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Asesor de A. Edwards y ejecutivo de Falabella es el nuevo canciller

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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Quien desde marzo tomará las riendas del Ministerio de Relaciones Exteriores tiene una vasta trayectoria en el mundo del retail a través de la firma que ha logrado expandirse por toda la región, pero nula experiencia diplomática. El caso de este empresario, cercano al dueño de El Mercurio, no es aislado en el nuevo equipo de ministros, donde la falta de roce político se compensa con una intrincada red de contactos entre los grupos económicos más poderosos del país.


Visiblemente satisfecho de su obra, Sebastián Piñera presentó finalmente a su primer gabinete, con el Museo Histórico Nacional como escenario. En más de una oportunidad destacó que, además de la preparación, los futuros ministros tienen en común “una profunda vocación de servicio público”, pese a que no más de cuatro de ellos tienen una larga y reconocida trayectoria política. Del resto, la mayoría representa a lo más granado del mundo empresarial chileno.

En la fotografía oficial, con el mandatario electo al centro, quedó plasmada para la historia la representación de los poderes fácticos de la derecha en pleno. Un claro ejemplo de eso es el nombramiento del empresario Alfredo Moreno Charme como titular de Relaciones Exteriores.

Diplomacia y retail

Lo más cercano a experiencia en relaciones internacionales que ostenta Moreno, según consigna una escueta biografía difundida por el comando, es ser “parte del G-50, un grupo de cincuenta líderes latinoamericanos seleccionados por la revista Foreign Policy, la más destacada publicación de relaciones internacionales de los Estados Unidos”. Lo cierto es que lo que sí tiene es un amplísimo bagaje como director de empresas, lo que además coronó con la presidencia de ICARE los años 2005 y 2006. Se dice también que a raíz de la expansión internacional de Falabella, multitienda de la cual es director, logró generar una gran red de negocios y política. Y no se puede pasar por alto su cercanía a Agustín Edwards, de quien fue un estrecho colaborador y con quien se relaciona a menudo a través de la Federación de Criadores de Caballos Chilenos.

Sin embargo, esta experiencia empresarial no se conjuga con lo que se hubiera esperado de un ministro de Relaciones Exteriores de Piñera. No es un secreto que ésta ha sido una permanente falencia en la derecha, lo que el propio Presidente electo trató de compensar generando fuertes lazos con líderes extranjeros, no sólo en la reciente campaña, sino también en la del 2005. En esa contienda el propio piñerismo hizo un diagnóstico que apuntaba a que Joaquín Lavín había mostrado una tremenda debilidad en materia internacional.

Sólo así se entiende la aspiración del timonel de RN, Carlos Larraín, de poner a uno de los suyos en esta cartera y de alertar acerca de que el gabinete no podía centrarse en tecnócratas. En más de una oportunidad mencionó a Teodoro Ribera o Sergio Romero. En cambio, tal parece que para Piñera, Moreno calza a la perfección con su diseño de darle un enfoque “profesional y moderno” a las relaciones exteriores, que contribuya al desarrollo político y económico de Chile. Todo indica que optó por un gerente, cuando en materia de relaciones económicas internacionales los gobiernos de la Concertación no dejaron muchas tareas pendientes; y en cambio, sí en el ámbito de las relaciones políticas, donde se requiere una asertividad especial que, según su currículo, no parece tener el futuro canciller.

[cita]Los “poderes fácticos” llegaron al gobierno en gloria y majestad. Los mismos que a mediados de la década de los ’90 eran duramente criticados y expuestos públicamente por Andrés Allamand, considerado, aún por ese entonces, el joven rebelde de la derecha.[/cita]

El desafío de Moreno no es menor, dado el especial escenario que deberá enfrentar. No sólo el litigio con Perú o la salida al mar que Bolivia espera obtener; sino también la complicada relación con Venezuela, entre otros problemas que requieren de sintonía fina para no herir susceptibilidades que pudieran llegar a generar ruidos innecesarios en el ámbito internacional.

Alta gerencia

Moreno es sólo el botón de muestra del gabinete. En su mayoría, los nombramientos reflejan a la derecha económica –por sobre la política- y refuerzan la recriminación que la Concertación le ha hecho a Piñera desde su triunfo. Pero las señales que envía el presidente electo son confusas y lejos de conjurar la imagen del jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, con la que se le asimila, no ha hecho más que darle sustento.

Y así, los “poderes fácticos” llegaron al gobierno en gloria y majestad. Los mismos que a mediados de la década de los ’90 eran duramente criticados y expuestos públicamente por Andrés Allamand, considerado, aún por ese entonces, el joven rebelde de la derecha. Aunque Piñera se cuidó de no completar la trilogía, descartando incluir personajes del régimen militar en su gabinete, compensó generosamente esta falta con representantes del mundo empresarial, varios de ellos ligados directa o indirectamente a El Mercurio.

