Cuando los libros para niños parecen naufragar en un mar de colores e ilustraciones, Geneviève Patte apunta en un sentido ligeramente distinto: los niños no necesitan un mundo dibujado en su escala; los libros para niños bien pueden contener ilustraciones que agraden también a los adultos. Lo básico es que las ilustraciones despierten la imaginación en vez de ocupar su lugar. Muchas veces basta una sola imagen para hacer sensible la atmósfera de todo un cuento.
La francesa Geneviève Patte ha contribuido como pocos a pensar ese espacio complejo y esencial que hay entre los libros, los niños y las bibliotecas, y lo ha hecho desde dentro, observando de cerca a los lectores y en contextos diversos: por cierto en Francia, pero también en varios países del Tercer Mundo en donde ha impulsado o coordinado proyectos de fomento lector.
De formación bibliotecaria, en su recorrido intelectual Patte ha defendido una serie de ideas que hoy parecen estar asumidas entre los especialistas, pero cuyo recorrido hasta el sentido común aún no se encuentra pavimentado. Cuando muchos entendían a la biblioteca como un simple apoyo para los objetivos de la escuela, Patte llamó la atención sobre la necesidad de desescolarizar la biblioteca y sacudirla de las obligaciones. Si para los niños la escuela sigue siendo el paradigma de la lectura programada y evaluada, la biblioteca debiese ser el espacio para la libertad de elegir, para el descubrimiento y el paseo sin guías ni preceptivas entre los libros. Conseguirlo no es una tarea fácil ni depende exclusivamente de los profesionales de la biblioteca; la escuela y los profesores deben reconocer en ella un espacio de formación distinto, legítimo y complementario a la dinámica escolar.
Otra de las dimensiones clave del trabajo intelectual de Patte ha sido la de pensar el modo en que se juzgan y seleccionan los libros para niños; un desafío importante si consideramos que, como ella misma señala, la función de una biblioteca es justamente la de «proponer en todo lugar y en forma gratuita una colección amplia, variada y, sin embargo, selecta de libros». Aunque juzgar libros infantiles en muchos sentidos no es distinto a evaluar libros para adultos, hay una diferencia fundamental: el bibliotecario que califica y selecciona no pertenece al público objetivo al que está dirigida la obra. De cualquier modo, en ambos casos el primer requisito es uno y común: haber leído mucho.
¿Qué debemos buscar en los buenos libros para niños? La respuesta de Patte no difiere mucho de la que podríamos ensayar en el caso de la literatura para adultos. Dice que debemos buscar una «noción de verdad», aquello que hace plausible el universo de lo imaginado: «Lo propio del mundo de la fantasía es su lógica interna, su coherencia, su consistencia, su credibilidad», sostiene.
Cuando los libros para niños parecen naufragar en un mar de colores e ilustraciones, Geneviève Patte apunta en un sentido ligeramente distinto: los niños no necesitan un mundo dibujado en su escala; los libros para niños bien pueden contener ilustraciones que agraden también a los adultos. Lo básico es que las ilustraciones despierten la imaginación en vez de ocupar su lugar. Muchas veces basta una sola imagen para hacer sensible la atmósfera de todo un cuento.
Buena parte de las reflexiones de Geneviéve Patte están contenidas en su libro Déjenlos leer, publicado en español por el Fondo de Cultura Económica. Hay una idea que cruza la treintena de ensayos incluidos en él: a Patte le gusta pensar en los usuarios de bibliotecas como gente —gente pequeña— que tiene preguntas. La biblioteca debe ser capaz de ayudar a responder esas preguntas dejando abiertas las puertas para otros hallazgos. Piaget decía que «todo lo que se le enseña al niño, se le está impidiendo inventarlo y descubrirlo». La biblioteca debe ser justamente ese espacio para los encuentros inesperados, para proponer y abrir la cancha.
Geneviève Patte inaugurará hoy el Primer Seminario Internacional de Bibliotecas Públicas con una conferencia a las 19:30 en el Hotel San Francisco. Es una buena oportunidad para escucharla.