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Autores de regiones le declaran la guerra a Santiago… en Santiago mismo Centralismo literario será debatido mañana en feria editorial independiente

Autores de regiones le declaran la guerra a Santiago… en Santiago mismo

Discutirán autores nortinos y sureños de diversas generaciones como Omar Lara, Daniel Rojas, Oscar Barrientos y Rosabetty Muñoz, en una mesa moderada por el escritor y editor Diego Álamos, de editorial Chancacazo. Será en el marco de la Primavera del Libro, que termina el domingo. Acá adelantan sus puntos de vista.


“Santiago no es Chile: una visión regionalista”, se llama la mesa de debate donde mañana cuatro autores de varias generaciones discutirán el tema del centralismo literario, en el marco de la feria de editoriales independientes Primavera del Libro, que termina el domingo.

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El encuentro será a las 17:00 horas en el parque Bustamante (Metro homónimo), e intervendrán autores nortinos y sureños como Omar Lara, Daniel Rojas, Óscar Barrientos y Rosabetty Muñoz, con la moderación de Diego Álamos, escritor y editor de editorial Chancacazo.

La actividad es organizada por la Asociación de Editores de Chile y la Cooperativa de Editores de la Furia… y seguramente más de algún capitalino saldrá trasquilado.

Precariedad y otras hierbas

Para los que se quejan que en Chile (véase Santiago) se lee poco, vaya este dato: se estima que el 80% de las librerías del país están en la capital, aunque por otro lado hay que reconocer que el Estado ha hecho un gran esfuerzo de inversión en bibliotecas públicas en regiones, como la de Antofagasta, la más grande del país. Pero aún así, el diagnóstico de los extracapitalinos no es demasiado alentador.

¿Cuál es el estado del medio literario –autores, editoriales, grupos literarios- fuera de Santiago?

Omar Lara

Omar Lara

“Precario”, responde Lara (Nohualhue, Región de la Araucanía, 1941), con décadas de experiencia en su región, entre otro como creador del legendario grupo Trilce. “Se hacen cosas pero se hacen con limitaciones terribles, temores, inseguridad, desprecio de los mayores que son la capital”, comenta. Y dispara: “Allí va todo o casi todo el combustible monetario y de difusión y distribución nacional e internacional. Hay muchos ejemplos, menores y mayores”.

“La piedra de tope es la distribución”, agrega. “Pero hay más: el apoyo real -no real- de las instituciones. El Fondo del Libro tiene un concurso de adquisición de libros hecho a la medida de las grandes editoriales o de aquellas no tan grandes pero convenientemente apitutadas. El Fondart es fatal. El Fondo del Libro es fatal. No puede haber en un país decente, no puede haber una cultura, una gestión cultural, una política cultural basada en concursos. Es casi un chiste, cruel, pero chiste”, remata.

“El principal problema de las regiones es la precariedad de la infraestructura cultural que rodea a la editorial”, destaca Rojas (Arica, 1983), con una década de experiencia en la reconocida revista y editorial Cinosargo, entre otros.

Critica la carencia de ciertos actores esenciales como el distribuidor, los programadores de centros culturales “y estos espacios que finalmente son esenciales para talleres, ferias alternativas…”. Ni la prensa se salva: “en provincias los diarios regionales no tienen críticos especializados, en algunos casos ni siquiera una página de cultura”.

Otro obstáculo son los libreros “y para nosotros la distancia con los centros de distribución que hay en Santiago”.

“No lo digo llorando, es la realidad. Un editor de Santiago toma un metro y lleva una caja y en una mañana de recorrido coloca los libros en varias estanterías y del mismo modo puede ir tocando puertas, dejando los libros con los críticos. Y si estudió con ellos o los conoce porque se topan en los mismos espacios de socialización que el arte genera mucho mejor. Nosotros tenemos que hacer todo eso por mail, por correo, sortear las aduanas”.

Y sintetiza: “la gran diferencia con Santiago es que quien decide editar en esa ciudad tiene todo el circuito armado y puede dedicarse a ser editor, en cambio en provincias hay que hacer de todo, ser desde editor, corrector, distribuidor, librero, gestor… y eso agota y genera caudillismos”.

