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Ya lo sabemos, cierto. Pero ¿por qué los libros son tan caros en Chile? Opinan editores, libreros y autores

Ya lo sabemos, cierto. Pero ¿por qué los libros son tan caros en Chile?

No sólo el IVA perjudica la publicación de textos en Chile. También influyen el bajo tiraje y la inexistencia de estímulos a los componentes de la cadena, como maquinarias, tinta o papel, así como el escaso hábito de lectura. Y también existe el problema cultural, donde una persona de sueldo mínimo puede gastar hasta 200 mil pesos en comprase un celular nuevo, pero nunca un libro. Los problemas del fomento de la lectura y de la industria se arrastran desde hace décadas.


Un recorrido por cualquier librería de Santiago es suficiente para que un extranjero se asombre de lo caro que son los libros en Chile, algo a lo cual los nacionales ya nos acostumbramos.

¡Cuánta diferencia con Argentina e incluso Europa! Las comparaciones son odiosas, pero útiles: en países como Alemania, el precio viene impreso en el reverso del texto, para que nadie se avive. ¿Pero es nuevo este problema?

“Nuestra industria gráfica no cuenta con ninguna facilidad especial para la importación de maquinaria moderna, única manera de abaratar costos y mejorar la calidad. Por otro lado, ya papel nacional en cantidad, pero con poca variedad, y los precios son bastante más altos que el papel importado”.

La cita corresponde a un suplemento especial dedicado al tema por el diario La Nación en octubre de… 1959. Una prueba de que se trata de un problema de larga data, que va más allá del IVA que impuso el régimen del general Augusto Pinochet en 1976.

“El tema del libro en Chile es de siempre”, señala Felipe Reyes, autor de “Nascimento”, la biografía sobre el legendario editor chileno de origen portugués, que publicó a Neruda, Mistral y Donoso. “No es un problema nuevo, ni tampoco tiene la culpa la dictadura”.

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¿Caros?

Tal vez el único momento en que fueron baratos fue en la época de la Unidad Popular, cuando el Estado, a través de la editorial estatal Quimantú, hizo que costaran lo mismo que un paquete de cigarrillos.

Ésa es una iniciativa que sería “interesante” reeditar, aunque “nadie lo ha planteado”, comenta Pablo Sierra, socio de la librería Ulises. Sergio Parra, dueño de la librería Metales Pesados, en cambio, homologa la idea de revivir una imprenta estatal al “Maletín Literario”, una iniciativa del primero gobierno de Michelle Bachelet. Una repartición de decenas de miles de libros entre hogares pobres “que no resultó” ni ”tuvo seguimiento”, según dice.

“Quimantú fue posible pues los puntos de venta estaban establecidos en todas partes: sindicatos, colegios de profesores, librerías, centros culturales, etc.”, explica Marisol Vera, presidenta de la Asociación de Editores de Chile. “Sin contar con que la edición no estaba mercantilizada al punto en que está hoy: se accedía a traducciones sin pagar derechos, no se pagaba a los autores, y había una clara decisión política respecto a la importancia crucial del libro en la consolidación democrática”.

Bien suntuario

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¿Cómo se reparten actualmente los costos de un libro? Según Marilén Wood, vicepresidenta de la Cámara Chilena del Libro y gerente general de Ediciones B, de la siguiente manera: derecho de autor, 10%, librería y logística, 55%, costo (impresión y edición), 25%, mientras el margen editorial llega al 10%.

¿Pero es realmente caro el libro en Chile? Hay que tomar en cuenta que el paso de la tecnología offset a docutext permitió reducir hasta en un 50% el costo de impresión de un libro, según Reyes, lo que en su opinión ha permitido la explosión de las editoriales independientes, que pueden experimentar con tirajes chicos.

“El libro no es barato en Chile porque se consume poco”, señala Sierra. “Nadie cuestiona lo que puede costar una prenda de ropa, nadie cuestiona el valor de una cena, una comida, incluso hasta un sándwich, pero el libro está considerado un bien suntuario”, dice.

Para Vera hay que diferenciar entre libros chilenos y libros importados. Los primeros, en su opinión, no son caros considerando “un valor promedio de entre $6.500 y $7.000”. Los importados, en cambio, “que representan alrededor del 80% de los libros que circulan en Chile y en campos relevantes como de investigación, literatura publicada en otros países,  libros técnicos, tienen precios prohibitivos”.

