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Aborto: la ciudadanía tiene derecho a saber


No existe mejor arma para el poder que la ignorancia de la ciudadanía. Con estas palabras me quiero referir a la columna escrita por Farid Seleme y Ricardo Godoy.

Y es que ya desde el título estos autores parecen abogar por  una falacia: la defensa de la vida está en manos de unos conservadores que han sido derrotados. Cabe señalar al respecto que el tema del aborto, lejos de tratarse de una controversia entre conservadores, liberales o progresistas, es un asunto de valoración de la vida humana y de los derechos humanos fundamentales. De lo contrario, interesante resulta la paradoja del partido de izquierda en España, SAIn, en uno de cuyos manifiestos titula “Rechazamos el aborto porque somos de izquierda”. Y en sus primeros párrafos señala: “Porque somos socialistas, nos oponemos al aborto y a su legalización. Por la misma razón que nos oponemos a todo atentado a la vida: pena de muerte, torturas, hambre, armamentismo, guerras, destrucción del entorno natural”.

[cita]Un embrión, un feto, un nonato, no es una enfermedad, no es un tumor cancerígeno que es necesario extirpar, destruir, aniquilar, para salvar la vida del paciente. Es una vida más.[/cita]

A mayor abundamiento, cabe enfatizar que tampoco es un tema de religión o fundamentalismos. Personalidades de izquierda o ateos contrarios al aborto hay muchos. Sólo por citar algunos: Norberto Bobbio o, en Chile, Pedro Godoy, historiador y educador chileno y miembro del CEDECH;  Pier Paolo Pasolini, cineasta, comunista, ateo, homosexual y antisistema (ver Escritos corsarios), quien consideró la legalización del aborto como la legalización del homicidio; o Gustavo Bueno, filósofo marxista, quien expresa: “Defender el aborto es como defender la esclavitud”. (En su libro El fundamentalismo democrático agrega que su legalización es pervertir la democracia). La pregunta que cabe entonces es la siguiente: ¿es de conservadores la defensa irrestricta de los derechos humanos o atañe a la sociedad completa, con prescindencia de pensamiento político, social, cultural o religioso?

No olvidemos que la gente de color tampoco eran “personas” antaño y por tanto podían ser esclavos, en una suerte de cosificación inhumana. Emblemático resulta el caso del juez Roger B. Taney, quien confirma la esclavitud señalando que los “negros” no eran personas y por tanto procedía el trato de esclavos y, sin embargo, él mismo años antes había liberado a algunos suyos. ¿Una posición cómoda? Este doble estándar, frecuente con respecto al aborto, se da en nuestro propio ambiente político, donde en privado se está a favor de la vida y en público se expresa respetar los otros puntos de vista. ¿Y la vida humana, entonces, dónde queda, quién la respeta, quién defiende a un inocente? Ese relativismo es lo que socava la recta acción política, convirtiéndose en politiquería o, en buen chileno, “quedar bien con Dios y con el diablo”.

En segundo lugar, Seleme y Godoy denuncian una suerte de engaño promovido por los conservadores bajo justificaciones antojadizas contra el aborto. Al respecto la evidencia científica está conteste en que desde el momento de la concepción existe un código genético diferenciado, es decir, una vida humana; la carga genética está, eso es innegable, sólo falta su desarrollo, como en todo aquello que se considere viviente. Negar esta evidencia, objetiva, es atrasar la cuenta científica a un estado anterior y ello es signo de poca seriedad y deshonestidad.

En tercer lugar, los autores dan certeza de sus dichos basados en una encuesta CADEM, en que el 79% de los encuestados estaría a favor del aborto por las tres causales. Las cosas como son: no he leído en parte alguna referencia en sentido estricto y directo acerca de cómo se resuelve un aborto, tanto a las 12 semanas como a las 18, en el caso de las menores de 14 años, como propone el proyecto. Pues bien, la cruda realidad es la que sigue: cuando se trata de un aborto hasta las 12 semanas se procede a una intervención de legrado, es decir, mediante la dilatación del cuello uterino se introduce un tubo que tritura al embrión para posteriormente aspirar los restos o pedacitos que quedan de él. El proceso cambia cuando se trata de una gestación mayor a las 12 semanas. Consiste en introducir, dentro del líquido amniótico, una solución salina hipertónica que quema al no nacido y lo destruye. Posteriormente se procede a la misma aspiración ya comentada. Otro modo de generar el aborto posterior a las 12 semanas es introduciendo con una aguja, en el cordón umbilical, aire, lo que provoca una embolia en el feto y lo mata, en algunos casos la expulsión del feto es completa, es decir, sale del vientre materno un nonato entero (al respecto, leer al doctor Fernando Puig, entre otros). Por supuesto que existen otros métodos más precarios aún, por todos sabidos y que nos llevan directamente al primitivismo.

