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¿Amarillos o patrones de fundo? Opinión

¿Amarillos o patrones de fundo?

Al decir los Amarillos que “sienten” que el proceso constituyente no está siendo llevado según lo que ellos estiman, que les “parece” que no es lo correcto que se presenten propuestas que ellos estiman incorrectas, están precisamente actuando como patrones de fundo. Olvidan ellos que el quórum del Pleno, elevadísimo, fue defendido con uñas y dientes por varios de los firmantes de la carta amarillesca, y que el plebiscito y la elección de convencionales fue contundente. No obstante, arguyen que la reciente elección presidencial demostró que la derecha es más relevante que el 20% que obtuvo en la consulta ciudadana y las elecciones posteriores. Olvidan que para el plebiscito no solo la izquierda hizo campaña por el apruebo, sino que también buena parte de la derecha; el resultado presidencial no puede ser tenido a la vista para sostener que la derecha, anticipadamente además, rechazará el nuevo texto constitucional.


No cabe duda alguna que el proceso constituyente genera, y generará, la atención de buena parte de la ciudadanía. Todos, cual más cual menos, realizan presagios diversos respecto del derrotero del proceso; unos auguran luces, otros oscuridad.

Respecto a la génesis del proceso, todos la instalan en los hechos ocurridos a partir del 18 de octubre de 2019; el estallido que ese día ocurrió, tuvo a su vez una génesis de la cual no se han hecho responsables aquellos que, en algún momento de la transición iniciada el año 1989, se transformaron en fugitivos del deber y se concentraron en emitir boletas para recibir financiamiento de grandes empresas. Moreira lo dijo: todos lo hacían, directa o indirectamente, sin ningún pudor y los que no lo hacían, simplemente miraron para el lado. En otras palabras, se entregaron a la corrupción. El ciudadano y la ciudadana de a pie, el que se sube a la micro y viaja horas para ir y venir, el que paga impuestos, el pequeño empresario, etc., vio los escándalos, las explicaciones burdas, las defensas de lo indefendible y se aburrió.

¿Fue todo malo? Afortunadamente no, pues hoy, aunque con grandes deudas a cuestas, existe una masa ciudadana educada y que es capaz de entender y darse cuenta cuando les quieren meter el dedo en la boca. A partir de ahí (de la educación y, por cierto, de otros múltiples factores), Chile ha avanzado hacia una sociedad donde se tolera la diversidad y se aprecia la
existencia de muchas miradas, variadas formas de ser y pensar. Esa masa educada es la que se manifestó masivamente en las diversas marchas que se llevaron adelante en todo Chile, y producto de tales movimientos es que se logró llegar al proceso constituyente que hoy se encuentra en tierra derecha para alcanzar el texto que será sometido a plebiscito durante este
año. Es una masa nueva, joven, y con una mirada del mundo más solidaria y optimista.

El proceso ha sido objeto, como anotábamos antes, de augures de diversos desastres que, primero ante las propuestas de los otrora candidatos a la Convención, y luego en los inicios de la misma, avizoraban que el resultado sería nefasto, pues se pretendía partir de cero. La liviandad de tal afirmación se ha mantenido desde un comienzo, pues la partida de cero,
además de ser imposible, no ha sido propuesta. Recuérdese que, lógicamente, el texto constitucional deberá contemplar un cúmulo de normas que establezcan el itinerario que se seguirá para abandonar la antigua casa e instalarse en la nueva. Ese itinerario deberá señalar por dónde empezar y los tiempos necesarios para construir la nueva casa. Es decir, la nueva
Constitución no es la nueva casa; es el plano para construir la famosa casa y serán los parlamentarios, en el nuevo Congreso, sea unicameral o bicameral, quienes deberán construirla mediante diversas leyes que, respetando el texto y el itinerario constitucional, permita que nos traslademos sin mayores inconvenientes.

