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Colonia Dignidad: los políticos de derecha y amigos del enclave que Paul Schäfer mandó a fichar Documentos permanecen bajo siete llaves en manos del juez Zepeda

Colonia Dignidad: los políticos de derecha y amigos del enclave que Paul Schäfer mandó a fichar

En 1968 comenzó a hacer el fichaje de “personas que no eran de izquierda”. Las principales declaraciones judiciales al respecto relacionadas con los fichajes de personas ocurrieron inmediatamente después del 14 de junio de 2005, cuando fue incautado el grueso de las cerca de 45 mil fichas junto a un arsenal de guerra, químicos y venenos, escondidos bajo cinco metros de profundidad en tres contenedores metálicos al interior del predio alemán.


Negro para el Ejército, azul para la Marina, rojo para la Fuerza Aérea y verde para Carabineros. Con esos colores los alemanes de Colonia Dignidad ficharon a sus amigos de las Fuerzas Armadas. A sus colaboradores y protectores civiles, que a la vez respaldaron a la dictadura de Augusto Pinochet, no les asignaron colores, pero igual los ficharon.

“Schäfer quería estar siempre informado de las personas que tenían relación con él. Quería saber todo”, afirma el fichero y filósofo Gerd Seewald en el megaproceso por los crímenes de la secta alemana. Fue el autor de las fichas.

“Entre 1970 y 1973 se fichó fundamentalmente mucha gente de derecha”, dice Seewald, quien hoy con 92 años cumple desde 2013 una condena de ocho años por diversos delitos relacionados con los abusos sexuales de menores.

Seewald llegó a Chile desde Alemania el 26 de julio de 1961 con el pequeño Comité Central que armó Paul Schäfer en ese país. El fallecido líder de la secta arrancaba hacia Chile prófugo de la justicia por violar niños en un centro religioso.

En 1968 comenzó a hacer el fichaje de “personas que no eran de izquierda”.

Las principales declaraciones judiciales al respecto relacionadas con los fichajes de personas ocurrieron inmediatamente después del 14 de junio de 2005, cuando fue incautado el grueso de las cerca de 45 mil fichas junto a un arsenal de guerra, químicos y venenos, escondidos bajo cinco metros de profundidad en tres contenedores metálicos al interior del predio alemán.

Según Seewald, él es un filósofo de la Universidad de Hamburgo donde aprendió a “clasificar información” para realizar trabajos de inteligencia.

Después del golpe de Estado, Seewald se concentró en fichar a gente “de izquierda y a los militares”. Armó dos carpetas voluminosas: una para los “detenidos desaparecidos” en la Colonia, y otra para los “detenidos liberados” desde el gigantesco fundo de 17 mil hectáreas, ubicado 40 kilómetros al este de la ciudad sureña de Parral.

Las dos carpetas se encuentran entre las primeras fichas incautadas en 2000. Habrían sido valiosa información para los jueces chilenos, pero el fichero las destruyó. “Esas fichas las quemé”, declaró al juez Jorge Zepeda, por eso las dos carpetas están vacías.

Entrenamiento UDI

El jefe de la DINA Manuel Contreras era amigo de los alemanes, pero igual a él y a su familia los fotografiaron y ficharon. Para Schäfer no valían las amistades: todos fichados y fotografiados, según Seewald.

Contreras era íntimo de Schäfer. Su hijo Manolito también y acudía a dictar cátedras paramilitares para sus anfitriones. Ambos concurrían con frecuencia al predio. Por eso el ex jefe de la DINA sostiene que “los que antes eran los gremialistas y actualmente son la cúpula de la UDI, concurrían a entrenamiento a Colonia Dignidad. No sé si el entrenamiento era con armas”. En el proceso afirmó que de aquellos entrenamientos habló con Schäfer almorzando en el Casino Familiar de Bulnes de la Colonia, donde –según Seewald– todos al entrar “eran fotografiados” por el chileno Ricardo Alvear. Hoy el ex vocero de la Colonia también cumple condena junto a Seewald, Gerhard Mücke, Kurt Schnellenkamp y Günther Schaffrik.

