Publicidad

Experto mundial defiende vigencia de salario mínimo y aboga por flexibilidad

Especialista en políticas sociales, administrador asociado del PNUD y ex ministro de desarrollo social de Holanda dijo a El Mostrador.cl que es comprensible que temas como jornadas parciales o trabajos temporales causen temor en Chile, porque pueden prestarse para abusos, pero acota que por eso son necesarios los grandes acuerdos nacionales.


A lo grande fue el comienzo del seminario «Trabajo y Equidad en un Mundo Global», organizado por la Comisión Asesora Presidencial en estas materias, concebido como una discusión de ideas de alto nivel y aporte a la labor de la citada instancia.



Al seminario llegaron figuras de renombre mundial, como el Premio Nobel de Economía 1997 y profesor emérito del MIT Roberto Solow; el ex primer ministro de Irlanda y embajador de la Unión Europea en EEUU John Bruton; y el economista jefe del Departamento de Investigación del BID, el mexicano Santiago Levy.



También lo hicieron representantes de las grandes centrales sindicales mundiales, como el economista jefe de la AFL-CIO, Ron Blanckwell o el secretario general de la Unión General de Trabajadores de España (UGT), Cándido Méndez.



Otra de las estrellas invitadas fue, sin duda, el secretario general adjunto de Naciones Unidas y administrador asociado del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) y ex ministro de Desarrollo Social de Holanda, Ad Melkert.



De hecho fue este último quien abrió los fuegos de la conferencia citando varios temas que en Chile causan más de algún escozor, pero que afuera son bastante más debatidos, al parecer.



Melkert habló de flexibilidad, de jornadas parciales, de trabajo temporal, como fórmulas claves para incrementar el ingreso a la fuerza de trabajo de las mujeres y los jóvenes. No obstante, se preocupó de enfatizar fuertemente que ello debía ir aparejado por un sistema de protección social para asegurar derechos básicos a los trabajadores, cualquiera fuera su condición, tales como los relacionados con salud, previsión y seguros contra la cesantía.



Destacó los casos internacionales que «operan sobre la base de alianzas publico-privadas y no por la determinación unilateral del mercado».



El profesional indicó que la sociedad debe aceptar conceptos en forma desideologizada en base a tres elementos: la importancia del crecimiento económico basado en las fortalezas de la economía de mercado; la estabilidad política fundada en instituciones basadas en el consenso; y acceso universal al mercado del trabajo y disposiciones de seguridad social apropiadas que alienten una sociedad inclusiva.



Apuntó que se debe rechazar mitos y temores «como que el gasto en políticas sociales necesariamente implicará afectar los beneficios económicos o que el fantasma de la carga tributaria sea enemiga del éxito empresarial» y el temor a la globalización, por ello ya es un dato de la causa.



Refiriéndose específicamente a la realidad chilena, Melkert dijo que la economía muestra dos problemas: los niveles de desigualdad -que en Chile llega a un 54 de una escala de 100, mientras la OCDE, en promedio a 40- y una baja productividad laboral, que puede ser alta en América Latina, pero que es considerablemente más baja que los países emergentes del Asia.



Indicó que se requiere incorporar con fuerza a los jóvenes y a las mujeres, tema en que Chile también se encuentra algo retrasados en comparación a naciones de similar desarrollo.



Dijo que la atención de estos sectores significó en países como los europeos, «pasar, por un lado, por reducir la excesivas rigideces con que se protegía a los empleados con trabajo permanentes y por otro lado, instituir redes de protección proporcionales para los trabajadores temporales y a jornada parcial».



No hay soluciones mágicas, pero en materia de flexibilidad y seguridad dijo que los componentes fueron: «se estableció consultas periódicas e intensivas entre el gobierno y los interlocutores sociales para promover la moderación salarial durante un período largo, como resultado de negociaciones colectivas sectoriales, reducir la jornada de trabajo promedio, aumentar la jornada de trabajo parcial, fortalecer el papel de las agencias de empleo temporal y liberar las trabas para la incorporación de la mujer al mercado laboral».



Agregó que el Estado más que imponer se dedicó a alentar haciendo especial hincapié en los intereses de los trabajadores excluidos y en los jóvenes que ingresan al mercado.