A la fecha de redacción de esta breve columna, la Convención ha aprobado ya algunas normas que, probablemente, lleguen al texto final tal como fueron aprobadas. Hasta el momento, y a pesar de algunas propuestas descabelladas, nada del otro mundo ha sido aprobado. Sin embargo, aparece un número importante de, en su mayoría, personas que se encuentran muy a gusto en la actual casa que nos cobija; es decir, son incumbentes. En esta casa les ha ido bien, pueden viajar, la mayoría en primera y a destinos exóticos a disfrutar espectáculos deportivos, y tienen también acceso a dependencias exclusivas de la casa que se resisten a dejar. Amarillos se dicen, y claman en tiempo futuro que estarán, criticarán y levantarán la voz si, como se huele, se propone alguna locura chavista que lleve a nuestro delgado país al desastre. Escucho a Warnken y a De Gregorio y “sienten” que puede ocurrir algo así; les preguntan qué es lo que concretamente estiman descabellado hasta ahora y simplemente exponen que “sienten”, dicen que “les parece”, sin señalar nada preciso. Les preocupa, particularmente, que no se excluya a la derecha; pero es cosa de ver las votaciones del Pleno de la Convención y se podrá apreciar que en diversos artículos también se contó con el apoyo de parte de la derecha. En otras palabras, los que se excluyen, al parecer, solo son los de aquella derecha más conservadora y no la centroderecha, como afirman los Amarillos.

Luego, el reclamo de la carta firmada por tantos próceres parece más de patrones de fundo que de Amarillos (se definen como aquellos que son razonables, que hacen las cosas de manera gradual y responsable). El patrón de fundo, ya lo decíamos hace algún tiempo, es el que sostiene que las cosas deben ser como él afirma que deben ser, que cualquier otra posibilidad es, fíjense, desastrosa; él dispone, por sí y ante sí, cuándo se va por el buen camino y cuándo por el torcido. Por cierto, cualquiera que no siga sus designios es un paria, un elemento negativo, indigno de ser tenido en cuenta y, ante cualquier amenaza a sus convicciones, no vacila en tomar las acciones correctivas que él estima pertinente. El Estado de Derecho es él.

Así, al decir los Amarillos que “sienten” que el proceso constituyente no está siendo llevado según lo que ellos estiman, que les “parece” que no es lo correcto que se presenten propuestas que ellos estiman incorrectas, están precisamente actuando como patrones de fundo. Olvidan ellos que el quórum del Pleno, elevadísimo, fue defendido con uñas y dientes
por varios de los firmantes de la carta amarillesca, y que el plebiscito y la elección de convencionales fue contundente. No obstante, arguyen que la reciente elección presidencial demostró que la derecha es más relevante que el 20% que obtuvo en la consulta ciudadana y las elecciones posteriores. Olvidan que para el plebiscito no solo la izquierda hizo campaña por el apruebo, sino que también buena parte de la derecha; el resultado presidencial no puede ser tenido a la vista para sostener que la derecha, anticipadamente además, rechazará el nuevo texto constitucional.

Pero los Amarillos dicen que si se hace como ellos dicen, con diálogo (que es lo que más ha habido en la Convención), con mesura (que es lo que ha primado en las votaciones del Pleno), y sin destruir “lo bueno” (destrucción que nadie ha propuesto, sin perjuicio de los “cabeza caliente” que no han prosperado en la Convención, pues son minoría), ellos estarán conformes y no elevarán la voz; pero es condición sine qua non que las cosas se hagan como a ellos les parece y no como estimen los convencionales. Esta es otra particularidad del patrón de fundo: todos los demás están equivocados. Solo ellos poseen la fórmula adecuada para que las cosas ocurran correctamente. La pretensión de estos Amarillos me parece excesiva; más decente y humilde hubiese sido que los firmantes, muchos académicos y destacados profesionales, se pusieran a disposición de la Convención, del país, y no en una postura donde inevitablemente se cae en el catastrofismo. Parece que los otros firmantes, destacados fugitivos del deber y que no tienen más amor que el que han perdido, patrones de fundo a la larga (el abismo les devolvió la mirada), pesaron más.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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