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Mirko Macari
Por : Mirko Macari Asesor Editorial El Mostrador
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La lección de estos primeros días para el debutante inquilino de La Moneda parece ser la de que cuidar con celo su patrimonio es un ejercicio directamente proporcional al de hipotecar velozmente su capital político.


“Piñera busca cómo pagar menos impuestos por la venta de LAN pero nos quiere poner royalty a nosotros”, comentaba ayer un ejecutivo del sector minero algo ofuscado. La frase encierra la lógica de negocios que ha acompañado el clima comunicacional de la instalación del nuevo gobierno.

Y es que si esas primeras horas del 11 de marzo dieron la sensación de un Piñera encaramado en lo mejor de su perfil, es decir ejecutivo, veloz y realizador (las chaquetas rojas del Presidente y los ministros visitando la zona cero del terremoto resultaron todo un acierto), a poco andar el tema de las acciones de LAN encorsetó la agenda de La Moneda.

En una suerte de efecto dominó se reflotaron rápidamente en la prensa los otros grandes activos del Presidente, cruzados con el incómodo tópico de los conflictos de interés: Chilevisión y Blanco Negro.

Lo peor para Palacio es que, pese a que se le repitió hasta el cansancio al entonces candidato que esos eran flancos abiertos, la profecía se hizo realidad. La UDI, ofuscada por sus expectativas incumplidas en el nombramiento de ministros, subsecretarios, intendentes y autoridades gubernamentales en general, decidió cobrarse al contado la deuda notificándole a Piñera por los medios y en boca de su presidente, Juan Antonio Coloma, que esto debía resolverse ya, “así de simple y así de exigente”.

La lección de estos primeros días para el debutante inquilino de La Moneda parece ser la de que cuidar con celo su patrimonio es un ejercicio directamente proporcional al de hipotecar velozmente su capital político. Y con el peligro de que la famosa luna de miel de los primeros meses con la opinión pública sea arrasada como por un tsunami.

Se podrá esgrimir que el asunto está absolutamente chequeado con mil y una encuestas de la Fundación Futuro, y repetir de que para una mayoría de los ciudadanos el tema no es relevante o al menos no es percibido como un impedimento grave para ejercer la Primera Magistratura. Pero el conflicto no es con la ciudadanía, sino con la elite, en un país donde esa elite va configurando los contornos de la realidad social y política a sus anchas.

Esa misma elite defendió a Pinochet en su fuero interno contra informes de Derechos Humanos, juicios en Europa y todo tipo de tropelías, pero se divorció anímicamente del general con el tema de las platas del Riggs. El Money parece ser la piedra de tope en la tolerancia de los grupos dirigentes y Piñera se desliza peligrosamente por esa frontera.

Es cierto que puede que algunos grupos están notificando al Presidente de esta debilidad como mecanismo de presión para quedarse con una tajada o bien con toda la torta, principalmente Chilevisión (¡qué  sexy es tener un canal de televisión!). Pero el punto es justamente ese: cuando gobernar es comunicar y el control de la agenda es el mayor activo para cualquier staff de asesores, Piñera regala los primeros minutos del partido de manera infantil. Nada que no se pueda revertir en todo caso, a menos que el voluntarismo se imponga una vez más.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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