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Si no fueron los 30 pesos, ni los 30 años…¿qué fue, entonces?

Por: Aníbal Wilson P.


Señor Director:

Realmente, ¿qué nos pasó?  Es ese, precisamente, el dilema, conflicto o más precisamente, el gigantesco rompecabezas que la Convención Constitucional aborda, se empeña y delibera, con toda clase de dificultades, en procurar concebir la mejor forma  de sondear y  diagnosticar, (para poder liberarse del vendaval de falsedades, chismes y una incitación al odio persistente, como también de la perplejidad generalizada por la violencia, delincuencia y otras pocas «turbulencias») presumiendo y para decirlo en buen chileno, preguntándose los convencionales, … ¿qué cresta nos pasó?

Eso!, queríamos curar, aliviar, sanar nuestro cohabitar. Y es en lo que están, buscando reparación y enmienda con los instrumentos y herramientas adecuadas a su alcance.

No faltan los ingeniosos que despliegan su in-genio (falta de) proclamando que «el remedio será peor que la enfermedad».  Y es que el tratamiento completo, no sólo unas pastillitas, algunas más potentes que otras, lo conoceremos en su integridad, únicamente cuando este buen facultativo termine de examinar prolijamente al enfermo. Sólo ahí, y por fin ahí, lograremos advertir que la disputa de las visiones políticas enfrentadas no se produce hasta que el debate se zanja en una votación y sin olvidar que para que hubiese unidad, tuvo que haber división. Fuimos nosotros, todos y todas, quienes elegimos al ilustre catedrático de las muchas cabezas, encajado ahora en el rompe-cabezas. Y con una clara misión, la de variar y modificar urgentemente, el tratamiento que no daba los buenos resultados esperados y que asomaba claramente como añejo, dada la gravedad del paciente.  La parentela, hoy por hoy, de todos los signos, grados y linajes, con gran algazara, pone en duda ciertas inyecciones a la vena, otras pociones o infusiones tremendamente «fuertes y peligrosas» y se resisten a los cambios que, ¡claman al cielo!  terminarían por matar al enfermo.

Contrariamente, el no llevar a cabo los cambios necesarios, es por cierto, lo que podría terminar con la vida del demócrata-doliente, nuestra alicaída y hoy amenazada democracia.

Eso nos pasó, y el mundo ahora nos mira y…admira.

 

 

Aníbal Wilson P.

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