Se sostiene que el aborto sólo es accesible para unas pocas “privilegiadas” y que toda mujer debería tener derecho a ello. ¿En qué quedamos? ¿Estamos hablando de las tres causales o del aborto puro y simple? Sólo así se entiende el argumento de los recursos económicos. Por cierto, me parece imprescindible señalar y enfatizar que en Chile no se condena a mujer alguna cuya vida en peligro haya perdido, a consecuencia del tratamiento, a su hijo en gestación. El artículo 119 del Código Penal es muy claro en esta materia. Si a causa de la terapia a efectuarse y como consecuencia de ello el feto sufre un deceso, no existe de modo alguno un “algo atribuible” a un aborto, el aborto es matar al feto. En el caso de la madre que corre peligro por su vida, como puede ser aquella mujer con cáncer sometida a quimioterapia, y si a raíz de ello el nonato muere, no será porque los médicos deliberadamente optaron por matar. La terapia nunca consistirá en “matemos para sanar”. Luego, en el caso de la madre cuya vida está en peligro, no hace falta legislación alguna, pues la ley ya lo contempla.

Los autores señalan que se debe realizar una discusión “madura, informada y propositiva” a fin de despenalizar el aborto por las tres causas conocidas por la opinión pública.

En primer lugar, toda discusión o debate para que tenga altura de miras debe promover, al menos, la disposición de escuchar al otro, no con afán revanchista y a priori de descarte, sino con la apertura necesaria para un tema tan complejo y sensible como éste. Sólo entonces estamos en condiciones de exigir una discusión en el Congreso con madurez.

En segundo lugar, los autores hablan de una discusión “informada”. La información no puede ni debe, para su objetividad, transparencia y honestidad, divulgarse sólo para un cierto lado, de modo tendencioso, manteniendo en la ignorancia a una ciudadanía que debe velar por conocer de estas materias del modo más amplio posible. La evidencia científica, por ejemplo, aportada por el doctor Elard Koch, ha sido frecuentemente subestimada, por un acto de “no conveniencia”. En el sitio web de Melisa Institute existe mucho material científico a disposición de los ciudadanos, con relación al aborto, cifras fehacientes, y todo antecedente probado científicamente. No cabe, para un científico, la especulación, por tanto, toda información proveniente, entre otros, de estos documentos, son un verdadero aporte a la sociedad. Lamentablemente son poco difundidos o simplemente ignorados por un fin que justifica los medios. En consecuencia, es falso aquello que sostienen ambos autores respecto de información no fidedigna.

En tercer lugar, hablan de un marco propositivo. Existen, actualmente, varios documentos de circulación pública donde se presentan propuestas alternativas al aborto, además del proyecto de ley que “Establece un régimen de protección integral de la mujer con embarazo vulnerable y del hijo que está por nacer, y modifica la Ley que Establece Medidas Contra la Discriminación”, ingresado al Congreso el 22 de enero 2015.

A mayor abundamiento, existe un trabajo con estadísticas, fuentes científicas y propuestas concretas de fácil acceso para toda la comunidad y quien se quiera informar de modo científico y fidedigno, como piden los autores, en www.embarazovulnerable.cl, cuyo título es “Embarazo vulnerable. Realidad y propuestas”. Esto, entre muchos otros documentos, artículos y estudios. Quien quiera, con sincera buena intención, estudiar de estas materias para opinar en sentido estricto y honesto, siempre lo podrá hacer. Pero no hay algo peor que vendarse los ojos y establecer como falso aquello que es verdadero.

Finalmente, quisiera hacer un alcance. Al hablar de “Interrupción voluntaria del embarazo” se comete un error. Cuando se interrumpe el tránsito, posteriormente se da continuidad al mismo, la interrupción es temporal. Lo mismo en una conversación que puede ser retomada luego de la interrupción. ¿Cómo se retoma una vida abortada? Matar una vida humana es un acto sin retorno, no se interrumpe esa vida, simplemente se elimina, se descarta. No podemos nacer dos veces del mismo modo. Luego, el término “interrupción” no corresponde a lo que se pretende. Un segundo término mal aplicado es “voluntaria”, toda vez que las mujeres que, en efecto, deciden abortar no lo harán llevadas por su rechazo a una vida, sino por factores externos a ella: culturales, familiares, de abandono (un clásico), presiones sociales o económicas. En suma: la mujer no decide como acto de voluntad personal e íntima, por ella misma, descartar una vida.

Un embrión, un feto, un nonato, no es una enfermedad, no es un tumor cancerígeno que es necesario extirpar, destruir, aniquilar, para salvar la vida del paciente. Es una vida más.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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