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El mal chiste de Raúl Ruiz a los chilenos en el exilio: “Diálogos de exiliados” El lunes 16 de septiembre se puso una placa recordatoria en la que fuera su casa en Providencia

El mal chiste de Raúl Ruiz a los chilenos en el exilio: “Diálogos de exiliados”

En 1975 la película levantó un escándalo político porque en ella Ruiz se tomaba con humor e ironía la situación de los exiliados chilenos. A nadie le cayó en gracia su chiste. Su intención inicial fue hacer una película militante, pero le salió todo lo contrario. Fue filmada en condiciones precarias a cinco meses del Golpe entre amigos, técnicos franceses y unos pocos actores profesionales. Entre ellos Sergio Hernández, actor de vasta trayectoria en cine, teleseries y teatro, quien por hoy brilla en «Gloria». En el filme de Ruiz aparece muy joven. Con él conversamos sobre este hito cinematográfico a casi 40 años de su realización.


Quiso hacer una película a favor y le salió en contra. Se adelantó a los tiempos con su humor y su registro. Se trataba de una película prospectiva y militante sobre una organización política en el exilio, pero resultó siendo una especie de mal chiste, sobre todo por lo inoportuno. Un chiste que a nadie hizo reír en la izquierda en el momento en que la película vio la luz, pero que, vista a casi 40 años de su creación, a ratos resulta hilarante y, en general, es un testimonio lúcido, lúdico e irónico de la situación de los chilenos en el exilio.

No cayó bien la película. Molestó a muchos chilenos. Fue un escándalo político. En cierta medida era entendible la molestia. No era fácil reírse de uno mismo cuando la situación no podía ser peor. Es sano reírse de uno mismo, siempre es sano, liberador, pero en ese momento… ¿Fue impertinente la película?

Ruiz recibió un vendaval de críticas y acusaciones, entre ellas una muy ridícula: que apoyaba la causa de Pinochet con su película. El cineasta puertomonttino tuvo que dar varias explicaciones, pero nunca se arrepintió. Según Bruno Cuneo –estudioso de la obra de Ruiz y cercano colaborador en sus últimos tiempos en Chile– es tal vez la película de la cual Ruiz dio la mayor cantidad de explicaciones, incluso llegando a justificar su enfoque a raíz de que se sentía deprimido cuando la hizo.

ruiz joven

En el libro “Ruiz” de Cuneo (Ediciones UDP, 2013), se lee la siguiente explicación del cineasta. Con su habitual y soberano humor habla así de su aventura fílmica: “Como decía el Flaco Lira, ‘la quise hacer a favor y me salió en contra’. Lo que yo quería era mostrar la vida cotidiana de los exiliados y sus posibles perspectivas políticas. Pero políticas en el quehacer diario. No declaraciones políticas, sino qué impresión se puede sacar de gente que vive en una situación paródica, como si aún estuviera en Chile y todavía tuviera poder. Todo era parodia en el peor sentido del término, pues no había ningún chiste”.

Y claro, lo que le preocupaba a Ruiz eran los chilenos, y cómo esa chilenidad se veía afectada por un proceso extremo y traumático como lo era el exilio. Lejos de mistificar este proceso, su intención era registrarlo, dando cuenta de toda esa carga de incoherencia inherente a la vida cotidiana. Y no es que se hubiera puesto “gracioso” repentinamente. Ruiz ya antes había criticado con humor e ironía el proceso socialista de la Unidad Popular en dos películas anteriores: «El realismo socialista» y «La expropiación», sembrando el despelote en el Chile de entonces.afiche

Pero antes del Golpe las críticas se aceptaban mejor. Dice Ruiz en una entrevista recogida en el libro de Cuneo: “También la Unidad Popular se alimentaba de estereotipos universales, como la religión leninista. Pero al hacer la película no era consciente de la fuerza de este choque entre situaciones lógicas dentro de cierta crispación política y un escenario que las vuelve risibles. Si me hubiera dado cuenta, quizás habría hecho la película de todas maneras, pero no me habrían asombrado tanto las reacciones”.

Y remata: “Hay que tener en cuenta que… Chile es un país muy insular: el chileno está convencido de que más allá de sus fronteras no hay nada, solamente niebla; por eso mismo, al verse como estereotipos, se enojaron mucho, más de lo que yo creía. En el interior del país, antes del Golpe, criticas de este tipo eran aceptadas mucho mejor, como positivas”.

