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Prevención participativa de incendios forestales: una propuesta concreta Opinión

Prevención participativa de incendios forestales: una propuesta concreta

Alfredo del Valle
Por : Alfredo del Valle Fundación para la Innovación Participativa.
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Escribo esta columna como viñamarino que observó el mega-incendio en vivo y en directo, y como metodólogo de la innovación participativa que quisiera contribuir a que algo así no se repita.

 

¿Dónde está el problema de fondo? Está en nuestra cultura de adaptación, reactiva y simplificadora, que nos despierta y nos moviliza como sociedad solo después de las catástrofes, pero jamás lo hace antes: una cultura que opera a todo nivel y en todo lugar. Se despliega el heroísmo y la eficiencia de bomberos y brigadistas, vuelan helicópteros con enormes sacos de agua, las autoridades monitorean lo que ocurre y toman medidas de emergencia para albergues, centros de acopio, frazadas y alimentos. Los canales de televisión repiten las escenas dantescas del fuego, el humo y las familias que huyen para salvar sus vidas. Se activa la solidaridad popular espontánea con donaciones generosas y voluntariado. El Estado aporta recursos especiales para los que perdieron sus casas y sus historias personales. Y se trata de encontrar a los culpables de dar inicio a cada incendio.

 

Pareciera que estamos frente a un poderoso ritual de sacrificio de nuestra cultura, que se pone en escena catástrofe tras catástrofe. Sus víctimas suelen ser las familias más vulnerables; sus oficiantes, el sistema político y los medios de comunicación; y su reiteración, la fuerza que nos convence de que estos eventos son cosas del destino y que ante ellos solo cabe agachar la cabeza y resignarse.

 

No intento criticar aquí este paradigma cultural ni su ritual de afirmación, sino tenerlos presentes como trasfondo. Intento otra cosa: proponer su reemplazo por un paradigma diferente, emprendiendo como sociedad un esfuerzo deliberado para hacerlo. ¿Es posible transformar una cultura?, ¿se puede construir en Chile una cultura de prevención, anticipación e innovación en forma intencionada? Sí, se puede, y lo hemos realizado en otros campos. Hace un cuarto de siglo pusimos en marcha un esfuerzo de este tipo en seguridad de tránsito, que descubrió y ejecutó más de 120 innovaciones concretas. Las muertes dejaron de crecer; Chile salvó 15.000 vidas, y evitó 300.000 lesiones totales y 50.000 graves, mientras todo el transporte crecía; el país alcanzó índices de seguridad cercanos a los de países avanzados; y logró un cambio cultural notorio en los conductores, que ya no arremeten contra peatones y ciclistas sino los cuidan por ser más vulnerables. Y consiguió esto con costos 50 veces menores que sus beneficios, según criterios de los organismos internacionales.

 

¿Cómo se logró todo esto, y cómo se lo puede hacer para prevenir los incendios forestales? Aplicando dos criterios básicos de factibilidad. Primero, entendiendo que estamos ante un problema “maligno” o de alta complejidad ––con gran número de actores, conflictos, temas, disciplinas relevantes y culturas––, que no se puede simplificar sino se debe enfrentar en todas sus dimensiones. Segundo, entendiendo que la alta complejidad tiene un solo camino eficaz para abordarla, que es la participación “fuerte” y activa de todos los involucrados. Los caminos autoritarios y tecnocráticos que miran el desafío desde afuera, y la participación “débil” que solo recoge información, no bastan. Es la propia comunidad en riesgo la que se tiene que hacer cargo en cada lugar, y para ello debe contar con herramientas eficaces: tanto herramientas de interpretación del riesgo como herramientas de acción preventiva.

 

Una herramienta práctica de interpretación del riesgo a nivel local es el 30 – 30 – 30: el peligro de incendio es alto cuando hay más de 30° C de temperatura, vientos de más de 30 km/hora y humedad menor al 30 por ciento; son condiciones que los servicios meteorológicos podrían alertar en línea con la tecnología actual: en cada momento y a cada comunidad y municipio. Además, cada comunidad debería estar informada por los servicios competentes sobre los riesgos de incendio que plantean sus quebradas aledañas, bosques, plantaciones y hierba seca. Junto a esto, cada una debería elaborar y ensayar un plan de acción inmediata ante la primera alerta, y contar con comunicación en línea con su respectiva oficina municipal de monitoreo.

 

¿Es posible lograr algo así en un país como el nuestro, que cada verano observa angustiado e inerme cómo se repiten los incendios forestales a lo largo de gran parte de su territorio? Categóricamente sí, siempre que pongamos en marcha un Programa Nacional de Prevención Participativa de Incendios Forestales, que aborde el problema en toda su complejidad y a todas las escalas, con la intervención activa de los gobiernos regionales, municipios y servicios competentes (Bomberos, Carabineros, CONAF, ONEMI, SAG, etc.), y de cada una de las comunidades urbanas y rurales que presentan riesgo. Pongo a disposición del Gobierno para esta tarea la Praxis de Innovación Participativa, un método especializado para problemas de alta complejidad, que ha sido validado durante décadas en campos de acción muy diversos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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