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A 30 años del plebiscito mundo de la cultura enumera las deudas del NO CULTURA

A 30 años del plebiscito mundo de la cultura enumera las deudas del NO

El cineasta Silvio Caiozzi, el poeta Jorge Montealegre, el músico Mario Rojas (ex De Kiruza) y la escritora Carmen Berenguer, fueron activos colaboradores desde el mundo de la cultura para que triunfara el No. Pese a que algunos de ellos coinciden en que el país no es el mismo y que el miedo que reinaba por esos años ya no se respira, el modelo económico que dio paso a una desigualdad social tan marcada en esos años, hoy, sigue intacta.


En 1988, el cineasta Silvio Caiozzi filmó varias escenas de la campaña televisiva del No. El músico Mario Rojas, bajista del grupo De Kiruza, tocó en el cierre de campaña, en medio de graves problemas de sonido. Y el escritor Jorge Montealegre, con su hija Miranda recién nacida, participó junto a otros artistas en el libro Por qué NO, además de ser apoderado de mesa el día del referéndum, mientras su colega Carmen Berenguer luchaba desde su cargo de directora en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH).

Todos ellos vivieron con alegría la victoria sobre la dictadura de Augusto Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de ese año, del cual este viernes se cumplen tres décadas. Además destacan la importancia del mundo de la cultura en la defensa de los derechos humanos, como demostró la caída del ex ministro Mauricio Rojas, que duró apenas 90 horas en su cargo, tras haber señalado que el Museo de la Memoria era «un montaje».

Treinta años, después los mismos referentes de la cultura analizan -sin la misma alegría- las promesas del No, que hoy se convierten en deudas, no sin antes reconocer que, aunque la democracia no cumplió las expectativas, el miedo ya no se siente. Y eso es más que algo.

«Las desigualdades son vergonzosas, y el sentido común discriminador y negacionista de la derecha es indignante», critica Montealegre, haciendo hincapié en que, a su juicio, eso no ha cambiado en 30 años.

Para Berenguer, la visión es más crítica aún, porque «la alegría lisa y llanamente no llegó».

«La cultura es sentido de una creación plural, y su propuesta fue todo lo contrario sesgada, elitista, clasista e individualista, ese ha sido el resultado de ese NO», dice.

«La alegría NO llegó, NO se opuso al modelo económico de Friedman y los Chicago Boys», critica la escritora. «Más bien, esa fue su política económica. Más bien, contribuyó vergonzosamente a ese 1% de ricos, que ha empobrecido a Chile cultural y socialmente. Son igualitos a la inmensa mayoría pobre norteamericana con auto y casita y nevera, felices, sin salud ni educación de calidad, y jubilación de miedo. Es decir, domesticaron el deseo y los arruinaron para toda la vida endeudados».

Muchos sueños quedaron en el tintero, como el Parque de la Solidaridad imaginado por Montealegre, «con árboles traídos de todos los lugares donde hubo algún exiliado y que al centro tuviera una biblioteca con todos los libros escritos afuera y adentro por los chilenos y chilenas que soñaron un Chile mejor».

«En fin, no se cumplieron los sueños como tales; pero es indudable que avanzamos en las reivindicaciones democráticas. No da la mismo dictadura que democracia; eso sí, la que tenemos hay que profundizarla y sacarle las comillas», remata el hoy tesorero de la Unión Nacional de Artistas (UNA).

Para Caiozzi el gran tema es si hay una democracia completa o no.

«Siempre he pensado que para que haya una democracia completa falta un poder, el cuarto poder, el poder de los ciudadanos para revisar y vigilar a los otros tres poderes», comenta el vicepresidente de la misma entidad. «El problema en el mundo -no sólo en Chile- es que los otros tres poderes se autodefinen ellos todos, se ponen los sueldos, hacen lo que quieren, pero nadie los controla».

«Dicen que hay una Contraloría pero es parte de uno de los poderes. Yo de verdad creo que debería haber un cuarto poder elegido por los ciudadanos, que sean ciudadanos totalmente independientes de cualquier partido político. Pero no para hacer leyes, porque para eso les pagamos a los legisladores, ellos son nuestros empleados, están haciendo un trabajo que nosotros les pagamos. Es como si una empresa contratara a gente y no vigilara nadie. Eso falta en las democracias».

Pese a todo lo anterior, Mario Rojas, presidente de la UNA, admite que «nadie que haya vivido alguna parte de la dictadura, nadie que haya vivido ese tiempo de temor de realizar una actividad cultural, ni siquiera expresar una opinión en contra del régimen que había en el poder, nadie que haya experimentado ese miedo hoy día no podría reconocer que han habido grandes y profundos cambios»,

«Vivimos otra sociedad, es totalmente distinto. El temor tenía paralizados a muchos, yo diría que un 80% de la sociedad vivía aterrorizada, que se manifiesta en apatía, una rabia escondida, en las actitudes frente a la familia, también en la solidaridad, era una sociedad completamente distinta, Chile era distinto».

