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Blumel y Monckeberg o el síndrome del «pato de la boda» PAÍS

Blumel y Monckeberg o el síndrome del «pato de la boda»

La derrota del Gobierno en el Congreso, en medio de la tramitación del reajuste al salario mínimo, caló hondo en el oficialismo. A pesar de que se ha impulsado una estrategia para denunciar el “bloqueo” de la oposición al aumento del sueldo mínimo, al interior de La Moneda reconocen que el error proviene directamente del despliegue de los ministros del Trabajo y de la Segpres. Pero la verdad es que al menos ellos se quedaron en el Parlamento, porque el día clave brillaba por su ausencia el titular de Hacienda, al que Palacio prefirió blindar.


No cabe duda que la caída en picada de la estrategia de veto utilizada por La Moneda, para sacar adelante la plurianualidad en la negociación por el reajuste al salario mínimo, fue un verdadero fracaso. Sabían que la negociación iba a ser complicada, tanto así que la idea del veto fue advertida por el ministro de la Segpres, Gonzalo Blumel, a los diputados de la Comisión del Trabajo antes de que se iniciara la discusión parlamentaria. Lo que la administración piñerista no tuvo contemplado hasta la noche del lunes era que el rechazo en ambas cámaras no fuera solo una opción, sino una realidad.

La propuesta gubernamental logró pasar, en primera instancia, la barrera de la Cámara de Diputados gracias a los votos del Partido Radical a la propuesta del Ejecutivo, pero todo se le complicó en el Senado. En Palacio esperaban contar con el apoyo de parte de la bancada DC, ya que los equipos de los ministros del Trabajo, Nicolás Monckeberg, y de Hacienda, Felipe Larraín, habían asegurado que tenían cerrado un acuerdo con parlamentarios de la falange y que, además, habían «cuadrado» a los senadores regionalistas.

Sin embargo, el conflicto abierto entre la DC y La Moneda por la permanencia en su cargo del subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo vinculado al magnicidio del Presidente Eduardo Frei Montalva por ocultamiento de la autopsia complicó todo para el Gobierno. “Con el tema de Castillo se cae todo”, reconocieron ayer cercanos al titular de la cartera del Trabajo.

En la falange explicaron que las relaciones con la administración de Sebastián Piñera están efectivamente trabadas por el tema de Castillo, pero que además nunca hubo un acuerdo con el Ejecutivo para el reajuste al salario mínimo respecto a la plurianualidad, en los términos planteados por los ministros. “No se apoyó en la Cámara ni en el Senado”, recordaron en el partido.

Desde la ex Nueva Mayoría afirmaron que el error estratégico del Gobierno fue pensar que el acercamiento en la Cámara Baja se podía replicar en el Senado, porque “todos saben que luego de lograr acuerdos en una cámara se debe plantear después otra estrategia de negociación” en el siguiente trámite.  No solo eso, agregaron que La Moneda tiró “toda la carne a la parrilla en la primera pasada y se quedaron sin margen de negociación”, con lo que quedó en evidencia que “les faltó frialdad” y capacidad de conducción política.

Después del martes negro que tuvo el Ejecutivo en el Congreso, en la oposición recalcaron que la estrategia del veto fue “pésima”, porque ese tipo de acciones normalmente van amaradas «con cierto acuerdo, si nos hubieran preguntado o avisado, para hacerlo parecer como sustitutivo”.

[cita tipo=»destaque»]Públicamente todo el oficialismo, desde el Presidente Piñera hasta el último de los diputados, está alineado tras el discurso de acusar a la oposición de actuar motivada por una “política obstruccionista”, tal como lo dijo el ministro Larraín, quien enfatizó que la caída del reajuste «es una victoria política de la oposición a costa de todos los chilenos». Pero en privado, en la derecha, en los pasillos del Congreso, los dardos apuntaron tanto a la mala estrategia como al deficiente despliegue gubernamental y, especialmente, a la notoria ausencia del titular de Hacienda en los momentos más relevantes.[/cita]

A nivel parlamentario, en el oficialismo hacen un mea culpa por lo sucedido y los dardos apuntan, nuevamente, a La Moneda. Parlamentarios de oposición afirmaron que el trabajo realizado por los ministros Blumel y Monckeberg fue “deficiente”. No solo eso, que en medio del desastre ambos fueron «abandonados» por el titular de Hacienda y que fue evidente la falta de protagonismo en las negociaciones en el Congreso de los “pesos pesados” del núcleo político del Presidente Piñera.

