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Sobre el discurso presidencial


Parece que no hay discurso presidencial del 21 de Mayo
que sea malo. Quien más quien menos dice cosas cuerdas,
interpreta a su modo la realidad, presenta cifras
datos y hechos que marcan no sólo las realizaciones
del grupo que gobierna, sino inclusive el paso mismo
del tiempo. Este último es un factor no menor toda vez
que vivimos una época de cambios mas rápidos que
muchas anteriores y eso naturalmente tiene una
influencia en los hechos que se quiere mostrar.



No quisiera expresar opinión sobre lo que dijo el
Presidente, sino más bien sobre lo que no dijo. Esas
pocas pinceladas sobre la política exterior revelan
una vez más la tendencia casi maniacal de nuestros
políticos a mirarse el ombligo y creer que los
estrechos márgenes de «chilito» son los confines de la
humanidad y hasta de la galaxia.



Claro que si se afirma más directamente que estamos
metidos en un berenjenal producido por el Sr. Bush y
sus acólitos que tienen al mundo al borde un crisis
energética de las más graves que se podrían prever,
sería bien distinto de andar anunciando diez mil pesos
para los más pobres que deben pagar microbus y
parafina.



De acuerdo a informaciones de la Unión Europea, una
ulterior desestabilización de la monarquía saudita
puede acarrear directamente su caída y en ese caso una
anarquía que tendría efectos brutales sobre el
petróleo en el mundo, no sólo a nivel de posibles
precios sino de oferta, de disponibilidad y de
consecuencia la creación de un escenario más de Orwell
que de los genios del FMI.



Tener una visión planetaria acotada, real, es más que
necesaria para un país como el nuestro que depende un
poco tanto de la globalidad y tengo la sensación que
de eso, poco o nada en el discurso presidencial.



Es una pena. Ojalá haya vientos de cambio en ese
sentido y antes del próximo aniversario de una derrota
marina que tanto festejamos, haya corrección sobre la
visión de mundo que tienen quienes nos dirigen.






  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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