«Como democracia Chile ha tenido, en estos vaivenes, presidentes más o menos populares, problemas… pero ha evolucionado», coincide Caiozzi. «Si yo comparo al Chile de cuando era niño al de hoy día y no tiene nada que ver, ha habido un progreso sin lugar a dudas».

«Éramos una sola mano»

Para la famosa campaña televisiva realizada hace 30 años, Caiozzi fue uno de los convocados para filmar. Como muchos, en ese momento, hacía cine publicitario.

Por ejemplo, la escena del taxista que hace «NO» con los dedos, o la del teatro donde hay una escena en que a un supuesto rey se le cae la corona, en el camarín del teatro, un grupo de empresarios, las filmó él.

«Se produjo una situación bien bonita. Todo esto se hizo a raíz del boceto del jingle, dando la idea general, que había que hacer una cosa muy alegre, muy optimista, hasta divertida para contrarrestar el horror que se vivía en esa dictadura y se nos dieron temas», recuerda. «Entonces los que nos habían llamado a todos los que nos dedicábamos a hacer cine publicitario en esos años, se nos dijo hay tales temas, y cada uno levantó la mano y dijo yo quiero este, yo quiero este y este otro y es todo lo que se nos dijo y cada uno partió por su cuenta a filmar lo que se le ocurría, porque lo que aparece es lo que a cada uno se le ocurrió de ese tema, no hubo dirección central que nos dijeron qué había que filmar».

Lo sorprendente para él es que «tú ves el spot del NO y parece que estuviera dirigido por una sola mano».

«Quedé muy impactado y al ver eso me doy cuenta de que, de alguna forma, en esos años, sin necesidad de hablar, todos pensábamos más o menos igual y sentíamos lo mismo, que se tradujo en que distintos directores filmaron lo que se les ocurrió en forma totalmente separada y al final tú ves y parece estar hecho por una sola mano. Eso es bastante interesante», recalca.

Una época «intensa»

Mario Rojas, en aquella época, tocaba con De Kiruza en las universidades, en actos poblacionales, comunales, con sus compañeros que eran Pedro Foncea, Gustavo Smith, Andrés Cortés y Jose Luis Araya. Durante la dictadura había vivido varios años de exilio en Australia.

Era una época «muy intensa» en términos de actividad político cultural. «Con toda sinceridad, reconozco que no me daba cuenta de la magnitud que ese movimiento iba a cobrar», comenta.

«Con este grupo participamos en la marcha de la alegría. Fuimos a Osorno, Talca y varias ciudades de camino a Santiago y en la marcha tocábamos junto a otras bandas locales de los lugares y hablaba Ricardo Lagos», recuerda.

También estuvieron en el cierre de la campaña.

«Fue un orgullo y una gran satisfacción, a pesar de que desde el punto de vista técnico y estético musical, no era una situación tan alegre, en el sentido de que uno veía que había medio millón de personas y con suerte esa música la estaban escuchando las primeras mil personas que estaban más cerca. Era muy precario el sonido. Con los músicos que participamos vivíamos pendientes de esos detalles, pero la ciudadanía lo miraba de otra manera», dice.

La noche del triunfo

El día del plebiscito, todos lo recuerdan con tensión. Era la primera elección libre tras 13 años de dictadura. Comenzó el conteo y el Gobierno informó que el Sí iba ganando. Cuando finalmente Pinochet supo que había perdido, amagó con un autogolpe, pero la propia Junta Militar se lo impidió.

«Durante los cómputos estaba junto a mi familia, en mi departamento, en Plaza Italia, nos acompañaba Pedro Lemebel y Sergio Parra», cuenta la poeta Berenguer. «Hubo momentos intensos de espera mirando a (Alberto) Cardemil por la pantalla, y sentí ansiedad y temor», en referencia al entonces vocero de la dictadura que partió anunciando que Pinochet iba ganando la elección.

Montealegre fue apoderado de mesa del NO en un local de votación donde ganaba el Sí. «Salí deprimido de ahí y en el camino poco a poco se fue alegrando la calle. Parece que podíamos ganar», cuenta.

Caiozzi vivía en La Dehesa -un barrio eminentemente de derecha- y fue testigo del nerviosismo entre los pinochetistas.