“Entonces, el factor fundamental en la carestía de los libros es la gran dependencia que tenemos de los libros importados”, señala. “El importador debe desembolsar una cantidad importante de dinero antes de empezar a vender, su riesgo es alto y su rentabilidad incierta. Resultado: escasez de títulos y alto precio”.

Además el mercado es dominado por dos grupos: Random House (que acaba de comprar Aguilar y Alfaguara) y Planeta, grupos que además han logrado introducir títulos extranjeros en los colegios y desplazar a los autores nacionales.

Otra cosa fundamental en la cual todos coinciden es lo reducido del mercado, que obliga a realizar tirajes más pequeños y más caros. No es lo mismo un tiraje de 1.000 ejemplares, como es usual en Chile, que otro de 5.000 o 10.000, como en Argentina, cuyo mercado es cuatro a cinco veces mayor, acota Sierra. Parra ejemplifica esto al decir que un libro con un tiraje de mil ejemplares puede tener un costo unitario de $10.000, pero si la producción se aumenta a 5.000, el costo baja a $7.000.

Otros ven un tema más de fondo, como Mario Ramos, cabeza visible de la nueva editorial Quimantú, cuya política es no vender sus libros a más de cuatro mil pesos.

“El libro es caro porque es peligroso”, asegura. “A los dueños del poder no les interesa que el pueblo sea culto, que piense, que tenga elementos para salir de la dominación que ellos ejercen. ¿Te imaginas a millones de chilenos leyendo o discutiendo los escritos del Quijote, de García Márquez, de Marx, de Rosa Luxemburgo, del subcomandante Marcos, de Galeano, de Zibechi, de Marcos Raúl Mejías, de Bolaño, con acceso a libros de mil, dos mil o tres mil pesos?”

“Eso ya es una revolución cultural, y trae de por sí un cambio en la sociedad”, agrega. “El libro podría ser económico, pero a la élite no le interesa”.

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Falta de hábito

Otro tema en que todos coinciden es en los bajos índices de lectura, que hace que la gente prefiera gastar su dinero en otras cosas.

“Los estudios demuestran que no aumentan los lectores en Chile”, señala Reyes. “Se diversifican, pero no necesariamente hay nuevos sectores sociales que estén accediendo al libro. Muchos que apenas ganan el sueldo mínimo sí pueden gastar en comprar un celular de doscientos mil pesos, o unas zapatillas o una camiseta deportiva que vale treinta lucas. Creo que es un tema cultural más que de precio”.

En un estudio de la Unesco de 2012, Chile aparece como uno de los países donde menos se compran libros, con un 35%, aunque sobre Colombia (32%) y Perú (23%). En comparación, en España es el 57% y en Argentina un 56%.

“Sin duda habrá mucha gente que no puede comprar libros, pero eso no justifica que no existan más lectores porque tenemos una importante red de bibliotecas que no son utilizadas como se debiera”, señala Wood. “Debemos reconocer que en Chile el índice de lectoría es muy bajo y la principal razón es la falta de interés”.

“Sólo en Buenos Aires hay unas 2.500 librerías… en todo Chile no llegan a 200”, lamenta Vera. Otro reflejo de lo pequeño que es nuestro mercado en comparación al país trasandino.

¿Qué hacer?

Para reducir los precios de los libros, Reyes señala que no sólo habría que eliminar el IVA, sino los impuestos a toda la cadena: el papel, la tinta y las impresoras. Sin embargo, estima que ni siquiera eso sería suficiente, y señala que es clave fomentar aún más la lectura.

“Creo que hay que hacer una campaña potente que involucre a todos para promocionar la lectura, en los colegios y en la casa”, explica Wood. “La lectura es un medio de aprendizaje y permite acceder al conocimiento, pero también de pasatiempo y entretención”. “Tienen que ser políticas sostenidas y de largo alcance”, coincide Sierra.

Para Vera, lo primero y fundamental es que se implemente la Política Nacional del Libro y la Lectura,  publicada por el Consejo Nacional de la Cultura el año 2006.

“En esta propuesta trabajó por años todo el sector vinculado al libro, desde editores a académicos, escritores e instituciones públicas”, señala. “Es una política sistémica que contempla diagnóstico y medidas para el desarrollo de la industria editorial chilena, medidas para apoyo de las librerías (particularmente relevante en regiones, donde brillan por su ausencia) fomento lector, traducciones, etc. Y por supuesto, un IVA diferenciado, y un precio fijo para el libro”.

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