[cita]¿Por qué el juez esconde ese informe?, se preguntan las organizaciones de Derechos Humanos y el mismo INDH; si bien familiares de los desaparecidos y ejecutados de Londres 38, Villa Grimaldi, José Domingo Cañas y Venda Sexy (Irán con Los Plátanos, en Ñuñoa) recibieron en total sólo 407 fichas de sus víctimas que pasaron por aquellos centros clandestinos de la DINA, ¿qué sucede con el resto de esos 46 mil archivos? Lo notablemente extraño es que la directora del INDH, Lorena Fries, dijo recientemente a la Agencia EFE que, de lo recibido del juez Zepeda, “no hay gente connotada públicamente”, refiriéndose a nombres de parlamentarios, dirigentes políticos, jueces, militares, diplomáticos o funcionarios públicos que hayan colaborado en la comisión de crímenes o formado parte de una red de protección de Colonia Dignidad. Tampoco nombres de empresarios que hayan realizado negocios con estos alemanes benefactores, que por casi 40 años hicieron lo que quisieron ante las narices de todos los gobiernos.[/cita]

El ex segundo de la DINA, Pedro Espinoza, también es acreedor del registro Seewald. Espinoza es el misterioso Schlosser que figura múltiples veces mencionado en las famosas fichas. El cerrajero en alemán. El que descerrajaba las estructuras de los entonces ilegales partidos y movimientos de izquierda para entregar informes a Schäfer con los nombres de los militantes peligrosos. Schäfer los entregaba a Seewald.

–Toma, hazles fichas –dice Seewald que le decía cuando le entregaba las listas.

Pero Espinoza manifestó en la investigación judicial que sus visitas a Colonia Dignidad eran “algo social y familiar”, igual como “concurría Jaime Guzmán y la ministra Mónica Madariaga con su secretaria”.

Todos ellos también tienen fichas. Lo mismo que Ricardo Navarro Beltrán, que trabajó junto a Madariaga en el Ministerio de Justicia y que, según Seewald, entregaron a Schäfer “oficios secretos” con los antecedentes del juicio que se trabó en Alemania entre la Colonia y Amnistía Internacional.

Parlamentarios

De acuerdo a fuentes policiales vinculadas al megaproceso Colonia Dignidad, el filósofo igualmente fichó al actual senador UDI, Hernán Larraín, defensor permanente de Colonia Dignidad y quien acudió a solidarizar con los alemanes en los días en que efectuaban una huelga de hambre cuando comenzaron los allanamientos en 1996 para dar con Paul Schäfer. Lo mismo con el diputado UDI, Ignacio Urrutia Bonilla, quien es el socio N° 279 de la Organización Comunitaria de Desarrollo Social Perquilauquén, el organismo de fachada que los alemanes formaron después de que en 1991 se canceló la personalidad jurídica de la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad.

Según las mismas fuentes, los siguientes ex congresistas de derecha también tienen fichas de los alemanes. Fueron sus fervientes defensores en el Parlamento:

Beltrán Urenda, Sergio Onofre Jarpa, Sergio Diez, Ignacio Pérez Walker, Sergio Romero, Francisco Prat, Mario Ríos, Hugo Ortíz de Filippi, Bruno Siebert, Arturo Alessandri, Ricardo Martin, Olga Feliú, Sergio Fernández (ex ministro de Interior de Pinochet), Santiago Sinclair (general R), William Thayer, Carlos Bombal, Andrés Chadwick y Evelyn Matthei.

Fichados por Colonia Dignidad están sus defensores y actuales parlamentarios: Jaime Orpis, Juan Antonio Coloma (padre), Andrés Allamand y Jorge Ulloa.

Todos ellos, salvo Andrés Allamand, operaron en distintos momentos como puntales de apoyo a la secta alemana oponiéndose a la cancelación de su personalidad jurídica en 1991; rechazando en 1994 el cierre del hospital y escuela de Villa Baviera que por años operaron al margen de la institucionalidad chilena; y protestando en 1996 por los allanamientos al predio para capturar a Paul Schäfer.

Los militares

Entre el fichaje, los asesinatos, el espionaje, estafas, evasión de impuestos, violaciones de niños, torturas, compra de favores a las autoridades, experimentos con humanos en el hospital, y el chantaje para controlar a los poderosos y con eso ser más poderosos que ellos, los alemanes de Colonia Dignidad también fabricaron armas.

