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Razones políticas para cambiar el binominal

Máximo Quitral
Por : Máximo Quitral Historiador y politólogo, Instituto de Estudios Internacionales, U. Arturo Prat.
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La derecha ha tenido predominio en las segundas mayorías y esto le permite aprovecharse de la sobrerrepresentación que le brinda el binominal, así como del poder de bloqueo permitido en el Congreso.


A partir de las movilizaciones estudiantiles de 2011 en Chile, el debate político se fue ampliando progresivamente en la agenda gubernamental local. Paralelas a la gratuidad en la educación que esgrimieron los estudiantes al comienzo del conflicto con el gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014), se incorporaron otras cuestiones de corte político institucional y que se fueron extendiendo a todos los sectores sociales. Una de ellas fue el cambio del sistema binominal, aunque no existía claridad total en cuanto a qué tipo de sistema electoral se quería implementar. Precisamente el sentido de esta columna es entregar tres razones políticas para transformar el sistema binominal y romper con esa férrea defensa que hace la derecha para mantenerlo y también algunos grupos de la Nueva Mayoría. Es prudente señalar que un sistema electoral tiene la responsabilidad de transformar los votos en curules, constituyéndose en un elemento clave dentro de una democracia, puesto que equilibra las fuerzas de poder entre los distintos grupos sociales. En rigor, el sistema electoral tiene una relación directa con la legitimidad política dentro de una sociedad democrática. Es decir, si su efecto es correlativo al de la representación, ¿cuál es el sentido de mantenerlo, aun sabiendo que perjudica esa condición?

Desde la Nueva Mayoría los argumentos centrales apuntan a que el sistema binominal afecta a la soberanía popular y no tiene la capacidad de respuesta frente a las demandas ciudadanas. Por su parte, desde la derecha contraargumentan que hay tantos sistemas electorales como sistemas políticos en el mundo y que todos presentan fortalezas y debilidades, argumento bastante básico dentro de la discusión politológica. Probablemente sus planteamientos se deban a que han sido los más beneficiados con este sistema y son quienes han desarrollado una defensa corporativa de sus ventajas. Sin embargo, solo se han centrado en descalificar a quienes lo cuestionan, pero reiterando en que hay intereses políticos para su defensa.

[cita]La derecha ha tenido predominio en las segundas mayorías y esto le permite aprovecharse de la sobrerrepresentación que le brinda el binominal, así como del poder de bloqueo permitido en el Congreso.[/cita]

Aun cuando los planteamientos de la derecha parecieran razonables, en la práctica Chile sí está en una crisis de representatividad profunda, la cual se deriva desde el mayor enclave autoritario que se mantiene: el binominal. Es un sistema de elección excluyente, injusto, poco democrático y nada de competitivo, ya que cada coalición tiene asegurada la representación política, quedando relegada la decisión soberana en manos de las cúpulas partidarias. Es decir, los ciudadanos tienen poco o casi nada de injerencia en la decisión real, ya que se transforman en meros confirmadores de las opciones impuestas por la oligarquía política. Frente a eso, se presentan tres razones de fondo para cambiar el sistema electoral binominal.

La primera de ellas es que el binominal no favorece la creación de mayorías y menos aún genera beneficios políticos en la sociedad. Esto quiere decir que un gobierno requiere de un apoyo parlamentario suficiente para impulsar medidas políticas que tengan un efecto concreto en la ciudadanía. Lo único mayoritario es el distrito, pero solo dos son los elegidos y la regla de asignación de escaños tampoco es mayoritaria, ya que para que una lista logre obtener los dos curules, debe doblar a la lista más votada.

Como segunda razón, el sistema electoral binominal no genera proporcionalidad, entendiéndose esto como que la cantidad de votos sea proporcional a la cantidad de escaños que se logran en una elección, lo que a su vez se vería reflejado en la fuerza electoral de los partidos en competencia. Sin embargo, el binominal provoca distorsiones de la realidad, las que se acrecientan al interior de los bloques políticos, ya que cuestiones como el blindaje de candidatos, el candidato único o los pactos por omisión, restringen la representatividad y favorecen a ciertos partidos en desmedro de otros.

Finalmente, el sistema binominal debe ser cambiado, ya que beneficia a las segundas mayorías, como, por ejemplo, cuando una lista obtiene un 66% del respaldo ciudadano y otra un 33% y ambas llegan al Parlamento, las dos tienen las mismas atribuciones, siendo esto claramente un contrasentido. Más aún, la derecha ha tenido predominio en las segundas mayorías y esto le permite aprovecharse de la sobrerrepresentación que le brinda el binominal, así como del poder de bloqueo permitido en el Congreso. Acá está el verdadero resultado final del binominal: entregar un poder ilimitado a las minorías por sobre las mayorías.

Si entre estas explicaciones –aunque existen otras más– seguimos manteniendo el binominal como mecanismo de elección, la institucionalidad chilena seguirá a la baja, el desprestigio de la política irá en aumento y existirá una nula capacidad para sintonizar con las demandas ciudadanas. Además, se irá acrecentando el clima de inestabilidad y polarización política, lo cual es nefasto para la democracia. Por ello, existe un tremendo desafío por delante y se refiere a la transformación absoluta del binominal y no meras reformas del momento ni menos aumento de parlamentarios. Lo que se requiere es un sistema electoral que represente la pluralidad de ideas, que termine con la reelección indefinida y que se constituya en un espacio que entienda el nuevo Chile que se ha generado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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