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La DC en la encrucijada Opinión

La DC en la encrucijada

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La situación expuesta ya produjo y continuará produciendo sus efectos y no podemos cambiar la historia y los demócrata cristianos debemos reconocer que no formamos parte de las vigas centrales del gobierno y que sólo podemos cumplir en esas materias nuestras tareas esenciales en el ámbito parlamentario con todo lo que ello significa, al no tener conocimiento previo el partido de los proyectos más importantes que se envían al Congreso.


Hace un tiempo se ha venido deteriorando el ambiente político en que se desenvuelve la aplicación del programa de la Nueva Mayoría. Dicho escenario se agrega a lo que ya se había observado a partir del momento mismo de la configuración estratégica del gabinete de la actual Presidenta, gabinete que preservó para los partidos PPD y PS las cinco áreas claves en que el gobierno iba a desarrollar su vasto programa de transformaciones en los ámbitos políticos, económicos, educacional y afrontar los problemas de relaciones externas y las cuestiones mal llamadas de índole valórica.

Los hechos están ya suficientemente claros y en cierto modo macerados por los actores políticos y la opinión pública. La situación expuesta ya produjo y continuará produciendo sus efectos y no podemos cambiar la historia y los demócrata cristianos debemos reconocer que no formamos parte de las vigas centrales del gobierno y que sólo podemos cumplir en esas materias nuestras tareas esenciales en el ámbito parlamentario con todo lo que ello significa, al no tener conocimiento previo el partido de los proyectos más importantes que se envían al Congreso.

Así las cosas resultan absolutamente urgente y necesario practicar un análisis que vaya mucho más allá de ver las tendencias, planes de contingencia o estudios sobre sensibilidad de la opinión pública. Dichos ejercicios son ya insuficientes y procede realizar un análisis prospectivo, consistente, que permita asegurar la viabilidad y existencia del partido y lo que es consonante con aquello la capacidad de influir decisivamente en la contingencia sobre la base de la construcción oportuna de las políticas públicas y la correcta aplicación de las mismas.

Para esto es necesario situarnos en un estadio superior que mire no solo el corto plazo, (los nuevos proyectos de ley en actual tramitación o aplicación), sino el mediano y largo plazo a partir de identificar correctamente cuales son los ligamentos efectivos de la actual alianza programática, y sus efectos sobre el devenir político de la Democracia Cristiana, lo que implica construir inteligentemente los escenarios adecuados, considerando que nos esperan casi una decena de elecciones que se vienen en los próximos tres años, incluyendo además la conformación de un cuerpo de ideas capaz de dar vida a una nueva Constitución Política que modernice el país y sea aceptable para una gran mayoría ciudadana.

[cita] Por ello es tan grave el creciente desprestigio que se impone a todas y cada una de las acciones que ejecuta la Democracia Cristiana como ha ocurrido con la reforma tributaria en el que el estigma no ha llegado más lejos porque al final hasta la derecha se sumó a un proyecto que está comenzando a dar sus problemas y que en lo que se refiere a la materia educacional [/cita]

Ya no basta, en consecuencia, sostenemos con ir respondiendo a la coyuntura, a cada proyecto en particular, a cada frase hiriente que se diga contra el partido o sus dirigentes, significa hacerse cargo a fondo de que los motejamientos despectivos obedecen a algo más que exabruptos aislados y que corresponden a una conducción ideológica absolutamente premeditada y de alcance profundo en virtud de la cual se desea por un número significativo de miembros de la Nueva Mayoría el intento de hegemonizar completamente la aplicación del programa y no descartamos se busque en definitiva la minimización electoral cuando no la destrucción de lo que representa el último partido social cristiano importante de América Latina.

Para comprender mejor estos escenarios que hay que construir es preciso recordar que también el partido se enfrentó una situación de tensión similar en 1987a 1989. En efecto, con ocasión del análisis estratégico para buscar el escenario correcto para la batalla decisiva contra la dictadura militar, también debidos enfrentar interna y externamente una situación compleja como la de hoy, con la diferencia que en esos tiempo dada la envergadura que poseía la Democracia Cristiana y la preparación de sus cuadros para gobernar era incuestionablemente muy distinta al actual y por ello la situación se planteó básicamente dentro del campo de las diferencias internas. Algo así ocurre hoy, pero en menor grado cuando alguna parte de nuestros militantes, pareciera estar dispuesto a sacrificar la viabilidad a largo plazo, a cambio de mantener al partido en esferas de gobierno con sus consabidas efímeras ventajas, aun cuando ello implique en realidad negarse como el avestruz a ver el verdadero problema que se nos viene encima.