Tan sofisticados eran sus productos que, según relata en la investigación judicial el ex asesor de prensa de la dictadura Federico Willoughby, en una de las visitas de Pinochet y Manuel Contreras al predio los jerarcas les hicieron una exposición y demostración de sus joyitas. “Les mostraron un fusil SIG fabricado en la Colonia, y después Famae pidió a los alemanes la licencia para fabricarlo ellos también”, dijo Willoughby, que, en palabras de Manuel Contreras, es “un agente de la CIA”. Willoughby también está fichado.

Es el mismo juez Zepeda quien afirma, en una de sus resoluciones por el delito de Asociación Ilícita al procesar a estos alemanes, que ellos fichaban “a autoridades civiles, religiosas y militares activos y en retiro”. Incluso sostiene que el nivel tecnológico de Colonia Dignidad era de tal magnitud que “la tecnología de Colonia Dignidad intervino los sistemas clasificados de comunicaciones de las Fuerzas Armadas chilenas”.

Además de Contreras y Espinoza, al menos tienen fichas los oficiales de Ejército ya retirados Fernando Gómez Segovia y Guy Neckelmann Schulz. Gómez fue el jefe de la Brigada de Inteligencia Regional Sur, BIRS, a la que Colonia Dignidad le instaló una casa-cuartel en Parral. Era el centro de operaciones entre la DINA y el fundo de los germanos. La BIRS ejercía jurisdicción “entre Curicó y Concepción”, de acuerdo al mismo Segovia en el proceso.

En las fichas, Gómez Segovia es nombrado en clave Hausmann por los alemanes. Pero también FGO: Fernando Gómez; GU: Fernando Gómez; AFGO: Antecedentes Fernando Gómez; AGUFC: Antecedentes Gómez Fotocopias; AGUFCL: Antecedentes Fernando Gómez Fotocopias Linares; AGUFCSC: Antecedentes Fernando Gómez Fotocopias San Carlos; AGUFCCH: Antecedentes Fernando Gómez Fotocopias Chillán; AGUFCLA: Antecedentes Fernando Gómez Fotocopias Los Angeles; AGUFCTA: Antecedentes Fernando Gómez Fotocopias Talca; AGUFCUTA: Antecedentes Fernando Gómez Fotocopias Universidad de Talca; y AGUFCCON: Antecedentes Fernando Gómez Fotocopias Concepción.

Guy Neckelmann fue quien sucedió a Gómez en la BIRS después de 1976.  

También tienen fichas los oficiales Dante Iturriaga, Washington Carrasco, Luciano Díaz Medina, Fernando Lauriani Maturana, Armando Fernández Larios, Gerardo Urrich González, Hugo Acevedo Godoy, Miguel Krassnoff Martchenko, Manuel Provis Carrasco, Rodolfo Stange (ex general director de Carabineros), Walter Thieme Bahre, Rolf Wenderoth Pozo, Andrés Magaña Bau (el asesino de los campesinos de Paine), Christoph Willikie Flöl, Guillermo Bentancourt Molina, y el comando y suboficial de inteligencia Carlos Labarca Sanhueza.

Estando en servicio activo, el general Washington Carrasco y los coroneles Dante Iturriaga y Luciano Díaz eran quienes se relacionaban con Colonia Dignidad respecto de las armas.

“Yo tomaba contacto con ellos de la III División del Ejército de Concepción”, de acuerdo a lo que el gerente de la Colonia Kurt Schnellenkamp sostiene en el proceso.

Relata Labarca Sanhueza, en la investigación judicial, que “la Colonia Dignidad tenía tecnología que no tenía el Ejército”. Dice que desde el predio alemán llegaron a instalarles equipos de radio y una potente antena de transmisión “a la Casa de Piedra donde funcionaba la Escuela Nacional de Inteligencia (…). Esos equipos los operaban desde Santiago Armando Fernández Larios y Pedro Espinoza, quienes hablaban en clave con Paul Schäfer (…). Las instalaciones fueron supervisadas por Gerhard Mücke”.

