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«El nombre», la película de foto fija que impulsa al espectador a crear con la mente la acción

«El nombre», la película de foto fija que impulsa al espectador a crear con la mente la acción

Una nueva experiencia estética llega a las salas de cine este 19 de noviembre. “El Nombre”, protagonizada por Nicolás Saavedra y dirigida por Cristóbal Valderrama, narra la historia de un hombre que huye de un hecho de sangre para dar vida a otra persona. Un renacer en medio de una historia que mantiene alerta al espectador frente a un guión intrigante y misterioso.


El Nombre comienza cuando Santiago (Nicolás Saavedra) es liberado de la cárcel. No tiene a quién recurrir, busca un empleo y golpea puertas en busca de ayuda hasta que visita a un primo (Erto Pantoja), con quien se enfrenta en un conflicto lleno de engaños y desconfianzas. De esta manera, Santiago comienza desde cero, adopta otro nombre, inicia otra vida, pero nuevamente, su intento por recuperar el control y la tranquilidad se verá truncado debido a un oscuro pasado que desconoce.

Es la trama de la innovadora película de Cristóbal Valderrama, elaborada en base a fotos fijas que viene precedida por las alabanzas del mítico cineasta chileno-francés, Alejandro Jodorowsky. «Es formidable. Con imágenes inmóviles, esta película hace danzar a tu mente».

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«La mente crea la acción»

Con la claridad de que su nueva película no está hecha en un lenguaje común para el espectador y que en cine la foto fija, generalmente, cumple un rol ligado a la continuidad y al marketing, Valderrama entiende que el filme es especial y que va dirigido a un público especial.

«Echo de menos más riesgo en el cine, tanto nacional como extranjero. Creo que el público agradece el ser tratado como un público inteligente», señala con la seguridad que las expectativas en cifras serán más bien modestas, «ya que no vamos a perdernos en multisalas hipercomerciales; nuestro público también se pierde ahí».

En una película rodada de una manera tan distinta a la forma tradicional de hacer cine, la pregunta que surge es cuánto habrá cambiado el filme desde las capturas fotográficas al corte final, en atención a una de las ideas que el propio Valderrama afirma sentirse familiarizado: «que es la mente del espectador la que ‘crea’ la acción, la que completa el vacío aparente».

«Una vez que filtré las 27.000 fotos iniciales en carpetas para cada escena, y me quedé con las finalistas, que seguían siendo muchas, recién entonces escribimos los diálogos. Los grabé con mi propia voz y eso nos sirvió para editar. Una vez que estuvo la película contada completa, llevamos a cada actor al estudio de sonido a ver sus escenas y grabar sus diálogos con Nico Saavedra presente. Desde ahí el cambio principal fue descubrir lo elocuentes de las acciones y gestos al interior de las fotos, y que se necesitaban menos y menos fotos para contar lo mismo», señala.

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Cuando menos es más

Con la tarea de post producción encima, Valderrama y su equipo se fueron dando cuenta que para aprovechar mejor la profundidad visual y sonora de la película debían ir quitando diálogos y fotogramas a los contemplados en un comienzo. “Fue un gradual proceso de raleo, limpiar lo sobrante antes que nada, dejar la foto esencial. Otra cosa importante fue quitar más de la mitad del diálogo que habíamos grabado. Son tan gráficas las fotos que se narraban por sí solas. Eso fue muy liberador para poder dejarnos llevar por un relato ante todo, visual”, explica.

“Por suerte el guión estaba bastante claro. Los descubrimientos vinieron en el modo de contar cada secuencia. Por ejemplo, muy al inicio de la película el protagonista se encuentra con su ex mujer. De la escena tomamos fotos que, por la locación, eran muy estáticas. Ella a través de la ventana, él del otro lado. Tenía poco desplazamiento. Esa decepción me empujó a buscar una vuelta más ingeniosa y nos llevó a llevar a cada uno de ellos dos a una tira vertical de fotos, que se desplazaban en sentidos opuestos. Es una escena muy dinámica e inusual, y resultó gracias al fracaso de conseguir algo similar en el rodaje mismo”, reconoce.

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La película dentro de la película

Una mención aparte merecen las escenas protagonizadas por la actriz Anita Reeves, donde -a nivel plástico- se evidencia una mayor riqueza en la combinación y usos posibles de las fotos fijas.

«En la película hay panorámicas, diapositivas, blanco y negro, reencuadres, etc. Pasar al cine en movimiento convencional ofrecía un contrapunto que me daba muchísima curiosidad. ¿Qué pasa ahí? ¿Se vuelve un alivio, algo más interesante? ¿Se renueva todo? Finalmente, el cine son 24 fotos fijas por segundo, creando solo ilusión de movimiento”, advierte Valderrama.

En materia argumental, “la película dentro de la película es un resumen/espejo del propio protagonista; es la historia de alguien con sangre en las manos que huye, cruza un río y se convierte en otra persona”, reflexiona.

El director presenta así una suerte de homenaje al cine. “Nuestros recuerdos quedan acuñados como imágenes fijas en nuestra mente, y toda esta película es sobre un tipo atormentado por sus recuerdos. Asistir al cine es, en términos románticos, una experiencia de estilización e idealización”, dice.

Pero además le entrega un momento sorpresivo al espectador. “El cine cumple sueños y fantasías que la hacen más viva e intensa que la vida misma, al menos en apariencia. Con tanto streaming se va perdiendo un poco la experiencia ritual de la sala con butacas a oscuras. Parecía lógico hacer algo que formalmente asombrara a los espectadores de ese mundo en fotos fijas”, cuenta.

Rodaje, montaje y sonoridad

Con un rodaje realizado del tipo guerrilla film, Valderrama y su equipo se organizaron para que todos los desplazamientos pudieran hacerse en un par de autos, y al no realizar el sonido de forma directa la toma de fotografías fue realizada en 8 días.

“Con la decisión de lanzarnos a rodar, o a fotografiar, hicimos un diseño de producción realista y democrático. Lo que les propusimos es que todos fueran pagados de la misma manera, sin importar el cargo que ocuparan. Así todos integran una cooperativa, por lo que tienen propiedad de un porcentaje de la película, que está hecha con un esfuerzo colectivo”, explica.

Respecto de la post producción, Valderrama cuenta que ha sido “el trabajo más laborioso y detallista que he hecho nunca. Imagínate una escena de 200 fotos, de las cuales eliges 15, que en el montaje terminan siendo 6. Así, con cada escena. Camilo Campi (montajista) trabajó un año en la película, montando con una paciencia y una intuición admirables. Tiene mucho talento para la economía narrativa y el ritmo”.

Otro de los puntos altos del film es el sonido. “Cristián Mascaró fue el diseñador de sonido, que recibió una película completamente muda, sin sonido alguno, y la convirtió en una maravilla sonora. Desde el principio entendió que podíamos alejarnos de la literalidad, y hacer algo realmente poético. Las imágenes son tan gráficas que el sonido podía tomar vuelo propio, ser más abstracto. Nuestra guía fue hacer una película de ciencia-ficción. Lo curioso fue componer los ambientes, los foleys, la música, y solo al final llevar a los actores al estudio, para estimular su actuación”.

“Todo al revés de una película convencional”, sentencia.

El Nombre, será exhibida desde el 19 de noviembre en el cine Arte Alameda a las 17:00 y en el Cine Normandie a las 16:30 hrs

 

 

 

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