Señor Director:
Las aulas de la Universidad de Chile conviven con la represión y persecución política. Por un lado, el Centro de Estudiantes de Derecho institucionaliza la discriminación con un estatuto que no permite que nadie compita electoralmente sin compartir un ideario «anticapitalista», “antiespecista” o «antiimperialista». Por otro, expulsaron a una alumna de su sala de clases solo por pensar distinto.
Aquí vale recordar lo que alguna vez dijo Benedetto Croce “la violencia no es fuerza sino debilidad, nunca podrá crear cosa alguna, solamente la destruirá”.
Las autoridades de esta institución no pueden hacer vista gorda, pues no es el prestigio o el renombre de la universidad lo que está en juego, sino algo mucho más importante y noble: el derecho humano a la libertad de expresión.
Nicolás Martins
Fundación Para el Progreso