A un grupo que partió desde la Casa de Piedra, el mismo Mücke les hizo en Colonia Dignidad un curso de explosivos y ataques a tanques y puentes “con técnicas que usaron los alemanes en la Segunda Guerra Mundial (…). Desde la Colonia siempre nos mandaban dulces a la Casa de Piedra”.

La Casa de Piedra corresponde a la casona ubicada en el Cajón del Maipo que pertenecía al dueño del diario El Clarín, Darío Sainte Marie, y que tras el golpe le fue usurpada para instalar la primera Escuela de Inteligencia para la DINA y un centro de detención transitorio.

Seewald devela que igualmente fichó al capitán de fragata de la Armada Raúl Monsalve Poblete, en su momento jefe del Servicio de Inteligencia de la Marina Ancla-2. De acuerdo al libro Terrorismo de Estadio de la periodista Pascale Bonnefoy, después del 11 de septiembre de 1973 Monsalve fue el jefe de todos los departamentos de contrainteligencia de las Fuerzas Armadas coordinados en el Centro de Contrainteligencia de las Fuerzas Armadas, CECIFA.

De verde

Las amistades de verde no se escaparon de las huesudas manos del filósofo. Tampoco de las fotografías. Estos son al menos los coroneles de Carabineros actualmente retirados Hugo Cardemil Valenzuela y Pablo Caulier Grant. Ellos, junto al suboficial Luis Alberto Hidalgo, secuestraron y condujeron, en septiembre de 1973, a Colonia Dignidad a 22 prisioneros de Parral. Allí militares del regimiento Chacabuco de Concepción los asesinaron. Después, con una retroexcavadora el alemán Erich Fege cavó cinco fosas y Gerhard Mücke, el Tío Mauk, les dio clandestina sepultura.

A fines de 1978, en la Operación Retiro de Televisores, el mismo Mauk junto a Rudolph Collen, alias Rudi, desenterraron los cuerpos, los quemaron con fósforo químico y lanzaron las cenizas al río Perquilauquén que cruza el predio. La operación la confesó el propio Mücke en una declaración judicial fechada el 15 de julio de 2005.

“Todo por orden de Paul Schäfer”, señaló.

Respecto de estos crímenes, el 19 de julio de 2005 hubo un careo entre Mauk y Schäfer.

–Él tiene que reconocer su responsabilidad en estos hechos –dijo Mücke.

–No capto lo que se me dice, no sé lo que está pasando –respondió Doc, uno de los alias del ex cabo nazi del ojo de vidrio.

El tridente de las platas

A comienzos de 2010 hizo noticia el empresario agrícola y actual director de la Sociedad Nacional de Agricultura, José Miguel Stegmeier Schmidlin. Había sido nombrado gobernador de la provincia del Bío Bío, pero El Mostrador publicó un artículo que rememoró sus estrechas amistades con Colonia Dignidad y hasta ahí no más llegó su designación. De acuerdo a los antecedentes del megaproceso Colonia Dignidad, Stegmeier junto al empresario agrícola Edgardo Neumann Muñoz y al abogado Enrique Veloso Schlie, conformaron la troika que hizo posible la fuga de Schäfer a Argentina. Los tres fueron fichados, según fuentes de la investigación judicial, por muy amigos que fuesen.

Además, estos tres son los hombres de las millonarias platas ocultas y sociedades fantasma de los alemanes del río Perquilauquén.

Fue el mismo doctor Hartmut Hopp quien los destapó en una de sus declaraciones judiciales. “Stegmeier, Veloso y Neumann son quienes manejan los fondos de la Colonia”. Para ello se formaron tres sociedades: el 19 de mayo de 1998 crearon la Sociedad Agrícola e Industrial Tierra Negra Limitada; el 28 de mayo de 1999 constituyeron la Sociedad Agrícola Ganadera y Forestal Tierra del Sur Limitada; y vinculada a Sur Ltda. está Hemlocks Farms, de origen canadiense, que es representada por los hermanos José Miguel y Guillermo Alberto Stegmeier.

“Todos estos movimientos se hicieron a través de la sucursal de Nueva York del Chemical Bank”, confidenció Hopp.