Dichas críticas tuvieron eco en La Moneda. Durante la mañana de ayer, el Primer Mandatario convocó a un comité político extraordinario para analizar el fracaso del proyecto de salario mínimo en el Congreso. Tras esa reunión, Piñera llamó a los ministros de Hacienda y de Trabajo para comenzar a delinear la nueva propuesta de su Gobierno en esta materia y que ahora sería liderada por el ministro del Interior, Andrés Chadwick.

Si bien públicamente el Ejecutivo se ha jugado por la fórmula de trasladar la responsabilidad política del fracaso del proyecto de salario mínimo a la oposición, lo cierto es que el balance real en Palacio de lo sucedido y los ajustes que se introdujeron, dan cuenta de la fallida estrategia que empleó el Gobierno. Así, reconocen que preparan una nueva ofensiva, en la que aplicarán “más cautela y mayor acción prelegislativa” con la oposición, conversaciones que –agregaron– ya se iniciaron ayer en la tarde y que continuarán hasta el fin de semana.

Poncio Pilatos

Públicamente todo el oficialismo, desde el Presidente Piñera hasta el último de los diputados, está alineado tras el discurso de acusar a la oposición de actuar motivada por una “política obstruccionista”, tal como lo dijo el ministro Larraín, quien enfatizó que la caída del reajuste «es una victoria política de la oposición a costa de todos los chilenos». Pero en privado, en la derecha, en los pasillos del Congreso, los dardos apuntaron tanto a la mala estrategia como al deficiente despliegue gubernamental y, especialmente, a la notoria ausencia del titular de Hacienda en los momentos más relevantes.

El martes, durante la jornada clave en que La Moneda se jugaba el todo por el todo con el veto, llamó transversalmente la atención que el jefe de la billetera fiscal desapareciera, literalmente, del Congreso. Entre los parlamentarios oficialistas se prendieron las alarmas y, por lo mismo, consultaron la razón por la que el ministro de Hacienda no estaba presente en ese momento crucial. La respuesta fue que tenía una actividad con el Presidente Piñera en regiones.

La ausencia de Larraín no le hizo mucho sentido a los diputados y senadores de derecha, quienes veían cómo, poco a poco, la oposición se iba anotando un triunfo y develando “la inoperancia de algunos ministros”, asumieron ayer desde el oficialismo.

Quienes quedaron a cargo de la última operación fueron los ministros Monckeberg y Blumel, junto al subsecretario de la Segpres, Claudio Alvarado, lo que, a la luz de los resultados, no fue suficiente.

La situación causó preocupación, ya que desde el oficialismo reconocen que el ministro “peso pesado” en esta pasada era precisamente el titular de Hacienda y que, por mucho que Monckeberg intentara liderar la negociación, claramente no era lo mismo ni tampoco la señal de importancia que La Moneda le estaba dando al tema.

“Ni hablar del ministro Blumel”, señalaron desde la Cámara. Durante los últimos meses han sido diversas las críticas al jefe de la Segpres, quien precisamente debe coordinar el trabajo del Ejecutivo con el Poder Legislativo, porque consideran que se involucra poco y nada en los proyectos presentados, que está más preocupado de las “minutas que del muñequeo político” y que los ministros y ministras sectoriales, por lo mismo, se han tenido que involucrar en las tramitaciones hasta en el más mínimo detalle.

Desde RN y la UDI indican que Blumel es bueno para “mantener en buen pie las buenas relaciones” con algunos diputados de oposición, pero no para “ejercer presión”. Le critican algunas “descoordinaciones graves” respecto a algunos proyectos en los que el Gobierno ha ingresado indicaciones, sin hablarlo antes con los parlamentarios de las respectivas comisiones donde deben discutirse las iniciativas.

Entre los críticos de Blumel apuntan a que una de sus debilidades está en que su equipo de trabajo “no es bueno”, salvo la abogada María Fernanda Garcés, jefa de la división jurídico-administrativa de la Segpres, quien siempre estaría presente y atenta a los detalles de las tramitaciones. Alvarado también estaría bien calificado al interior del oficialismo, al punto que en la derecha aseguraron que la Segpres no sería nada “sin su experiencia”.

Del ministro Monckeberg plantearon que “hace todo su esfuerzo”. Saben que su peso político no es el mismo que el de Hacienda y que carga en su espalda una serie de malas relaciones con la oposición, rencillas que se arrastrarían de su paso por el Congreso como diputado de RN. “No es muy querido”, agregó un asesor de Palacio.

