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¿Qué debe hacer el movimiento estudiantil ante el ingreso de la reforma?

Carlos Vergara, Constanza Bohle y Daniel Andrade
Por : Carlos Vergara, Constanza Bohle y Daniel Andrade Carlos Vergara, presidente Federación Estudiantes Universidad de Valparaíso Constanza Bohle, presidenta Federación Estudiantes Universidad Técnica Federico Santa María, Santiago. Daniel Andrade, Secretario General Federación Estudiantes Universidad de Chile
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Este 2016, la movilización estudiantil adquirió fuerza a partir de la llamada “Ofensiva Estudiantil” abierta con la irrupción al palacio de La Moneda por parte de estudiantes secundarios y universitarios, y el consiguiente llamado a paro nacional realizado por la CONFECH. Si bien dicha ofensiva fue seguida a nivel general por las distintas universidades, ésta lamentablemente careció de un contenido que permitiera explicar por qué nos movilizamos, haciéndose nuevamente imposible para la CONFECH articular un relato común de la movilización en su expresión concreta en distintas comunidades educativas.

Esta dificultad implicó que nuevamente existiera una escisión al interior del Movimiento Estudiantil y las razones por las que las y los estudiantes se movilizaban. Así, por un lado las Ues privadas en su mayoría se movilizaron por conflictos internos, exigiendo por ejemplo el fin al subcontrato, o demandando democratización de las casas de estudios, mientras que por su parte las Ues tradicionales y estatales tuvieron como foco central la Reforma a la Educación Superior, sosteniendo una movilización de casi dos meses sin que hubiera ingreso efectivo del proyecto al parlamento. A pesar de ello, un aspecto novedoso fue que estas movilizaciones tuvieron en común el haberse abocado a la socialización de nuestras demandas mediante trabajo territorial y articulado, enfocado a la coordinación de actividades con secundarios y Ues privadas mediante iniciativas caracterizadas como “cordones”. Sin embargo aunque el impulso fue exitoso, masivo y de alcance nacional, este nuevo periodo estuvo marcado por el desgaste de la movilización producto de la poca claridad de objetivos, la ofensiva autoritaria de autoridades en Ues privadas y la inexistencia de conflicto político evidente a raíz de la ausencia de proyecto de Reforma a enfrentar.

Este escenario sin duda ha cambiado. Hace ya poco más de un mes ingresó el proyecto de Ley de Educación Superior, y a pesar de todas las voluntades y grandes discursos tanto de Bachelet como de sus personeros, la Reforma parece no contentar a nadie. El revuelo causado por el proyecto de Educación Superior ha sido acompañado por una débil defensa del mismo por parte del Mineduc, mientras que por otra parte actores relevantes han tomado distancia de la propuesta de Gobierno: rectores de todo tipo de instituciones universitarias; estudiantes agrupados en la CONFECH; estudiantes secundarios; partidos de la Nueva Mayoría y la derecha; parlamentarios oficialistas y de oposición; editorialistas y columnistas de medios de comunicación; académicos especializados en políticas públicas educacionales. Es claro que la crítica proviene de distintos sectores con diversos intereses, sin embargo hasta la fecha no se han develado ni puesto en cuestión estos; y lo más importante es que tampoco hemos dejado en evidencia a quienes sí están convencidos y satisfechos con esta reforma.
[cita tipo=»destaque»]No nos sirve marginarnos ni entregarnos gratuitamente, así como tampoco nos sirve acumular como organizaciones y dejar cartas en partidos o funar empresarios bajo nuestras banderas: debemos convocar a las mayorías estudiantiles a la confrontación contra quienes sostienen el mercado educacional, pues sólo así esas intervenciones adquieren fuerza y sentido. De esta forma, más que «incidir» nuestro foco es disputar comprendiendo el rechazo como una posición política a instalar y mediatizar. En esa línea el parlamento es un espacio útil no por la posibilidad de lobby -que claramente no dará avances concretos-, sino por la palestra pública que nos permitirá, después de mucho tiempo, tener presencia en la agenda y el debate público.[/cita]

