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Cómo el movimiento estudiantil chileno inspiró la resistencia cultural en EE.UU. Tema lo aborda el documental «Ocuppy the Imagination» de Rodrigo Dorfman

Cómo el movimiento estudiantil chileno inspiró la resistencia cultural en EE.UU.

Para esta cinta, que se estrenó la noche del lunes en el Sanfic 9, el realizador redescubre el legado del controvertido libro de su padre (Ariel Dorfman) «Para leer al Pato Donald», que la junta militar quemó y censuró por su critica al imperialismo cultural de Disney. Con ese texto, el cineasta comenzó una nueva búsqueda que lo llevó a establecer un paralelo entre el “Occupy Wall Street” de Nueva York y las manifestaciones en Chile.


TRAILER para «Occupy the Imagination: Historias de Resistencia y Seducción – un documental de Rodrigo Dorfman from Rodrigo dorfman on Vimeo.

«Para leer al Pato Donald”, el emblemático bestseller de Ariel Dorfman y Armand Mattelard que criticó el imperialismo cultural en 1972, es el hilo conductor para que Rodrigo Dorfman, hijo de Ariel, analice el impacto del modelo neoliberal en EE.UU y Chile, y la respuesta al mismo, en la forma del movimiento “Occupy Wall Street” y el movimiento estudiantil.

El documental “Occupy the imagination”, que se presenta esta semana en Sanfic 9, nació a partir de una visita de Dorfman hijo a Chile en abril de 2011. Él quería explicarse cómo el país había llegado a ser lo que era casi cuarenta años después de las revoluciones de los 60 y la UP. “Veía un mundo aplanado, donde ya no existían alternativas”, comenta.

Rodrigo Dorfman

Rodrigo Dorfman

Empezó por indagar qué había sido del Pato Donald “como metáfora del capitalismo” y descubrió que el cómic había dejado de publicarse con la llegada de los Chicago Boys, como si cumplida la tarea –instalar la idea del sueño americano en la mente de los chilenos, cuya versión local es que “todo se puede con esfuerzo” – se hubiera retirado de escena.

“Me pregunté por qué desapareció, si este pato había ganado, y qué lo reemplaza. Entonces pensé que lo que había pasado no era que el Pato Donald desapareció, sino que nosotros lo ingerimos, de alguna manera lo comimos, lo tragamos y se transformó en la vida de todos los días. Nos transformamos en la realidad que el Pato Donald y Disney, y Milton Friedman, querían que viviéramos: una especie de patolandia, y estamos adentro del cómic, con sus valores”, señala.

De hecho, Dorfman destaca los fuertes vínculos históricos y culturales de ambos países que tienen una relación casi “incestuosa”. “De alguna manera el cambio que hubo en Estados Unidos se generó en Chile. Sin la dictadura y los Chicago Boys y (Chile) como laboratorio social (el neoliberalismo) nunca hubiera tenido en Estados Unidos el potencial político para ser aceptado. Nixon era keynesiano y Friedman estaba fuera del pensamiento tradicional de la época“. Y remata: “De alguna manera son los dos países subdesarrollados en cuanto a los valores humanos”.

Sorpresa

Fue durante esta reflexión que lo sorprendió la irrupción del movimiento Occupy Wall Street (OWS) –que critica el poder e impunidad del sector financiero, causante de la crisis actual–, simultáneo al estallido del movimiento estudiantil chileno. En OWS “se veían todas esas energías que, para mí, son de la revolución chilena y de los 60, en términos de crítica cultural y creación cultural” de la UP.

Pero no sólo eso. Para Dorfman en Nueva York también estaba el eco del lema de la UP: “crear poder popular”, en el sentido de la creación de poder desde abajo. “Para mí todos los otros lemas (de la UP) se pueden caer, pero éste para mí es el más fuerte porque sigue vigente. Que realmente los cambios se hacen a partir de la gente, y la gente lo hace creando. Y que para lograr un mundo mejor hay que crearlo, hay que hacerlo”. El pasado ya había demostrado la importancia de generar “un espacio imaginario para que la gente vea que hay una alternativa” política, social y cultural, que Dorfman vio en OWS.

También el vínculo con Chile volvió a aparecer. “En los talleres de resistencia cultural y a la policía, una de las primeras cosas que se mostraba eran las tácticas del movimiento estudiantil chileno. Todo el mundo las discutía para reproducirlas en Occupy Wall Street”. Se inspiraban en “una nueva generación que no tiene miedo, contestataria, que dice que todo es posible y no está limitada por el peso del siglo XX”.

Porque OWS también fue “un volcán que explotó” y nace a partir de una narrativa que ya no funciona: “el sueño americano”, igual que “la pomada que nos vendió la Concertación”.  “En Estados Unidos, el sueño americano ya no va con la realidad, en medio de una recesión económica terrible en la cual no parece haber futuro. El american dream ya no existe, se quebró. Eso es terrible porque el país vive, come, respira ese sueño y es lo que lo sostiene. Entonces, hay que crear una narrativa nueva, se abre un espacio. Y OWS ocurrió porque hubo un espacio que se abrió. Y creo que con el movimiento estudiantil ocurrió lo mismo. La narrativa de la Concertación, las promesas, se vino abajo”.

afiche de occupy

Nuevas armas

El documental también hace énfasis en el uso de la cultura para crear un mundo mejor, literalmente. “Para mí ése es un legado de la UP. Chile en aquel momento era el centro de la producción cultural en Latinoamérica, junto a Cuba”.
“Para leer el Pato Donald” fue parte de eso. “No sólo critica el imperialismo cultural, el hecho de que se importan ideas que son peligrosas, sino también contiene una efervescencia y creatividad, una insolencia, que en sí mismo es un objeto cultural que es un contrapunto a los cómics”.

Recuerda que su padre decía que no había que prohibir el Pato Donald, sino “hacer cultura que es mejor”. Por eso el documental rescata la labor de la editorial Quimantú, que publicó millones de ejemplares de todo tipo de textos  a bajo costo para hacer la lectura accesible a la gente. “No había que vender, sino responder y convencer al Pato Donald. Para mí la producción cultural es clave, porque los artistas crean el espacio imaginario” de una alternativa que luego puede hacerse realidad a través de los economistas, los políticos, etc.  Una producción cultural “que ha faltado”, aunque hay señales alentadoras: “desde el 2011 hay una explosión cultural en este país que es increíble, increíble, un florecimiento de la cultura chilena. Y creo ha sido posible porque el movimiento estudiantil abrió un espacio, porque la gente se despertó. Antes la cultura, al menos la oficial, era todo teta y poto”.

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