Construida la actual alianza programática con partidos con mayor sensibilidad de izquierda (neomarxistas o francamente social demócrata), la Democracia Cristiana aparece en un extraño vagón solitario que asilado en sus ancestrales filosofías es despreciado, ya caso sin cuidar las formas, al señalarlos más que un aliado o socio esencial y estratégico como un partido que solo busca frenar las grandes reformas o incluso servir oscuros intereses en el  ámbito económico, educación u otros, aunque ello sea manifiestamente falso. Lo importante es la imagen que se quiere dejar en el cuerpo ciudadano.

La situación descrita es de por si insostenible, en esas condiciones no puede existir una sociedad que realmente de frutos y es altamente probable que ello derive en una fractura mayor a la actual, sino se corrige de raíz la forma como se relacionan los cinco o seis miembros de la Nueva Mayoría que no son la Democracia Cristiana, y un partido Radical que mira cómo se desarrolla este proceso guardando silencio respecto de la campaña para jibarizar a la Democracia Cristiana.

Si nos atenemos al mínimo cuidado que tendría un estratega que moviera sus fuerzas en el campo de la lucha de ideas no cabe la menor duda que hay que levantar la cabeza y mirar el horizonte. Hecho aquello podremos observar que reducidos de 25 o 5 Ministros y a un número de parlamentarios muy valiosos y combativos y largamente inferior al de nuestros aliados la dinámica propia de las fuerzas políticas hará inviable que la democracia cristiana pueda alguna vez conducir los procesos de cambio que el país pensamos necesita. Nuestras preocupaciones serían un poco menores si viéramos que la conducción política de Chile, en lo económico, social y educativo estuviese a tambor batiente, pero no es el caso y vemos con preocupación que se han desarrollado pretensiones de reformas que se están alejando de la realidad, de la que es necesario para hacer los grandes cambios estructurales que Chile requiere.

Las cosas en política producen su efecto de inmediato y las acciones que se anuncian o las omisiones que parecen eternas producen efectos inmediatos en las sociedades máxime si el ciudadano chileno es mucho más informado de lo que se cree y operan redes sociales de incalculable repercusión.

Si proyectamos el actual escenario en un ejercicio estratégico de mediano plazo es incuestionable que observaremos que será casi imposible enfrentar una primaria contra todos los demás partidos y probablemente tal como vamos nos encontramos en un horizonte de extrema complejidad que implicaría que desde el año 2000 al año 2022, no habría presidente demócrata cristianos.

Es conveniente no olvidar por puro realismo que los poderes llamados fácticos o simplemente los reales poderes económicos están en condiciones de generar sus propias dinámicas y ese es un hecho que en un estudio de escenarios no puede ser sino seriamente considerado, a menos obviamente que alguien esté pensando en una insensata revolución. El país está consciente que el 80’% de la economía es privada y que si bien el Estado debe cumplir un rol clave, es ese sector el que mueve el país.

Por su lo anterior fuera poco entre los numerosos ejercicios electorales que vienen nos encontramos con complejas elecciones de alcaldes que no se divisa fácilmente como se enfrentarán por tratarse de una elección unipersonal y del mismo modo es claro que en el horizonte parlamentario los nuevos distritos y números de parlamentarios hará cada día que la elección sea más de las ideas que de los caciques locales y por ello es tan grave el creciente desprestigio que se impone a todas y cada una de las acciones que ejecuta la Democracia Cristiana como ha ocurrido con la reforma tributaria en el que el estigma no ha llegado más lejos porque al final hasta la derecha se sumó a un proyecto que está comenzando a dar sus problemas y que en lo que se refiere a la materia educacional, ya estamos viendo que los escenarios previstos por las autoridades están lejos de la realidad que el proyecto inicialmente presentado, al igual que el tributario, desconocidos en su origen para los partidos, tendrán que ser reestudiados en la última instancia legislativa para después en la aplicación práctica seguramente ir efectuando correcciones en su aplicación práctica.