«Nos habían catalogado los vecinos como la casa del NO porque habían detectado que yo había participado en el spot y estaba en contra de la dictadura abiertamente», cuenta. «Incluso hasta piedras nos tiraron por un ventanal y algunos vecinos nos pusieron unos parlantes grandes apuntando hacia nuestra casa, tocando marchas y cosas así como victoriosos para que nosotros nos sintiéramos derrotados, mientras estaban los cómputos», relata.

Sin embargo, cuando quedó claro que el Sí perdía, los vecinos apagaron los parlantes y se escondieron.

«Ya en la noche, porque al final se empezó a saber como a la 1 de la mañana, se empezó a saber la votación real, que ganaba el NO, me acuerdo un vecino que era un militar retirado, empezó a disparar tiros al aire como para provocar la salida a las calles, me imagino no sé, para amedrentar. Fue un momento de enorme alegría y como de paz también, que por fin la pesadilla había terminado y uno siente una sensación de tranquilidad, de paz. Yo no soy dado a tomar alcohol ni mucho menos, pero ese día me serví un vaso de whisky, a tomar pacíficamente y feliz, tranquilamente, un vaso con un poco de whisky con hielo», rememora.

Frente al departamento de Berenguer, la calle estaba vacía y de repente llegaron Fuerzas Especiales de Carabineros, rodeando su edificio. Fue un momento expectante, ella miraba la plaza y de pronto se fueron sin más.

«No entendimos pero los cómputos se dieron a favor del NO y se sintió un solo grito, corrimos escaleras abajo, caían papeles de los edificios, se iluminó la plaza, corrimos por la calle, llegaron autos con sus bocinas, nos abrazábamos», cuenta.

«Todos éramos amigos esa noche. Llegó Francisco Moraga con un tambor, la algarabía era total, tantos deseos y sueños de derrocar al tirano, se destaparon botellas de champagne, los autos paraban, fue un carnaval. Alguien dijo ‘al parque’ y una muchedumbre se dirigió al parque. Luego fue una nube de polvo y sombras, un apagón y seguimos. Sentí, en medio de esa caminata, una sola respiración humana y expectante», expresa.

Montealegre, con su esposa, la escritora Pía Barros, salieron a celebrar como a las cuatro de la mañana, «con nuestra hija Miranda que tenía apenas cuatro meses. Me emociona recordar esos momentos. Es un privilegio haber tenido algún grado de participación en aquello».

De manera paralela, Rojas vivió el triunfo como cualquier ciudadano, «salí a la calle con mis amigos. No participé de ningún acto orgánico, simplemente fui cualquier ciudadano que estuve en la masa con el puño en alto».

Cultura y derechos humanos

Todos ellos destacan que el mundo de la cultura hoy es fundamental para la defensa de los derechos humanos, como demostró el caso del ex ministro Rojas, pero también en otras causas, como el medio ambiente y los migrantes.

«Durante toda la dictadura se enfrentaron a los peligros verdaderamente más inimaginables en cualquier acto poblacional, acto sindical… En cualquier peña que hubiera en una población, uno iba a tocar, ya fuera con la banda o con la guitarra, y siempre veía que había una participación de todas las disciplinas del arte, había pintura, teatro poblacional muy intenso», destaca el ex músico de De Kiruza.

Hoy, en cambio, «la cultura está disgregada, que es algo natural dentro de una sociedad capitalista neoliberal, está atomizada», lamenta.

«Desde ese punto de vista, la cultura es un reflejo de esa sociedad. Existe una tendencia muy fuerte al individualismo a buscar méritos personales… Sin embargo, la lectura más profunda es que, cuando se convoca a los artistas, ahí aparece tan presente el afán y la preocupación por los derechos humanos como siempre».

Para Montealegre, en la actualidad «nuestro papel es de vigilancia e insistencia por alcanzar grados crecientes de profundización de la democracia».

«El gran hito del NO a Pinochet fue un paso importante, pero en la medida que la sociedad cambia, la violación de los derechos humanos, las discriminaciones y desigualdades, toman nuevas representaciones», destaca. «En el espíritu de los artistas, creo, se sueña con vivir un proceso de democratización ininterrumpida, con mayores posibilidades de expresión. Falta mucho, pero no nos debe frenar la amargura».

«La cultura, el arte son bastiones que tocan las alarmas cuando se sabe que elementos como el medio ambiente, está siendo modificado para en el fondo agredir al ser humano, enfermarlo por un fin que es el negocio», dice Caiozzi. «Un ejemplo de que el fin justifica los medios, no importa que la gente se muera de cáncer, pero se hace más negocio y hay más plata. Ahí empieza esa dualidad, y el artista siempre va a decir no, el ser humano no puede morir para tener más plata».

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