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“Patagonia sin represas” y “A favor del agua”

Rodrigo Álvarez Seguel
Por : Rodrigo Álvarez Seguel Abogado. Experto en derecho ambiental.
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Es de poca utilidad el declarar en una que otra conferencia de prensa, carta al director o columna de opinión que se rechaza tanto la hidroelectricidad como el carbón, pues la campaña publicitaria (aquella que tiene mayor impacto y llegada en la población “de a pie”, incluyendo a periodistas), se dirige exclusivamente contra la hidro.


La campaña publicitaria ‘Patagonia sin represas’ es, en el amplio sentido de la palabra, inédita en Chile. Si resulta un éxito o no, está por verse. Lo mismo puede decirse de su reacción, la campaña publicitaria de HidroAysén (en sus dos fases: “A favor de la corriente” y “A favor del agua”). Ambas campañas buscan, entre otros objetivos estratégicos, seducir a la mayoría de la población del país (o sea, al menos a más del 50%), pues en ese margen se juega la legitimidad/ilegitimidad del proyecto de Endesa-Colbún, y la posibilidad discursiva concreta de afirmar en público que “la mayoría de la población” dice tal o cual cosa.

Ambas campañas publicitarias se acusan mutuamente de cometer “mentiras”, “engaños” u “ocultamientos”. Incluso de campaña “del terror”. Más aún, cada propuesta no se asume a sí misma como campaña publicitaria, sino como campaña “ciudadana” en el caso de los ambientalistas y como campaña “informativa” en el caso de HidroAysén.

Ante todo, el reconocimiento de la matriz publicitaria de ambas campañas permite entender que más que cometer “mentiras”, “engaños” u “ocultamientos”, estas campañas buscan “seducir” más que “convencer”. No sólo por el tiempo que limita el formato publicitario, es impensable esperar que estos mensajes sean en sí mismos espacios de debate, en el cual las ideas racionales sean pesadas. A mayor abundamiento, “Patagonia sin represas” no pretende convencer a los ejecutivos de HidroAysén, así como HidroAysén tampoco pretende convencer a los ambientalistas. El margen de población en el cual se juega la mayoría absoluta (50% más una persona) de apoyo o rechazo es muy distinto al de los dos extremos mencionados. La publicidad actual se desarrolla en el contexto de la sociedad hipersegmentada (múltiples públicos con distinto tipo y/o nivel de educación, cultura, riqueza/pobreza, consumo de información, acceso a bienes y servicios, intereses, etc).

[cita]Es de poca utilidad el declarar en una que otra conferencia de prensa, carta al director o columna de opinión que se rechaza tanto la hidroelectricidad como el carbón, pues la campaña publicitaria (aquella que tiene mayor impacto y llegada en la población “de a pie”, incluyendo a periodistas), se dirige exclusivamente contra la hidro.[/cita]

Igualmente, es propio de la publicidad el uso de figuras literarias audiovisuales. Y es este punto el que clarifica el segmento al cual se dirigen (o deberían dirigirse) las campañas: “Patagonia sin represas” pone a las Torres del Paine cruzadas por cables de alta tensión (la persona informada sabe que el trazado del proyecto está mucho más al Norte de este patrimonio turístico). Por suparte, HidroAysén muestra la inconfortabilidad que causaría el viento (energía eólica) y el sol (energía solar) a una mujer que dice que estas opciones energéticas son insuficientes (dicha inconfortabilidad desaparece cuando habla de la hidroelectricidad, aun cuando la persona informada sabe el impacto económico, político y cultural que causa este tipo y tamaño de proyecto).

HidroAysén se plantea además como alternativa “limpia” al carbón (toda persona informada sabe que el metano que producen las hidroeléctricas es 34 veces más potente que el carbono para modificar el efecto invernadero). Al respecto, el lector podría pensar que el Estado se ha inclinado por el carbón en desmedro de la hidroelectricidad, pues Sebastián Piñera aprobó en días recientes la construcción de una megamina a carbón –a tajo abierto- en Magallanes (equivalente a unos 70 estadios nacionales, con los cual hay para abastecer al 40% de la demanda interna), además del visto bueno a la central Castilla del brasileño Euke Batista (cuyo proyecto se autodenominó –con poco tino en mi opinión- “el HidroAysén a carbon”, pues producirá más de 2.100 MW con este combustible en la Región de Atacama).

Razonablemente, usted podría decir “si se opta por el carbón es porque se desecha la megahidroelectricidad”, pero las evidencias parecen indicar que la disposición política del momento es aprobar todo lo que ofrezcan los grandes empresarios eléctricos (en desmedro de la entrada de nuevos agentes al mercado, a través de Energías Renovables No Convencionales). Prueba de ello es que el discurso del gobierno se centra hoy en anticipar “graves problemas” por sequía, lanzar una dudosa “campaña de ahorro energético” y bajar el voltaje a 110 V. O sea, la persona menos informada cree que aprobar todo “es necesario”.

En el lado opuesto, los ambientalistas dan la impresión de ser más permisivos con el carbón. Toda persona informada sabe que el discurso ambientalista es complejo, y que su rechazo al carbón es patente. Sin embargo, como ya se mencionó, es de poca utilidad el declarar en una que otra conferencia de prensa, carta al director o columna de opinión que se rechaza tanto la hidroelectricidad como el carbón, pues la campaña publicitaria (aquella que tiene mayor impacto y llegada en la población “de a pie”, incluyendo a periodistas), se dirige exclusivamente contra la hidro.

La apuesta ambientalista se basa en que los países dominantes del comercio internacional tarde o temprano forzarán a Chile a producir con menos carbono, y en consecuencia se deberían cerrar termoeléctricas a carbón. Entonces, parece razonable atacar a Endesa-Colbún porque el proyecto HidroAysén concentraría enormemente el mercado y obstaculizaría el floreciente desarrollo de Energías Renovables No Convencionales en Chile. Sin embargo, ¿cuan conveniente es esta priorización? ¿Será tan fácil revertir la inédita expansión del carbón y sobre todo sus impactos? Tarea para la casa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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