Ombliguistas

Barrientos (Punta Arenas, 1974) también es lapidario en su análisis y califica de “medio ombliguista” al medio literario nacional.

Oscar Barrientos

Oscar Barrientos

“Pienso en el canon metropolitano, considerando a Santiago como otra provincia”, reflexiona. “Se ha ido construyendo hace ya tiempo una literatura que completa la idea de país, hablo de (Marcelo) Mellado, (Claudio) Geisse, (Daniel) Rojas Pachas  y otros. Creo que la estructura de reproducción de la distribución desigual  económica es análoga en la cultura. Nuestra opción como escritores territoriales es fabricar peligro, fracturar el canon”.

Como principales obstáculos, este escritor sureño apunta a “el sectarismo, el prejuicio”.

“Se busca en el escritor de regiones el investigador de la cultura, el folklorista, el representante de lo típico”, acusa. “Eso es eurocéntrico. Quiero hablar de provincias cosmopolitas como la mía y de una literatura que se erija frente a su historia”.

Un reflejo de lo lamentable de la situación es el estado de muchas editoriales de provincia, al menos en la Región de Los Lagos y Los Ríos. De eso da fe  Muñoz (Ancud, 1960), poetisa y profesora de Castellano.

Rosabety Muñoz

Rosabety Muñoz

“No hay sellos editoriales de trabajo permanente”, lamenta. “Esporádicamente presentan un libro algunas como La Bauda en Ancud, por ejemplo. Han desaparecido varias editoriales, sólo se sostiene El Kultrún en Valdivia con un catálogo amplio que suma más de cien títulos”, afirma. “Y ahora, veo con esperanzas, la reaparición de las Ediciones de la Universidad Austral de Chile, en cuya página se anuncian interesantes aportes a la cultura nacional para los próximos meses”.

Sin embargo, al parecer esa es una situación puntual.

“La mayor de las dificultades, en términos de publicaciones, ha sido la circulación, desde hace décadas”, cuenta. “Hay ediciones bellísimas, libros premiados a nivel nacional, libros que han tenido una buena crítica, pero no se encuentran en las librerías, no circulan mano a mano más allá de la región. Muchos libros de El Kultrún han tenido esa suerte”.

También apunta a la prensa. “No tienen interés por la cultura local y sólo fijan la atención sobre los artistas regionales cuando han sido ‘legitimados’ a nivel nacional”, critica. “Lo mismo pasa con los lectores en general: buscan y leen autores que se recomiendan desde centros mayores de circulación de las obras como Santiago”.

Foco irrenunciable

“La capital, para el universo de las redes y el espectro editorial, es un foco irrenunciable”, admite Álamos (Santiago, 1979), que ha vivido en Valdivia y Limache. “He publicado a varios autores de región, en realidad es la mayoría, pero han llegado a vivir a Santiago ya sea por estudios o en la búsqueda de oportunidades que parece tener la ciudad”.

Para él la capital efectivamente es foco gestión cultural, “pero no se llega a regiones, sólo lo simula; es como ese dicho santiaguino ‘aquí en Chile’, cuando se quiso decir ‘aquí en Santiago’, o viceversa”.

“El obstáculo central es que la edición está tomada por escritores fustrados, intelectuales sin academia, y no existiría preparación suficiente para enfrentar, en su terreno, a la mercadotecnia del libro”, asegura. “Salvo excepciones, las vitrinas del Drugstore -fortín literario santiaguino- son todas, a veces sin excepción, libros extranjeros; en otras palabras, Chile tiene esta seria particularidad, nos gusta vender materias primas, que se lo lleven todo; pero un producto creado y acabado en Chile… es sospechoso”.

¿Cambios?

Obviamente, algo tiene que cambiar. “Creo que hace falta una política descentralización real, pero no de parte de Santiago, sino de los agentes culturales locales”, opina el ariqueño Rojas, que ha hecho un gran trabajo de conexión con los medios literarios de países como Perú, Bolivia, Ecuador y Cuba, entre otros. “Siento que la gente encargada de cultura en el ámbito institucional en la región es muy cómoda o sólo cuidan su pega”.