Cabe entonces preguntarse si es casual o no que estas dos grandes reformas se están ejecutando aplicando en esta forma y a veces cambiando el acuerdo programático que es la base de sustentación política del gobierno. Es difícil suponer que hayan sido políticas de mera torpeza por lo que a nuestro juicio se trata de deliberadamente plantear una forma de interpretar un acuerdo programático en todas las materias que sea necesario de forma tal que siempre la Democracia Cristiana esté obligada por idealismos políticos y fidelidad a sus principios, a poner frenos, establecer matices, efectuar deliberaciones privadas y desarrollar un conjunto de actividades que junto con salvar en cierto modo la viabilidad de la política pública de que se trate, implican soportar una crítica inmisericorde y permanente, un desprecio que apenas se controla en lo público que abunda en sarcasmos y que en privado adquiere ribetes muy graves.

Lo expuesto no tiene relación con el pasado o por menos si tomamos en cuenta la lucha contra la dictadura y los primeros años de la democracia. La conducta de la Democracia Cristiana fue de notable generosidad y se compartió en actitud de confianza con los socios de la izquierda y no es necesario porque resulta de mal gusto traer a colación el conjunto de nobles y valientes defensas de la vida de todos sin distinción. Cabe entonces preguntarse cuál es la razón de esta conducta tan reiterada y la respuesta no puede ser otra que la dimos más arriba. Se trata simplemente de impedir que lo que nosotros somos tenga influencia en las políticas públicas relevantes para modelar un país que cada día se aleja más de los principios del humanismo que profesamos. La aplanadora apunta a eliminar la influencia Demócrata Cristiana y ya no se trata de cargos sino del ser nuestro.

El análisis realizado no se basa en consecuencia en considerar hechos aislado o anécdotas, algunos listados que aparecen en la prensa, sino que busca una respuesta profunda y buscar dar una interpretación de los hechos en su conjunto como corresponde hacer en un correcto análisis de los escenarios y permite construir en una simple respuesta consistente en que detrás de todo lo que se busca en dejar a la Democracia Cristiana como un partido retardatario, conflictivo y lo que es decididamente grave comprometido con espurios intereses económicos como se nos motejó a propósito de la reforma tributaria y ahora en la educacional seguramente ocurrirá con materias constitucionales.

Atendido que la Democracia Cristiana es el único partido exitoso que ha conducido reformas revolucionarias como las de Frei Montalva, de carácter permanente y consistente y que, además, ejecutó, nada menos que la transición a la democracia, rota por la irresponsabilidad de otros, no cabe la menor duda que nuestra respuesta debe ser enérgica clarificadora.

A nuestro juicio deben tomarse medidas que la ciudadanía observe como tales en respuesta a las agresiones que hemos sido objeto.

La Democracia Cristiana debe reafirmar su vocación con las reformas laborales y previsional y también con la corrección verdadera y racional al modelo económico en lo que se dice relaciona los mercados y la forma como está estructurada la economía, materia que no pasa solo por la cuestión tributaria como algunos personeros del actual gobierno han querido hacer creer al país.

La DC debería afirmar su decidido acuerdo de proceder a construir un nuevo consenso constitucional que se traduzca en una nueva Constitución Política, utilizando métodos democráticos, inclusivos, pero decididamente destinados a cambiar el actual orden institucional, porque no es posible continuar con reformas a la actual Constitución como la elección de intendentes o cambios en la Corte Suprema que constituyen modificaciones aisladas a un cuerpo constitucional que debe ser tarea esencial para nuestro partido que fue líder del grupo de los 24 y que ha sostenido invariablemente que la Constitución actual carece del suficiente consenso y legitimidad histórica.