Al parecer, el encargo era hacer una película sobre la lucha de un pueblo, sobre la resistencia internacional contra la dictadura. Sin embargo, lo que explica la postura irónica de la película, al decir de Ruiz, era que más bien ellos (él y quienes participaron en la realización de la película) se sentían ante todo impresionados “por el hecho de haber contribuido a una de las mayores derrotas del proletariado mundial”.

Escena de Diálogo de Exiliados

Escena de Diálogo de Exiliados

Lo que sorprende de la película es esa observación profunda del habla y del comportamiento chilenos. De cómo pervive y persiste una dinámica de relaciones pauteada por una organización política chilena, una supuesta resistencia internacional, ahora sin poder y en terreno ajeno. Cómo se mueven los hilos, cómo se consigue vivir y sobrevivir, gracias y “a costa” de la solidaridad internacional.

El escándalo político provocado por la película afectó el “surreachilismo” de Ruiz al punto de evitar éste las referencias chilenas en sus películas francesas. Sin embargo, sus guiños a Chile los retomaría en 1983 en «La ciudad de los piratas».

A cinco meses del Golpe y ya exiliado en París, comenzó a filmar «Diálogos de exiliados» con medios precarios, rodeado de amigos, y gracias a la solidaridad de técnicos franceses y otras personas que le proporcionaron la película, se la fiaron. Los que actuaron en su mayoría eran amigos y muy pocos actores de profesión. Entre estos últimos algunos franceses y el chileno Sergio Hernández, quien inicialmente tenía un papel secundario y terminó siendo el protagonista del filme.

Conversamos con él sobre el proceso creativo de esta película y la lectura que el actor hace a casi 40 años de su realización.

Sergio Hernández fure recientemente galardonado en el festival de Cine de Valparaíso

Sergio Hernández fure recientemente galardonado en el festival de Cine de Valparaíso

¿Cuál fue la idea que te propuso o que les propuso al grupo de actores al realizar la película?

Me dijo que probáramos qué pasaría si un tipo que no tenía nada que ver con los exiliados que venían llegando a París, se mezclaba con ellos sin darse cuenta en lo que se estaba metiendo. Entonces inventamos que era un cantante que venía contratado para cantar en el Olimpia, una especie de Antonio Prieto. Era un tipo muy desubicado políticamente, que venía a transmitir a través de su canto la “verdad de la Junta militar”. Después, Raúl se fue entusiasmando con este personaje, Fabián Luna, que finalmente fue siendo “raptado” de fiesta en fiesta por los exiliados, sin llegar a cantar en ninguna parte, y juzgado por los mismos en una reunión de ex compañeros de curso… un delirio que me llevó a convertirme en una especie de protagonista del film después de haber sido invitado para filmar sólo un par de días… Así filmábamos. Día a día Raúl iba escribiendo el guión de acuerdo a lo que se iba presentado… y a su genialidad. No tuve idea qué les habrá dicho a los otros actores. En general, tuve que compartir especialmente con amigos de él, algunos que hace poco habían llegado por allá y otros que llevaban más tiempo, pero ninguno de ellos era del mundo de la actuación, más bien eran poetas, periodistas y de las profesiones más diversas que entraban al proyecto por amistad, y creo que porque lo pasaban muy bien en este viaje de Raúl. Los actores que participaron en la película, aparte de mí, eran unos pocos actores franceses bastante conocidos y que se involucraron en la película por solidaridad, al igual que todo el resto. Me imagino que a ellos les habrá explicado más precisamente lo que quería, aunque lo más probable es que entraron en el juego sin tantos antecedentes de lo que perseguía el film.

– ¿Entendían bien de qué iba la película, lo que estaban haciendo?

Al menos yo, entendí muy bien el tipo de personaje que yo encarnaba, los diálogos, el lenguaje y las ideas que expresaba Fabián Luna, mi personaje, un tipo bastante ingenuo, una especie de fascista primario capaz de repetir ideas muy elementales sobre política, sobre lo que significaba ser una persona famosa y de éxito, lo que aquello representaba públicamente y sobre la vida en general, con una actitud sumamente simplista y sin complicaciones, como podemos ver en algunos famosos que hoy aparecen en la televisión chilena, aunque algo más ingenuo… eso era todo lo que yo tenía que entender… otra cosa me habría llevado a construir un personaje desde mi intelectualidad y no desde mi intuición creativa.