Desde la oposición explicaron que el ministro del Trabajo «no es para negociar”, que es “demasiado apasionado” y que tiene “mucho ego, es ‘aquí te las traigo’”, lo que termina complicando sus relaciones políticas. Es más, puntualmente sobre la jornada del martes, acusan que Monckeberg perdió los estribos y lo apuntan como un factor relevante ante el cierre de filas opositoras para rechazar el veto, tanto así, que reconocen que parte del fracaso del Gobierno se debió a la ausencia de la “cabeza fría” de Felipe Larraín.

Más de uno se pregunta la razón de La Moneda para delegar en ministros de “ligas menores” la recta final del reajuste al salario mínimo, y de la oposición, parlamentarios de las comisiones de Hacienda y Trabajo aseguraron que Monckeberg terminó siendo la «carne de cañón», mientras que Larraín fue sacado de escena para «cuidarlo» de la bochornosa derrota, para que pudiera aparecer ayer anunciando un nuevo proyecto.

Durante la discusión de la iniciativa, explicaron que Blumel “estaba pero no estaba, es su tónica, hacer presencia, sin presionar” y que por eso quedó la sensación en el Congreso de que “prácticamente la negociación se la tuvo que echar al hombro Monckeberg solo”, sin poseer el peso político necesario.

Miente, miente que algo queda

El Gobierno espera ingresar “lo más prontamente posible” el nuevo proyecto de reajuste, en el que Monckeberg estará en un «segundo plano» en las negociaciones.

El punto sería lograr negociar con la oposición, especialmente la ex Nueva Mayoría, un equilibrio respecto a la plurianualidad. Sostienen que mantener una negociación más distanciada no estaría en discusión, al igual que evitar que se tope en dos ocasiones con elecciones, “hay que escoger, municipales o presidenciales”, agregó un parlamentario de derecha.

La diputada del Frente Amplio, Gael Yeomans (IL) espera que “el Gobierno traiga una propuesta significativamente distinta”, al tiempo que destaca que para “recién sentarnos a conversar”, la nueva propuesta no debe llegar amarrada a la plurianualidad y hace hincapié en que desde el Frente Amplio apuntan a “lograr tener un sueldo mínimo que supere la línea de la pobreza, que es lograr un sueldo de más de 400 mil pesos, creemos que hacia allá tenemos que aspirar”.

El diputado PS, integrante de la Comisión de Hacienda, Manuel Monsalve, indicó que «si (el Gobierno) quiere tener mejores resultados, tiene que poner a los trabajadores primero, si envía un proyecto cuyo foco es el reajuste del salario de los trabajadores para el 2018-2019, va a tener el completo respaldo del Parlamento y la oposición, pero el Presidente tiene que dejar de imponer el concepto de plurianualidad que perjudica a los trabajadores, que busca quitarles la posibilidad de negociación durante el 2019, 2020 y parte del 2021, esa es la evidencia del sesgo ideológico de un Gobierno empresarial”.

En la oposición no hay acuerdo respecto a la eliminación de la plurianualidad. Mientras algunos plantean que es un punto que no hay que ceder ante el Ejecutivo, otros creen que es posible consensuar un plazo más amplio. Así lo mencionó el senador Ricardo Lagos Weber (PPD), quien expresó, en su intervención en el pleno del Senado, que sí podría respaldar una propuesta con menos cantidad de meses de distancia, como lo había planteado el Gobierno de Michelle Bachelet.

Las negociaciones se verían “un tanto complejas” después del despliegue del Gobierno para responsabilizar a la oposición del fracaso del reajuste del sueldo mínimo. Ayer las cuentas oficiales de Twitter de distintas intendencias aparecieron con mensajes apuntando a parlamentarios de oposición, usando el hashtag #NoAlBloqueo, etiqueta que había sido usada por la ministra Cecilia Pérez, tras el rechazo al veto en el Congreso.

La estrategia habría sido dirigida desde la Segegob, y generó molestia en la oposición, porque acusaron que La Moneda «cayó en la posverdad y en la mentira”, al recalcar que los diputados habrían rechazado el aumento salarial, lo que fue aprobado por ambas cámaras.

El senador PPD Jaime Quintana respondió vía Twitter: “El eslogan del #NoAlBloqueo que el gobierno levanta en cuentas oficiales y en discursos de autoridades, es más falso que las naranjas de La Moneda: el único que bloqueó el reajuste fue el Presidente Piñera, mediante un veto al proyecto aprobado en ambas cámaras”.

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