Si bien tanto los máximos dirigentes de la UDI como de RN se mostraron no sólo conformes con el gabinete, sino “contentos”, los temores de Carlos Larraín respecto a que no se cayera en un equipo demasiado técnico, en desmedro de figuras políticas, cobraron especial relevancia. Aunque en un sector de la derecha su advertencia fue asumida sólo como “un berrinche más de Larraín”, lo cierto es que con su ojo clínico, el timonel de Renovación dio en el clavo. Y ésta podría convertirse, a corto o mediano plazo, en la principal debilidad del primer equipo ministerial de Piñera. Aún cuando una fuente gremialista que admite la sobrecarga, mira con optimismo el desempeño de los nuevos ministros y especula que al menos cuatro de ellos sin experiencia política, rápidamente van a hacer el giro, voto de confianza que le entrega particularmente al futuro canciller.

“Por la Patria, Dios y la Universidad…”

Tal vez por su experiencia en el mundo empresarial, la necesidad de imponerle su sello personal, o para demostrar que, a diferencia de sus predecesores de la Concertación, no está sujeto a presiones, el Presidente electo se esmeró en conformar un gabinete de excelencia. Lo cierto es que si hubiera tenido la misión de configurar un directorio para alguna de las numerosas empresas en que ha tenido o aún tiene participación, sería el mejor.

Dieciséis integrantes del equipo provienen de la Universidad Católica, donde él mismo se graduó. La mayoría con estudios de postgrado y son destacados profesionales en sus respectivas áreas. Dos de los cuatro abogados del selecto grupo, Rodrigo Hinzpeter y Felipe Bulnes, son socios fundadores de prestigiosos estudios. Cuatro –Ena von Baer, Cristián Larroulet, Juan Andrés Fontaine y Felipe Kast- son parte del Instituto Libertad y Desarrollo, el más influyente think tank de la derecha. Y la mayoría está ligado de una u otra manera al mundo empresarial, lo que sería muy bueno en un directorio, pero que augura no pocos conflictos de intereses cuando se está hablando de un gabinete.

Podría resultar incluso cómico para algunos ver cómo se entrelazan las redes mercantiles en este primer equipo de gobierno de Sebastián Piñera.  Hasta podría ser percibido como parte del anecdotario típico de un proceso de instalación, pero dado que el Presidente electo proviene justamente del mundo empresarial, no lo es tanto.

Viejos conocidos

Corría el año 2007 y el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TLDC) discutía la posible fusión entre Falabella y D&S -dueña de Líder-. El abogado Felipe Bulnes, recién nombrado ministro de Justicia, formaba parte de la defensa de la multitienda. En su directorio estaba el también recientemente designado ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno.

Casi paralelamente, Bulnes y Moreno se cruzaron con quien fuera nombrado por Piñera ministro de Minería, Laurence Golborne, que por entonces ostentaba el cargo de gerente General Corporativo de Cencosud, holding dueño de Almacenes París. En conjunto se vieron enfrentados a la demanda presentada por el Banco de Chile también ante el TLDC en el caso conocido como la “guerra del plasma”.

La entidad financiera acusó a Falabella y París de coludirse para evitar que un grupo de proveedores de equipos electrónicos participaran en la Feria Tecnológica organizada por el banco para sus clientes, quienes podrían acceder a estos productos en condiciones especiales de financiamiento a través de las tarjetas de crédito de la institución. Según el banco la colusión entre ambas multitiendas hizo fracasar la feria y el fallo definitivo de la Corte Suprema, del 13 de agosto de 2008 (Nº 2339-08), le dio la razón. Bulnes, Moreno y Golborne pudieron observar la satisfacción expresada ante la resolución por Juan Andrés Fontaine, que formaba parte del directorio del Banco de Chile y que fue designado ministro de Economía por el mandatario electo.

El poder femenino

La futura ministra Carolina Schmidt, también llega al gabinete antecedida de un amplio currículum como ejecutiva, apadrinada ni más ni menos que por uno de los grupos empresariales más influyentes del país. De hecho, tal como lo destacó el año pasado un artículo de la revista Poder y Negocios titulado “La Primera Dama de los Luksic”, la ingeniero comercial y consejera de Comunidad Mujer llegó a la gerencia general de Foods a instancias de Guillermo Luksic, quien ya antes le había confiado  la gerencia general de la revista Capital.

Otra de las ministras muy bien relacionadas es la UDI Magdalena Matte, esposa del senador gremialista Hernán Larraín, quien se hará cargo de la cartera de Vivienda. Ella tiene un fuerte vínculo con el grupo Claro como integrante del directorio del Cristalerías Chile, y es al mismo tiempo directora ejecutiva de la papelera Dimar S.A.

La abogada Catalina Parot, que asumirá en Bienes Nacionales, ha hecho carrera como empresaria vitivinícola, mientras que Camila Merino, que asumirá el desafío en Trabajo, ocupó el cargo de vicepresidenta de Recursos Humanos de la minera SQM y hasta la fecha es gerenta general del Metro de Santiago.

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