A través de estas sociedades fantasma, pues se crean y pronto desaparecen, estos personajes salvaron la fortuna del Tío Permanente. “Antes de que Schäfer se fuera de la Villa a Argentina nos dijo que los fondos que la Colonia había logrado ganar eran correspondientes a diez millones de dólares por persona”, declaró judicialmente el fugado a Alemania, Hartmut Hopp. Los que habitaban dentro del predio a 1995 eran cerca de 300 alemanes.

Las tres sociedades referidas tienen su creación en los años en que en Argentina compran la hacienda La Solita en la localidad de Chivilcoy, para el refugio de Schäfer tras su fuga desde Chile. Finalmente fue capturado el 10 de marzo de 2005 y expulsado a Chile para ser juzgado.

Enfermedades diabólicas

Marcelo Varas es un siquiatra que, según Hopp, fue director del Hospital Clínico de la Universidad de Chile José Joaquín Aguirre después del golpe cívico-militar de 1973. Amigo de los alemanes.

En los años 70 fue profesor de la supuesta doctora Gissella Seewald, mujer del fichero, y la supuesta enfermera Ingrid Seelbach, en un cursillo de psiquiatría en Concepción. Ambas mujeres manejaban entonces el hospital de Colonia Dignidad a punta de electroshocks y fármacos clandestinos contra los colonos desobedientes. Los fármacos eran obtenidos bajo cuerda en los Servicios de Salud públicos de la zona que prestaron innumerables favores a los alemanes. Según Hartmut Hopp, todo esto ocurrió antes de que él se hiciera cargo del hospital después de obtener su título de médico en Chile a fines de los años 70.

Es Hopp quien sostiene en el megaproceso que este psiquiatra, que hablaba alemán, hacía “diagnósticos de esquizofrenia” a algunos colonos, quienes eran tratados en el hospital con fuertes fármacos y golpes de electricidad.

“Fue el caso de Hans Peter y Gerd Schaffrik (…). El problema de Gerd era que quería casarse y devino en una fuerte psicosis”. Y en la Colonia los casamientos estaban prohibidos. Agrega Hopp que Varas trató por “esquizofrenia a Helmut Schaffrik”, padre de Hans Peter y Gerd.

“Schäfer decía que esas eran enfermedades diabólicas (…). Me enteré que en el hospital se aplicaban electroshocks cuando yo estaba estudiando en Santiago”, dijo Hopp al juez Zepeda en el marco de la investigación por las armas y fichas incautadas en 2005.

Gerd Seewald no se olvidó del amigo Marcelo Varas. Schäfer los quería a todos fichados, repitió varias veces Seewald en sus declaraciones judiciales.

Francisco Lischlowski era un empresario de origen checoslovaco que trabajaba en la compañía Tec-Harseim, fabricante de explosivos y municiones en sus distintas versiones. Su fundador fue el alemán Bernardo Harseim, que se afincó en Chile en el siglo XX para hacer negocios.

Kurt Schnellenkamp era el encargado de los fierros y matracas en la Colonia. Karl Johann van den Berg Schuurmann el encargado de fabricar algunas de estas armas en el fundo: “Al menos fabriqué 40 a 50 ametralladoras con mi ayudante Eugen Bockler Schmidt”, le dijo al juez Zepeda. Schnellenkamp era algo así como el gerente de las armas, explosivos, municiones, químicos y venenos encontrados en el cuantioso arsenal en 2005. Él debía viajar por el país y al extranjero para proveer de pertrechos y, sobre todo, de diseños de armas para la construcción en casa.

 En esos pasos conoció a Lischlowski: “Él era experto en el manejo de químicos y explosivos y nos cooperaba en esto en la Villa. Trabajaba en Tec-Harseim”, expresa Kurt en una de sus declaraciones judiciales. El buen Lischlowski (Q.E.P.D.), trabó por ello amistad con los alemanes. Seewald le hizo su correspondiente ficha.

–Don Pancho ya murió, era un gran hombre –responden en Tec-Harseim cuando preguntamos por él.

Kurt Schnellenkamp recuerda que las comunicaciones con Gerhard Mertins desde la Colonia eran frecuentes y nítidas a través de la línea. A pesar de las distancias continentales. Después del golpe, junto a Helmut Seelbach, Kurt viajó a México a instalar una potente antena de radiotransmisión para Mertins. Por ello la calidad de las comunicaciones con el traficante internacional de armas eran excelentes.