De esta forma, nos enfrentamos a un escenario en que el Movimiento Estudiantil es el único actor que hoy no tiene conflictos de interés desatados, pudiendo disputar abiertamente el carácter de la Reforma, y por sobre todo pudiendo mostrar las verdades que muchos otros hoy tienen que callar. Sin embargo, dentro del Movimiento y quienes hoy lo conducen hay dudas y diferencias respecto de hacia dónde avanzar y con qué objetivos, existiendo tensiones internas y poca consistencia de una apuesta política. Las posiciones están marcadas por organizaciones que buscan instrumentalizar al Movimiento y arriesgan hipotecar su capital político, al tiempo que plantean la necesidad imperante de ir al parlamento para «incidir», sin embargo cuando son interrogados sobre cómo hacerlo carecen de respuesta y definiciones mayores que den cuenta de los términos estructurales que hoy podrían jugarse en el congreso. Otros plantean elementos programáticos maximalistas de lo que significaría una ganada para el Movimiento Estudiantil, ocultando bajo esa postura un afán de marginarnos de la discusión y “acumular el descontento”, a fin de respetar una supuesta pureza del accionar de los movimientos sociales; peor aún, estas organizaciones acaban comprendiendo la acumulación social como dicotómica de la disputa política.

Hoy, ni el entreguismo ni la marginación son útiles para enfrentar un nuevo escenario en que lo que está en juego es el cierre parcial del ciclo de movilizaciones estudiantiles abiertas el 2011, una disputa que permitirá un aprendizaje histórico para el movimiento social, que dejará manifiestos todos los intereses y conflictos que muchos pretenden esconder, y que si sabemos afrontar mediante la articulación de la acumulación social y la Disputa Radical de la Reforma, tiene la potencialidad de permitirnos avanzar en aperturas democráticas en el marco de las demandas históricas del Movimiento Estudiantil, aun cuando sepamos que en lo más sentido en materia de financiamiento habrá una disputa de largo aliento porque quienes hoy deciden por Chile no están dispuestos a eliminar el mercado de la Educación.

Ante este desafío, debemos asumir que la disputa por la Reforma ya comenzó, y que esta discusión se extenderá por lo menos hasta el 2017. También debemos entender que los tiempos de la agenda política hasta ahora no los hemos llevado nosotros y es difícil revertir esa realidad, sin embargo lo anterior jamás puede constituir una excusa para desestimar esta pelea: los movimientos sociales siempre hemos construido nuestras demandas y avanzado en sus conquistas ante escenarios desfavorables y múltiples dificultades que hemos sabido sortear a nuestro favor.

También es importante clarificar que hoy no existe un escenario viable de incidencia de la Reforma por parte del Movimiento Estudiantil, pues quienes hoy tienen esa capacidad dentro del gobierno y el mundo de la educación mercantil son justamente los sectores empresariales y conservadores. Hoy ellos tienen capacidad de incidencia real y así ha sido durante todo el gobierno de la Nueva Mayoría, como lo demuestran las respuestas del gobierno frente a los conflictos sociales que ha debido enfrentar: fuegos artificiales, invitaciones a diversos actores de la sociedad civil a exponer, a reunirse, para finalmente dejar sus aportes como nota al pie de página, sin incorporar nada sustancial, tal como ocurrió con la Cones, el PC y el proyecto de aborto de tres causales que aguarda en el senado mientras la DC lo llena de polvo, y más recientemente la remoción autoritaria de Roxana Pey como rectora de la Universidad de Aysén. Por lo mismo nuestra tarea no puede ser limitarnos al acto performático de asistir al congreso a presentar nuestras apreciaciones, o llevar cartas al Mineduc sin respaldo de las mayorías estudiantiles, poniendo en jaque la legitimidad de la CONFECH y sus dirigentes. No nos sirve marginarnos ni entregarnos gratuitamente, así como tampoco nos sirve acumular como organizaciones y dejar cartas en partidos o funar empresarios bajo nuestras banderas: debemos convocar a las mayorías estudiantiles a la confrontación contra quienes sostienen el mercado educacional, pues sólo así esas intervenciones adquieren fuerza y sentido. De esta forma, más que «incidir» nuestro foco es disputar comprendiendo el rechazo como una posición política a instalar y mediatizar. En esa línea el parlamento es un espacio útil no por la posibilidad de lobby -que claramente no dará avances concretos-, sino por la palestra pública que nos permitirá, después de mucho tiempo, tener presencia en la agenda y el debate público.

