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Roberto Ampuero y Juan Carvajal: juntos son dinamita El festín de ex izquierdistas haciendo pedazos a la izquierda que se dio la Fundación de Nicolás Ibáñez

Roberto Ampuero y Juan Carvajal: juntos son dinamita

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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La Fundación para el Progreso organizó una charla para conversar sobre los 25 años de la caída del Muro de Berlín. Los invitados a hablar fueron dos ex ciudadanos de Alemania Oriental, pero ahora renovados. El escritor hacia la derecha 3.0 de vestón con jeans y el ex director de la SECOM de Bachelet convertido ahora en “Pentaboy”, dedicado a mandar mensajes de calma a los empresarios y al segundo piso de La Moneda para que lo vuelvan a llamar


Sería injusto pasar por alto la honestidad de Roberto Ampuero. El moderador de esta charla, organizada por la Fundación para el Progreso para hablar de los 25 años desde del derrumbre del Muro de Berlín, dice que el escritor llegó a Alemania Oriental como exiliado.

 Ampuero omite el error durante unos minutos, pero luego reconoce que en verdad se ganó una beca. Es un gran comunicador. Apenas tiene el micrófono en las manos, se toma el escenario partiendo por agradecer al otro invitado, Juan Carvajal, por acompañarlo esta mañana: con la dicción y la voz proyectada de un locutor de radio con acento neutro. Como el narrador de un radioteatro, empieza contando su historia. La de un joven comunista disciplinado que deja Chile en medio de la conmoción política. Pasa por Amsterdam en Holanda y Alemania Federal. Se deslumbra con esos países, pero no abandona la utopía que se fue persiguiendo desde que salió del puerto. Ahora confiesa eso sí, que cuando iba cruzando en tren hacia la RDA “sintió que algo no estaba bien” y que cuando los alemanes que se encontró en Berlín Oriental supieron que eligió quedarse en ese lado del Muro le dijeron “eres estúpido”, lo que generó una carcajada entre la concurrencia.

Ampuero es honesto, porque podría haberse convertido en el blanco perfecto de esa derecha que se preocupa de rastrear gente de izquierda amiga del whisky caro, de los restoranes, los viajes en business; que compra un palacete restaurado en Valparaíso y contrata servidumbre, para inmediatamente enrostrarles falta de coherencia.

Antes que eso pasara y después de haber vivido en Miramar, el mejor barrio de La Habana, preferido por la nomenclatura del PC Cubano, que Ampuero alcanzó a frecuentar gracias a su matrimonio con la hija de un embajador cercano a Fidel, el ahora escritor tuvo una epifanía, una visión de que la utopía socialista tenía contados los años y luego de salir de Cuba por la puerta trasera, pelado con su mujer, se dio cuenta que el comunismo no era para él.

Si hace 40 años era un joven socialista modelo que incluso estuvo en una escuela de cuadros del partido comunista alemán, ahora Ampuero está instalado como el preferido de los que pregonan el advenimiento de una derecha moderna. Con vestón y jeans; culta (pero que vende los libros que escribe), renovada, lúdica, que usa referencias pop en sus discursos. No parece casualidad que en la versión editada por la Fundación para el Progreso del discurso de Ampuero en la Enade, (ese con el que se graduó como uno de los intelectuales de moda entre el empresariado local, y que lo premió con la atención de Carlos Peña) la cita de Phil Collins con la que partió, ocupe las páginas centrales.

Ampuero ya se escogió su lado en el nuevo orden post Guerra Fría y ese puesto, como antes, está en los escalones del poder. En su discurso en la Enade habló de “crispación, polarización y violencia verbal” o de que “estamos hoy como estamos porque las personas que discrepan de la visión estatista y estatizante de la sociedad, no han hecho las tareas en el campo de las ideas”.

Asumiendo que la concurrencia de esta charla era en su mayoría “de oposición” y que probablemente su público no hizo las tareas, la intervención de Ampuero tiene la profundidad de un atlas escolar de Historia Universal: se dedica a explicar el origen de los totalitarismos y como las potencias se dividieron el mundo después de la Segunda Guerra….. un asistente ya anciano pierde la paciencia y le grita “eleva el diálogo viejo!!”. Si a esto le agregamos las constantes citas a Francis Fukuyama y “El Fin de la Historia” (editado en 1992) entonces podemos entender las ganas de algunos asistentes que se rascaban el cuello en señal de impaciencia, o disimuladamente estaban más ocupados con su celular.

Pero nuevamente hay que ser justos y decir que Roberto Ampuero dedicó varios minutos a relativizar lo que a su juicio es un gran error. Relativizar una dictadura por los beneficios que se pudieran haber obtenido de ella: “Todas las dictaduras son malas más allá de la gratitud que uno pueda tener porque te dieron un departamento”, dijo. Claro que si la dictadura te regaló la industria de los seguros de salud, de las pensiones y la generación eléctrica, el diagnóstico puede ser atendible.

En las palabras de Ampuero casi siempre hay un segmento donde aparece la culpa, donde da demasiadas explicaciones por haberse “dado vuelta la chaqueta” o por la ingratitud hacia el socialismo dorado que le tocó. Como sea, el escritor está en uno de sus mejores momentos. Ya se habla de su nombre como una posible carta al parlamento de la nueva derecha.

 La vida de los otros

Era previsible que en este encuentro se hablara de “La Vida de los Otros”, la película que muestra el régimen de la RDA, a través de un operador de telecomunicaciones encargado de espiar a un director de teatro. Juan Carvajal, la consideró una visión exagerada. Pero es difícil no pensar en él al recordar la escena en una línea de montaje, donde un operario cuenta un chiste de Honecker, que el comisario a cargo del grupo le obliga a repetir. Al otro día el hombre no aparece más, supuestamente ha sido degradado. No sabemos cuál es el “chiste” que contó Carvajal y que lo sacó del círculo de Bachelet, pero ahora está en las antípodas de Ampuero. Ya pasó la moda, usando la analogía futbolística. La moda de su corbata de tonos pasteles rosados, también. Pero su historia tiene más ingredientes dramáticos que la de Ampuero: Exilio tortura y deportación. Cuando la cuenta destella nostalgia por el peligro, por esos años en que se jugaba la vida por algo importante.

Ahora, aunque lo hayan elegido para participar en el comité de crisis de Penta, Carvajal está dedicado a mandar mensajes como los que repite en la charla, del tipo “la izquierda chilena ya no es ni de cerca lo que era. La de ahora es renovada y moderada” o “Las mayorías establecen realidades (…) pero la voz de la calle no es necesariamente la voz de todo el país”. Mensajes desde el “partido del orden” que representa bien su jefe, Enrique Correa. El esfuerzo intelectual de Carvajal, detallando las cifras del PIB y los progresos del país durante los gobiernos de la Concertación, lo dejan como Eric Hosbawn frente a Ampuero, al menos frente al anciano que le gritó al escritor y ahora aplaude. Pero igual usa al muro como metáfora de todos los obstáculos que aún enfrenta la sociedad actual. En ese contexto defiende las reformas del actual gobierno con una lealtad encomiable, como pidiendo demostrar a gritos que no es el de antes, que se ha renovado y que por favor lo vuelvan a llamar.

 

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