Daniel Rojas

Daniel Rojas

 

Pone como ejemplo el vínculo que, en su caso, se ha desarrollado con Arequipa, la segunda ciudad más importante de Perú, y que está a penas seis horas en carretera de Arica.

“Nosotros trabajamos con editoriales y autores, libreros y programadores culturales de esa ciudad desde el 2006, pero recién hace un mes (las autoridades culturales regionales) como gran cosa nos dicen, ‘firmaremos un convenio para ver la posibilidad de que participen en la Feria del Libro de esa ciudad’, cuando estamos participando de ella desde la inauguración de ese espacio hace cinco años”.

“Creo que ese es el problema, mucha burocracia y gasto erróneo de recursos, no están las personas adecuadas en los cargos, eso entorpece”, dice. “Entonces hay que privilegiar la autogestión”.

Para este autor nortino, si los fondos locales se utilizaran con inteligencia, algunos pasos naturales serían más efectivos.

“El provincianismo en términos peyorativos, es mental, no geográfico, necesitan salir de la oficina”, sentencia. “Nosotros estamos en este momento armando un corredor activo con Cochabamba para tener todo el año un intercambio fluido de artistas, generar talleres y hacer un centro cultural itinerante, en vista que Arica, desde que es región pese a tener más de doscientos mil habitantes y muchas agrupaciones de arte en múltiples áreas, no tiene un centro cultural, sólo un teatro municipal que lo usan para graduaciones  de liceos”.

“Deben empezar a escuchar a los que saben, de lo contrario uno sigue creciendo en su rubro, en mi caso la edición, pero es la comunidad la perjudicada, porque por mucho que uno quiera, no puede hacer todo”, remata.

Más descentralización

Para la chilota Muñoz, la descentralización de las decisiones y los fondos es clave. “Sería positivo, por ejemplo, que hubiese mayor conocimiento de los medios locales para tomar decisiones sobre los proyectos que conviene financiar  en las regiones según las demandas y proyecciones locales”, señala. “En algunas será necesario fomentar la lectura; en otras se podrá dar mayor impulso a la creación, en otra a la formación de público y lectores”.

En su opinión además es necesario concentrarse en el papel de la educación. “De las salas de clase ha ido desapareciendo la literatura, la buena literatura y eso es muy grave. Replantearse el currículo en la clase de lenguaje con acento en la literatura regional sería un aporte”.

“Creo que la actividad literaria tiene que volcarse a las regiones, intentar encontrar allí, lejos de su espacio de seguridad, a su público”, estima Álamos. “Salir, eso propongo; la comunidad editorial debe encontrar nuevos lectores y lectoras; no lo digo con un ánimo expansionista, sino que la región reconozca que gran parte de sus autores y autoras son originarios de su espacio geográfico; el hecho de escribir -y leer- te transforma en más citadino que cualquiera”.

Primavera-del-libro-2

Destaca que en regiones ya hay proyectos editoriales notorios, como Cinosargo (norte de Chile) o Inubicalistas (Valparaíso).

“Son muy interesantes las relaciones industriales que se producen en regiones, siento que no están tan contaminados todavía con la bestia de la producción en serie”, comenta. “La estrechez del mundo aparente trae consigo una manera de reaccionar menos apoteósica y expansiva; en definitiva, con los autores regionales y la industria editorial regional se puede conversar, mientras que en Santiago no se alcanza a veces ni a eso”.

Para Álamos hay que fortalecer la industria editorial, estimular la producción y la lectura; profesionalizarse en el extranjero, crear redes para la proyección de la literatura nacional.

Y pide “más Fondo del Libro, más Observatorio de la Lectura, más recursos, más lectura local en las escuelas, menos IVA, más ferias regionales, más becas de creación, ojalá con pasantías en regiones, más concursos, mayores compras del Estado pero que involucren el movimiento de los escritores y escritoras, más espacio en librerías, más librerías”.

Y más prensa.

“Sí, más prensa, porque está claro que, a este nivel, no sólo prima la mala voluntad del crítico de turno; todavía en Chile -o en Santiago- se cree en la gallina de los huevos de oro, es decir, que va a llegar ‘alguien’ y todos se pondrán a leer como por arte de magia; leer es conversar, es tener tiempo”.

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