Mertins fue uno de los principales puntales de los alemanes en el terreno de las armas. O vendía barato, o regalaba, o proveía de prospectos originales para que ellos las fabricaran en la bien dotada maestranza que dirigía Van den Berg. “Mertins tiene ficha”, sostiene una fuente policial consultada.

De pasada, Kurt entregó al juez Zepeda otros datos, como que por aquel tiempo en que estuvieron viajando se tramitó desde Alemania el envío de algunas armas a Chile, escondidas dentro de unos tubos de oxígeno que venían destinados para salvar vidas en el hospital de la Colonia.

Y que con un empresario llamado Julio Blesch, que tenía una cantera al lado del río Maule, consiguió munición “para las ametralladoras Rheinmetall, además de fulminantes y detonadores”. Por radio, dice, sobre municiones y granadas hablaban en clave: al aire eran huevos y papas. “Y la machacadora era el equipo desclasificador de mensajes”.

Para la seguridad personal de los jerarcas, especialmente cuando salían al mundo desde las alambradas electrificadas, “todos portábamos lápices que disparaban balas calibre 22”, confidenció Kurt al magistrado.

Un decano

El médico Juan Giaconi Gandolfo fue ministro de Salud de Pinochet. Según Hartmut Hopp fue él quien, “siendo director de Salud del Maule, firmó el convenio para usar el hospital (…). Hoy es el actual Decano de Medicina de la Universidad Mayor”. Hopp dice que con ello les autorizó el funcionamiento del hospital de la Colonia cuando operaba ilegalmente.

Pero a pesar de este convenio, el hospital continuó siendo ilegal pues el único que logró obtener un título médico fue Hopp. Todo el resto de los alemanes que hicieron y deshicieron en ese oscuro recinto, como fue catalogado por una Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados a fines de los años 90, operó ilegalmente sin título ni calificación.

Lo que ni Hopp ni Seewald dicen es si a Giaconi le hicieron su respectiva ficha. Tampoco El Mostrador pudo acreditarlo con sus fuentes vinculadas a la investigación judicial.

Los informantes

Los alemanes de Dignidad tenían una lista de informantes, la mayoría personajes desconocidos que habitan en las ciudades y localidades cercanas al fundo. Schäfer ordenó al filósofo que a todos ellos los fichara. La siguiente es una breve relación parcial de sus nombres mencionados por los mismos alemanes en el megaproceso Colonia Dignidad.

Gerd Seewald afirma que “el inicio del contacto de la Villa con la DINA fue cuando en 1973 Manuel Contreras llegó a la Villa con el informante Muñoz Alarcón (Juan)”. Se trata del llamado encapuchado del Estadio Nacional –conducido a ese recinto de detención para denunciar a personas–, dirigente socialista que desde antes del golpe renunció al partido y luego se transformó en colaborador de la DINA. En 1977 fue asesinado por esta misma organización. “A él le pusimos Molli”, dice el fichero, apodo que figura repetidas veces en las fichas.

Luego el mismo Seewald y el pastor evangélico de San Carlos, Adrián Bravo, mencionan a:

Guillermina Hernández, vecina de Parral, organizadora del Grupo de Amigos de Colonia Dignidad; Guillermo Soto, vecino de Trancura, San Fabián; Miguel Becerra Hidalgo, carabinero envenenado en Colonia Dignidad; Guillermo Castillo, vecino de Trancura; Eduardo Fuentes y Eugenia Ascencio “lideraban reuniones con Paul Schäfer”, sostiene Bravo; Maximiliano Rudolph Schlögel, quien se hizo pasar por Schäfer en una acción distractiva; Oscar Muñoz Hildebrandt, de San Carlos; Daniel Galleguillos, periodista; Oriana Ibáñez, vicepresidenta de la Asociación de Amigos de Colonia Dignidad, mencionada en el proceso por el chileno robado a sus padres Francisco Morales Norambuena, hoy llamado Franz Baar, hijo del matrimonio Hugo y Waltraud Baar.