Indicó que las jornadas parciales y temporales implicó que se redujera la brecha entre trabajadores integrados y los excluidos del sistema. «Evidentemente que hay un riesgo de abuso de parte de los empleadores, y la legislación debe ocuparse de ello», enfatizó.



No obstante, dijo que esto no basta para asegurar buenos resultados porque hay sectores que no tiene como acercarse al mundo del trabajo, porque no es solo un problema de mercado de trabajo sino un reto mas amplio para una sociedad inclusiva, como los sectores derechamente marginales.. «La mano invisible del mercado no resolverá por sí solo este problema», comentó.



Por ello, se requieren políticas activas del Estado, por ejemplo, por la vía del mismo empleo que entrega el aparato estatal, apoyo social y otras.



Comentó que es bastante típico del empresariado latinoamericano que no quieren entenderse con los sindicatos y que, por otro lado, por ejemplo, los trabajadores del sector público querían mantener ciertas prerrogativas, ambas situaciones, que no eran convenientes de aceptar.



Sus palabras causaron una serie de preguntas posteriores del público que él contestó con calma, no sin antes insistir una vez más en que los citados mecanismos, como formulas para fomentar el empleo de sectores que tiene mayores dificultades para insertarse en el mercado laboral, debían congeniarse con un sistema global de bienestar social.



Destacó que no es una utopía pensar en soluciones técnicas que combinen la creación de empleo y una mayor seguridad social, indicando que la clave en la materia está dada por la incorporación de los trabajadores que no están integrados al trabajo formal.



Citando palabras de Adam Smith, señaló que si una economía está funcionando mal para las personas, no podía considerarse malo algo que beneficie a la mayoría. «Aquello que mejora las condiciones de la mayoría, puede considerarse bueno para todos», dijo citando al economista clásico.



Más adelante refrendó que «o bien el mercado define la dirección y el espacio de la interacción social o bien el orden social y sus estructuras impulsan la capacidad y la iniciativa empresariales. La historia ha demostrado que ambas opciones pueden generar prosperidad, no obstante, la primera, el mercado operará a expensas de la exclusión de los vulnerables y mantendrá los beneficios de muchos servicios públicos prestados en un nivel bajo; la segundo opción del orden social es potencialmente mejor».



Esto ultimo bajo condición de que «el derecho a trabajar y la prestación universal de bienestar social, debe tener como contraparte la obligación de contribuir; segundo las relaciones del mercado laboral y la productividad deben compensar el volumen de solicitudes de prestación y por último, la competitividad global es una condición indispensable para el mantenimiento de los empleos y la igualdad de mediano plazo».



– Hay expertos internacionales que dicen que el salario mínimo no debiera existir, porque ello afectaría en definitiva la creación de empleo ¿Debe existir el salario mínimo, a su juicio?
– Yo creo que es necesario… para garantizar un ingreso aceptable, como compensación por el trabajo y, al mismo tiempo, eso tiene que significar un nivel mínimo de subsistencia para todos, para que el sistema de seguridad social y el mercado del trabajo, ambos sirven a una sociedad donde hay equidad y empleo.



– Pero debería ser de un nivel tal que no complique la creación de trabajo…
– No, porque el salario mínimo debe expresar el nivel de la productividad, el nivel debiera ser siempre resultado de la productividad, en general.



– Hay bastante temor en países en desarrollo, como Chile, por la flexibilidad, lo que tiene que ver con jornadas parciales, trabajo temporal y otros, porque ello podría prestarse para abusos empresariales. ¿Cómo puede ganarse confianza en este plano en países como Chile?
– Yo puedo comprender que no hay tanto apoyo para la idea, y hay el mismo miedo con muchos trabajadores en Europa y, por eso, es tan importante tener un acuerdo institucional, a nivel nacional, entre sindicatos y empleadores, para garantizar que flexibilidad, por una parte, será complementado con seguridad, por otra parte. Y es posible…



-¿Es posible eso?
– Es posible, en Dinamarca, en Holanda fue posible… y es posible de hacer en otras latitudes considerando las particularidades de cada cual.

Publicidad

Tendencias