Señor Director:
Basta una breve revisión de la prensa nacional y su cobertura de diversas catástrofes para darse cuenta de la eterna y circular discusión: declarar o no zona de catástrofe, escuchar o no a las autoridades locales. No puedo dejar de recordar el testimonio del Alcalde de Punitaqui quien cuenta que no sólo tuvo que viajar a Santiago para convencer al entonces presidente Frei Ruiz-Tagle sobre la gravedad del impacto del terremoto del’97, también relata que estuvo jornadas enteras esperando que algún ministro como Insulza o Lagos escuchara las necesidades de reconstrucción de su comuna. El centralismo de este país muestra una de sus peores caras cuando las localidades alejadas de Santiago y de la concentración del poder político, necesitan ayuda urgente.
Los desastres socio-naturales son contrarios a las agendas de reducción de gastos públicos. En efecto, como bien dice Magdalena Gil, los desastres «tienen su propia agenda». Como traspasan la lógica de los presupuesto planificados, hay que hacer gastos
Ya Naciones Unidas a través de UNISDR, señalaba en 2015 que Chile estaba entre los 10 países más catastróficos del mundo, debiendo desembolsar miles de millones de dólares en reconstrucción por no haber invertido en prevención y mejorar la mitigación de riesgos.
En lo que va del año, sólo hasta febrero, ya sabemos que deberán reconstruirse zonas post terremoto en Tongoy, otras post inundaciones de localidades nortinas, y otras después que terminen los incendios en zonas del sur, pero ya se están reconstruyendo las zonas incendiadas de la 5ta región (las de enero 2019, y las de años anteriores). Y seguimos a la espera de una nueva institucionalidad prometida hace más de 9 años y 3 gobiernos distintos. Un país en constante discusión sobre las zonas de catástrofe, viviendo continuamente desastres, reconstrucciones y demorándose tanto en generar acciones y no reacciones.
Paulina Vergara S
Académica INAP UdeChile-FACSO UAH