Un balazo

El autor de las fichas sostiene ser inmensamente religioso. Su tesis de doctorado en filosofía la hizo, según Seewald, sobre La queja de María bajo la cruz. Quizás por eso confesó que al detenido Ruperto Torres Aravena lo mató de un balazo el sargento de Carabineros Diógenes Toledo Pérez “y lo enterró en las caballerizas” del retén de Catillo. Esta es una localidad a escasos kilómetros de Colonia Dignidad que los alemanes controlaron como verdaderos jerarcas, incluso para la extensión de certificados de nacimiento fraudulentos en el Registro Civil local que posibilitaron las adopciones ilegales de al menos 14 niños chilenos, de acuerdo a lo declarado ante el Parlamento alemán el 9 de febrero de 1989 por Waltraud Baar.

El sargento Toledo era el jefe del cuartel. Lo que no se sabe es si esa información Seewald la incluyó en la ficha de la víctima Ruperto Torres.

Lo que sí se sabe es que a fines de 2010 trabajadores que ampliaban el retén de Catillo encontraron ropas, una manta y un cuerpo, pero fueron obligados a cerrar la boca y deshacerse de las pruebas del delito. La noticia del hallazgo se propagó como reguero de pólvora en Catillo. Los peritos del Servicio Médico Legal y de la PDI excavaron pero no encontraron nada. El caso se cerró meses después.

El informe Jipol

¿Qué se dice en las fichas de todos los aquí mencionados? Todavía es un enigma. Debido a la presión y reiterados reclamos en su contra por los nueve años que mantuvo las fichas literalmente secuestradas, el juez del caso Dignidad, Jorge Zepeda, entregó en abril pasado 46 mil archivos con fichas al Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH).

Pero el juez se negó a entregar al INDH el informe de análisis de las fichas que la Jefatura de Inteligencia Policial de la PDI, Jipol, realizó a petición suya durante seis meses en 2005. Por ello el juez tiene hoy al INDH pidiendo recursos para hacer un trabajo de análisis que ya está hecho y que él tiene oculto desde hace nueve años en su despacho. Zepeda desagregó ese informe de todos los expedientes de los distintos episodios Colonia Dignidad, y niega su entrega reiteradamente a todas las partes y sus abogados, que se lo han solicitado para revisarlo.

¿Por qué el juez esconde ese informe?, se preguntan las organizaciones de Derechos Humanos y el mismo INDH; si bien familiares de los desaparecidos y ejecutados de Londres 38, Villa Grimaldi, José Domingo Cañas y Venda Sexy (Irán con Los Plátanos, en Ñuñoa) recibieron en total sólo 407 fichas de sus víctimas que pasaron por aquellos centros clandestinos de la DINA, ¿qué sucede con el resto de esos 46 mil archivos?

Lo notablemente extraño es que la directora del INDH, Lorena Fries, dijo recientemente a la Agencia EFE que, de lo recibido del juez Zepeda, “no hay gente connotada públicamente”, refiriéndose a nombres de parlamentarios, dirigentes políticos, jueces, militares, diplomáticos o funcionarios públicos que hayan colaborado en la comisión de crímenes o formado parte de una red de protección de Colonia Dignidad. Tampoco nombres de empresarios que hayan realizado negocios con estos alemanes benefactores, que por casi 40 años hicieron lo que quisieron ante las narices de todos los gobiernos.

“A pesar de que este es un antecedente que ha dado vueltas desde hace tiempo en la comunidad de Derechos Humanos”, agregó a EFE la directora, refiriéndose a las identidades de personajes públicos en estos documentos.

Entonces, cabe preguntarse, si las víctimas de la dictadura son cerca de 4 mil, y en este artículo El Mostrador ha logrado dar cuenta de un par de decenas de quienes no forman parte de esa lista de víctimas, ¿a quiénes pertenece el resto de las cerca de 40 mil fichas si no a los que apoyaron a esta organización criminal desde el Parlamento, los tribunales, las grandes empresas, los Servicios del Estado, las policías, las Fuerzas Armadas, los partidos políticos, y quienes hicieron negocios con Colonia Dignidad en el campo de la construcción, la comercialización de sus productos en supermercados, el tráfico de armas, municiones, explosivos y químicos, fármacos de alta peligrosidad, adopciones ilegales de niños chilenos robados a sus padres, y en lavado del dinero mal habido por esta asociación ilícita criminal?

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