– Tu personaje es el único chileno de un espectro político diferente, no de izquierda, ¿cómo fue configurar este personaje y cuál fue tu referente?

Mi referente fueron muchos chilenos que conocí a través de mi vida y que me tocó escuchar, verlos actuar, comportarse, sin ningún compromiso político. Gente indiferente a lo que ocurría en diversos momentos críticos en el país, personas que se preocupan fundamentalmente de sí mismos, sin ningún criterio social, desconocedores de la solidaridad y de muchos valores fundamentales que hacen que la sociedad sea comprendida como una gran comunidad. En mi vida conocí a muchas personas que “no están ni ahí” con lo que pasa a su alrededor. Y, evidentemente, cargué a Fabián Luna de mucha ingenuidad rayana en la tontera, un tipo medio perdido, manipulable y autovalorado por sus éxitos, por muy pencas que éstos fueran…

– La película tiene un humor muy adelantado, una postura irónica y un ánimo de parodia, ¿qué opinas de esto?

Creo que, en general, el cine de Raúl Ruiz, cuando habla de nosotros mismos, lo hace con un humor muy particular que a veces no ha sido suficientemente explícito, directo y evidente para una sociedad que fue perdiendo su imaginación lúdica y su capacidad de captar relaciones lingüísticas más exigentes, más ricas en términos culturales, que precisan de un poco más de memoria e información de la que nos hemos ido acostumbrando a mantener viva. En ese sentido, el cine de Raúl es siempre un aporte al conocimiento, al rescate de nuestra cultura, de nuestra idiosincrasia, del alma nacional. El problema es que nos hemos ido distanciando de nuestro propio espíritu nacional, por lo que su cine, a veces, ha llegado a ser de una complejidad “intelectual” demasiado exigente para el grueso público…. Creo que una de los aspectos más rescatables, necesarios, incluso genial, es que el artista se adelante a su tiempo, sea una especie de faro que nos permita vernos en el futuro desde una mirada crítica y, en el caso de Ruiz, al mismo tiempo juguetona, lúdica, del presente.

– Ruiz tenía en mente hacer una película militante, pero lo cuenta así en una entrevista: “la quise hacer a favor y me salió en contra” ¿Qué piensas del resultado de la película?

Supe que en el Festival de Pessaro, Italia, donde fue estrenada internacionalmente “Diálogos de exiliados”, algunos cineastas de izquierda, cercanos al PC, acusaron a Raúl de estar al servicio de la dictadura. Le gritaron y lo maltrataron por hacer una película que, según ellos, favorecía a Pinochet y compañía. El documento histórico que hoy representa la película es de gran valor: nos permite vernos a nosotros mismos lo que vivíamos, pensábamos, soñábamos…y la desequilibrada situación que, nosotros, los exiliados, vivíamos al ir a parar a un mundo tan diferente después del enorme trauma de ser desarraigados de nuestra patria. La historia ha demostrado que la tal resistencia no existió nunca y que las personas que llegaron a ese mundo se las tuvieron que ir arreglando como fuera para sobrevivir, incluso abandonando la pata que teníamos puesta en Chile, evitando la esquizofrénica situación de estar allá y acá, en fin, en ninguna parte. El problema es que el Golpe de Estado fue un fuerte atentado contra nuestro humor, por muy irónico que sea, por mucho que nos duelan ciertas verdades.

– ¿Qué lectura haces de ella pasado todo este tiempo?

Para reflexionar sobre “Diálogos de exiliados”, lo que me da las mejores luces sobre la obra es lo que escucho de la gente que la ha visto. Y me resulta sorprendente la cantidad de jóvenes que sin motivo alguno me hablan de ella considerándola una película entretenida, rica desde el punto de vista político, por el rescate que se hace de ese momento que vivíamos miles de chilenos. Especialmente interesante me resulta que no se enjuicie aquello que para otros fue tan grave una vez que se estrenó. Todo lo contrario, hoy se considera que reflejaba una época y un individuo sometido a situaciones extremas como lo es el exilio. Se le considera obra de arte, un arte agudo, punzante, una parodia social que se adelantó a su tiempo, como lo es el arte en general.

 

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