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Piñera 2.0: llega la Concertación de derecha Opinión

Piñera 2.0: llega la Concertación de derecha

Pedro Santander
Por : Pedro Santander Director Deep PUCV
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Piñera dio por finalizada la primera transición y anunció la segunda, la que empieza con él. Mucho se ha hablado en el último tiempo acerca de un fin de ciclo en Chile, de la muerte de ese período que comenzó en 1990 con la recuperación de la democracia. Entre otros, el fin del binominal, el fin de la Concertación y la aparición de una tercera fuerza política (el FA), serían indicadores de que una etapa se cierra. Piñera también lo cree y discursivamente le pone fin a una e inicio a otra y, al hacerlo, se plantea metas, antes que plazos.


Si quisiéramos hacer –un poco a la rápida– un análisis del discurso de las primeras palabras de Sebastián Piñera como Presidente en el balcón de La Moneda, podríamos decir que en esta pasada pudimos oír a un Piñera político y no a uno tecnócrata, como ocurrió el 2010. Sebastián 2.0 vuelve como gobernante, no como gerente.

El nuevo Presidente usó sustantivos fuertes para dirigirse al país: acuerdo nacional, primera y segunda transición, Estado, familia chilena, Dios, etc. Lo vimos lejos de ese Piñera 2010 que apostaba por el pendrive. Este Piñera apuesta por la proyección política de su sector, por quitarle al bloque neoliberal progresista –hoy dividido– la conducción política del Estado, y que sea por un buen tiempo.

Piñera dio por finalizada la primera transición y anunció la segunda, la que empieza con él. Mucho se ha hablado en el último tiempo acerca de un fin de ciclo en Chile, de la muerte de ese período que comenzó en 1990 con la recuperación de la democracia. Entre otros, el fin del binominal, el fin de la Concertación y la aparición de una tercera fuerza política (el FA), serían indicadores de que una etapa se cierra. Piñera también lo cree y discursivamente le pone fin a una e inicio a otra y, al hacerlo, se plantea metas, antes que plazos.

Desarrolla explícitamente una reflexión acerca de un tema central en política y en la correlación de fuerzas que se establece: el Estado. Promete “recuperar” el Estado, un Estado que en la primera transición fue comandado por el neoliberalismo progresista, especialmente por el eje PS-DC. Más que la alternancia, Piñera da a entender que lo que al pasar de una transición a otra se pone en juego es quién la comandará. Se va a la conquista de la fuerza que otorga la posibilidad de ser los conductores del Estado. Ahora le toca a la derecha ser Concertación, ser centralidad política.

También en el tema económico se sirve de sustantivos densos: “Cuidaremos los equilibrios macroeconómicos y los equilibrios fiscales”. Es el dogma neoliberal, es como decir “marxismo-leninismo”, pero al revés. Y en lo valórico su promesa de que “vamos a fortalecer la familia y recuperar la natalidad” es la contracara doctrinal de su bloque: neoliberal puro en lo económico, puritanos en lo valórico. Nadie duda respecto de qué modelo de familia quiere fortalecer Piñera, ni a qué derecho de la mujer se refiere cuando habla de la natalidad, desde el balcón de La Moneda. No hay duda, su prodestinatario es la derecha dura.

Pero su paradestinatario es la clase media. A ella le dedica su primera promesa concreta como Jefe de Estado: el Programa Red de Clase Media Protegida. No solo el sintagma nominal (“clase media”), también el adjetivo (“protegida”) es importante. Desde su posición de clase y de poder, se erige como un protector de otra clase.

Y para finalizar… un interdiscurso para el contradestinatario: el Frente Amplio. El país, dice el Presidente, se construye con “la mano abierta y no alzando el puño cerrado”.

Quedó claro, pues, que la derecha está determinada a dejar de ser fuerza política secundaria en la conducción del Estado y pasar a liderar la nueva transición, reemplazando en la dirección al actor desgastado por 25 años de administración que se quedó sin pueblo y sin coalición. También quedó claro a quién entiende el Gobierno Piñera como su evidente adversario.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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