La situación política actual necesariamente debe ser analizada tomando en consideración un hecho extraordinario y relevante. Los tiempos presentes son muy diferentes de los acontecimientos de la década del 60 e incluso del 80. Se ha entrado en un proceso de cambios tecnológicos extraordinarios que están modificando incluso las formas de pensar. Estamos pasando de una edad en la cual la escritura era esencial para el conocimiento y el aprendizaje, a una época digital que modifica la forma de pensar de las nuevas generaciones. Es menester tomar en consideración que la población de Chile en el año 1970 estaba constituida por 8.884.115 personas. Hoy día, la población chilena es aproximadamente de 17.500.000 habitantes. Vale decir, hay 8.615.885 que no habían nacido al tiempo de los hechos de la fractura histórica del país de 1973. Hay una crisis cultural importante producto de un cambio sustancial en la forma como se está configurando la sociedad. La lucha o combate no es entre el estado y el sector privado, como muchos equivocadamente entienden la materia. La visión nuestra humanista y fundamentalmente social cristiana afirma que ante el Estado se encuentra la sociedad, en las cuales existen miles de redes y sociedades o cuerpos intermedios que deben ser desarrollados y estimulados. La actividad política no puede quedar reducida a un simple análisis de los proyectos que propone el gobierno, sino que es indispensable  desarrollar las ideas centrales de nuestro pensamiento y proponer cambios en áreas estratégicas. Para esto es necesario que la Democracia Cristiana pase jugar un rol activo y propositivo.

No podemos eludir que nos encontramos en un medio en el cual las ideas que tenemos sobre la sociedad y el mundo, se confrontan con otras formas de pensar. Es menester no eludir la confrontación de ideas, sino que hacerla efectiva, desde una perspectiva positiva. La Democracia Cristiana, tal como propone el Papa Francisco para la Iglesia, debe ir más allá de sus propios organismos y roles tradicionales y salir a la periferia; es decir, ir al mundo, dialogar con el, abrirse a pensar la sociedad de una manera diferente al solo y exclusivo individualismo. El ideal del comunitarismo que está en el nervio central de nuestra doctrina, debemos desarrollarlo, y debatir verdaderamente con quienes no comparten nuestros puntos de vista. la democracia es una sociedad donde debe haber controversia y no sumisión simple a las ideas de otros, que se encuentran muy alejados del humanismo cristiano. Afirmar la identidad de la Democracia Cristiana, no es un eslogan, sino que es una misión. Todos los democratacristianos deben colocarse en la tarea de que deben comprometerse en una misión de encuentro con toda la sociedad, con sus múltiples expresiones y complejos problemas. La batalla por las ideas, hoy, la estamos perdiendo. Por eso hay que salir de nuestro encierro partidario, mirar todos los temas en un proceso continuo de análisis, reflexión y proposición. Debemos eliminar todas las exclusiones. En nuestro país nadie sobra. Debemos escuchar y no colocar oídos  sordos cuando la sociedad se expresa en múltiples problemas que la afectan seriamente. No debemos tener temor a debatir y en su caso, llegar a acuerdos, porque así se construye una democracia renovada. La estructura actual de la economía, se encuentra actualmente notablemente concentrada, afectando seguramente la productividad de la misma. Sin temores hay que ver la manera de tratar esa concentración económica para que existan mayores dosis de igualdad. La influencia de los poderes fácticos en la política -financiamiento de las campañas-, debe ser eliminada para que así las organizaciones políticas adquieran mayor independencia y autonomía. La democracia cristiana debe escuchar a la calle, porque en los reclamos y protestas hay un fondo de verdad.

La Democracua Cristiana debe proyectar su contenido doctrinario y político de corresponder a un movimiento nacional y popular, tal como afirmara, ya en el año 1953, Eduardo Frei Montalva al sostener que:

«Tenemos sentido de Nación de Pueblo. Y en estas dos grandes ideas comienza a definirse nuestro aporte creador. Frente a los que quieren el partido, antes que la patria; el gremio antes que la Nación; el círculo, la clase, o la raza, antes que el bien común; la demagogia, antes que la justicia, hemos definido una posición constructiva, creadora, nacional… Es eso es tener confianza en una política popular no fundada en el hierro; no fundada en el blando alago del mesianismo que se hace una imagen falsificada de la vida, sino en el tremendo misterio, de que en los pobres, en el proletariado interno al decir de Toynbee, está la renovación y el gran légamo vivo de donde surgen los grandes movimientos que cambian la Historia. Esa es nuestra política: Nacional y Popular».

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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