barato que el gas natural, con lo cual, se rentabilizarían todavía más las inversiones privadas y los consumidores, verían incrementados los costos de la electricidad, dado que la crisis obligaría a subir el precio de ésta. Es decir, negocio redondo.



Probablemente, no habrá racionamiento y esta crisis no pasará de ser una «crisis mediática». No obstante, el circo comunicacional habrá cumplido sus propósitos: aumentar el precio de la electricidad para financiar la reconversión desde el gas natural al petcoke o al diessel y, en el caso de utilizar el petcoke, reducir los costos de producción de las generadoras, aumentando las utilidades y consolidando el modelo de política energética orientado a asegurarle a las generadoras de energía, suculentas rentabilidades.



Un beneficio colateral será el que los argentinos serán el «pato de la boda» -prepotentes, suficientes, irresponsables e ineficientes-, mientras que el Gobierno de Chile, habrá demostrado que siempre hace lo correcto, que su política ha sido bien diseñada desde que el mundo es mundo y desde que Dios le dijera a Moisés en el monte Sinaí «YO SOY EL QUE SOY».



Otra situación compleja que ha mostrado la crisis es el aislamiento diplomático y político de Chile. Cuando algunos decían que éramos un buen país en un mal vecindario, se olvidaban, por ejemplo, de la gran dependencia energética que tenemos con nuestros vecinos de América Latina.



El problema del gas argentino no ha hecho más que poner en evidencia aún más a la Cancillería chilena en su intento no frustrado de concentrarse en los grandes tratados con las grandes potencias, para dejar de lado la historia común y la suerte de nuestro vecindario mirando por encima del hombro algo que sí tenía importancia. La postura chilena de torpedear el MERCOSUR es un claro reflejo de esta política que buscaba aliarse prioritariamente a Estados Unidos y Europa.

A esto se debe sumar todas las diferencias que se han planteado en el último tiempo y que nos han distanciado aún más de América Latina: con Bolivia por la mediterraneidad, con Perú por los límites marítimos, con Venezuela por apoyar el golpe de estado en contra de Chávez, por el envió de tropas a Haití, por el voto contra Cuba en Naciones Unidas. Un elemento que tensiona aún más la situación, es el gasto militar chileno que nos pone por sobre lo adquirido por Argentina, Perú y Bolivia en conjunto.



Y a esta altura, el distanciamiento, es algo que no sólo lo dicen nuestros vecinos, sino que lo confirma una columna aparecida hace pocos días en el The New York Times, que sostiene que el aislamiento de Chile se explica, en buena parte, por ser un país «hipercapitalista, en una región que se vuelca cada día más hacia la izquierda».



*Marcel Claude es director de Oceana, Oficina para América del Sur y Antártica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias