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El poker educacional de la minoría gobernante

Jorge Inzunza H
Por : Jorge Inzunza H Académico de la FACSO U.de Chile. Psicólogo de la Universidad de Chile. Magíster en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de París X Nanterre. Doctorando en Educación de la Universidad Estadual de Campinas UNICAMP.
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Podría ser una buena mesa de apuestas. Las nubes de cigarrillo, los vasos de whisky, las cartas prometiendo buenas jugadas, las miradas neutras cruzándose. Joaquín Lavín en su traje impecable hace de crupier. Mariana Aylwin sonríe y manipula cada una de sus cartas, jugando a intercambiarlas una y otra vez de posición. José Joaquín Brunner, un poco más desconfiado, observa de reojo al ministro crupier… pide otra carta. Harald Bayer colecciona cartas, suma los puntos que debe tener y estima el valor aproximado que podrían tener las manos de sus rivales. La nube de humo parece dibujar una niebla de las peores, más intensa que aquella de “Los Otros”, la película de Amenábar. Podría salir cualquier cosa desde esa niebla, y nadie se sorprendería.

El juego continúa. Diamantes, corazones, picas y tréboles circulan ágilmente por todas estas manos. El crupier anuncia: “Entonces mantenemos el discurso este del interés de los niños, usamos las palabras claves: calidad, educación pública, equidad, incentivos, SIMCE”… duda un poco. Como adivinando, Brunner le dice: “Semáforos mejor que no”. Todos se ríen de buena gana. Como susurros se escuchan el reverso del anuncio del crupier: “Fundación Chile, Universidad Diego Portales, Instituto Libertad y Desarrollo, Fundación Belén Educa, Universidad Los Andes, Universidad del Desarrollo…”. Bayer se apura y arroja un as de corazones a la mesa… y dice “lo importante es que los intereses minoritarios no nos obstaculicen”. Aylwin lanza una carcajada breve y piensa en las marchas de los profesores. El crupier suspira confiado: “tenemos al Ministerio del Interior con nosotros”.

“¿Y cómo la llamaremos?” pregunta Brunner, mientras estira el cuello en un gesto que no deja claro si quiere ver las cartas de Aylwin o simplemente relajar los músculos del cuello. El crupier pronuncia lentamente como degustando cada letra: “¡R-e-v-o-l-u-c-i-ó-n!” Brunner replica: “no exageremos, hablemos de Reforma, que se escucha raro en la boca de la derecha esa palabra”. Aylwin agrega: “tiene que quedar claro que serán políticas que continúen nuestros acuerdos previos”. Bayer se da vuelta, y manipula ávidamente una carpeta, saca una hoja y afirma: “La evidencia internacional sostiene que es mejor hablar de Reforma y de participación”. Zanjado el punto el crupier vuelve a barajar el naipe y resume, la redacción quedará así entonces: “Mejorar la educación es un tema central para Chile si aspira alcanzar el desarrollo, mejorando su productividad y la calidad de vida de su población. Por esto, el debate en esta materia debe ser constructivo. El objetivo principal es que los niños reciban una buena educación y no los intereses de grupos minoritarios. Por cierto que algunas de las medidas podrían no tener el efecto deseado o perder relevancia en la medida que el país avanza, es por este motivo que la política debe ser dinámica y reestudiada constantemente, evitando las modificaciones que respondan a ciclos políticos”. Aylwin parece ver algo en medio del humo y sentencia: “Perfecto”.

“Pero tenemos que pasar por el Congreso todavía” dice el crupier. Aylwin muy pragmática responde: “A la DC déjamela a mí, mientras se aumente la subversión… -se corrige inmediatamente-… la subvención, el Partido estará con ustedes”. Brunner agrega: “Lo importante es que se crea firmemente en los medios que estas son medidas de buen sentido, y apagar los discursos de ciencia ficción de algunos que insistirán en los típicos análisis estructurales apocalípticos”. Bayer asiente. Hojea un nuevo dossier con los últimos papers ingleses y estadounidenses, haciendo anotaciones al margen.

La última mano. El crupier reparte nuevamente  pide a todos que muestren sus cartas y la coincidencia de valores no da ningún ganador. El crupier sonríe confiado: “excelente, tenemos un buen consenso”. Se paran de la mesa, se despiden y cada uno abandona la habitación por una puerta diferente, sólo el crupier queda sólo en la habitación. Reúne el naipe en solitario para luego guardarlo en la caja. Con letras muy pequeñas se lee: 1980.

Y seguimos jugando con la misma baraja.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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