Sin embargo este no es un desafío sólo de dirigencias: al contrario, hoy es urgente que desde nuestros espacios sociales despleguemos activismo innovador que permita mantener la movilización sin apostar por formas tradicionales que generen desgaste. Lo anterior es relevante si asumimos que todo lo que hagamos este segundo semestre se inscribe en un marco temporal amplio de cara al 2017. La apuesta entonces debe ser mantenernos movilizados con la tarea pedagógica de discutir y conocer en profundidad de qué se trata la propuesta de Reforma del gobierno, cuáles son sus límites y cuáles son nuestras críticas. Así, al calor de la movilización y la reflexión podremos generar una contrapropuesta que sobre la base de las demandas históricas del Movimiento, apunte a la conquista de Autonomía de las Comunidades Educativas, Penalización del Lucro e Inversión del Principio de Subsidiariedad del Estado. Esta propuesta que debe ser sencilla en su presentación a la ciudadanía y robusta en el plano técnico, permitiéndonos un 2017 de avanzada sin perder tiempo en rearmarnos, pues para eso tendremos este semestre, el verano y cada hito cultural en que podamos capturar la atención pública. Sólo así, acumulando descontento social, señalando y debilitando a quienes defienden el mercado en la educación y cerrando filas con quienes apuestan por una Reforma Educacional Anti neoliberal que, mediante un Régimen de Transición, apunte al fortalecimiento de la educación pública y la configuración de una nueva relación entre el Estado, el mercado y la sociedad, lograremos que el Movimiento Estudiantil tenga real capacidad de incidencia.

Esta es una oportunidad histórica para decirles a las y los políticos corruptos que su Reforma es una ofensa para quienes de verdad deseamos un cambio profundo para la educación en Chile. Debemos dejar claro que si quieren sacar su reforma adelante no les será fácil, que hay un Movimiento Estudiantil que no se rinde y Comunidades Educativas que están despertando para luchar por la educación pública que Chile requiere, que nuestra pelea es contra el mercado en la educación y contra quienes lo defienden. Esta debe ser una pelea abierta que nos permita ganar la batalla en la opinión pública, mejorando nuestras posiciones dentro de la política a fin de permitirnos una disputa efectiva de la Reforma. Sólo así, acumulando, debilitando a los empresarios de la educación y articulándonos con quienes defienden la educación pública, lograremos poner nuestros puntos sobre la mesa.

La pelea que daremos es tremendamente relevante porque separará aguas entre quienes realmente quieren que hacer de la educación un derecho en Chile, y están dispuestos a exigir y construir una Reforma que permita superar estructuralmente la actual crisis de la educación, y por otra parte quienes buscan un simple arreglo parcial que les permita seguir utilizando a las y los estudiantes más precarizados, como medios para recibir fondos para sus empresas «educacionales», y con ello consolidar y regular el mercado educacional. De esta forma, al calor de la lucha comenzaremos a prefigurar un bloque anti neoliberal que permita pensar la emergencia política de fuerzas transformadoras. Urge entonces pensar en el retiro, el rechazo y la creación de una contrapropuesta, en el marco de una apuesta táctica cuyo objetivo central sea ese.

Llevando lo anterior a un plano más concreto, y asumiendo marcos temporales propios de la política más allá de nuestras voluntades, hoy vemos que las últimas síntesis de la CONFECH representa en parte nuestro concepto de Disputa Radical: 1) Rechazar la reforma de educación superior, entendiendo este rechazo como una posición política y no simplemente como marginación, 2) Generar una contrapropuesta de Reforma Educacional, 3) Ofensiva de movilización, marchas y funas contra los empresarios de la educación. 4) Asistir a espacios institucionales a manifestar la posición estudiantil. Es clave entonces que la contrapropuesta se realice, legitime y elabore dentro de las Comunidades Educativas, permitiéndonos por una parte sumar a las y los trabajadores de la educación como actores claves que desarrollan en carne propia la política educacional que hace aguas, así como al cuerpo académico que fortalezca la dimensión técnica de nuestra apuesta, elaborando una reforma seria, de mayor profundidad y legitimidad simbólica.

De esta forma promovemos la configuración de una Comunidad que avance en sus niveles de politización, al tiempo que logramos articularnos con rectores y actores claves, acercándolos a nuestros posiciones, pues si bien hoy rechazan la Reforma, ello no asegura que efectivamente defiendan la educación pública y se sumen a la lucha contra el mercado: esa es nuestra tarea, la construcción de un Bloque Anti Neoliberal que irrumpa y dispute la Reforma Educacional de forma radical y vuelva a convocar a la ciudadanía a una pelea por el futuro de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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