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Ortúzar despedaza a la derecha neoliberal desde adentro: “El muro de las ideas de Chicago se ha derrumbado” Intelectual y miembro del consejo político de Chile Vamos

Ortúzar despedaza a la derecha neoliberal desde adentro: “El muro de las ideas de Chicago se ha derrumbado”

«Se convencieron, entonces, que la legitimidad política provendría, en el futuro, exclusivamente de la administración y que, por lo tanto, todo debate político debía ceder lugar a las políticas públicas. Las ‘ideas del sector’ pasaron a ser lugares comunes a los que se echaba mano, muchas veces de manera mañosa, para justificar el ‘avance del progreso’ que, a su vez, se confundía en no pocas ocasiones con limpiar el camino al capital y a sus lógicas fluctuantes entre el chorreo y el choreo», explicó.


«Si lo mejor de nuestra gente se aleja del servicio público y solo se dedica a ganar plata… nuestras ideas, nuestros principios y nuestros valores se van a perder, y no se quejen después del Chile que van a vivir sus hijos, quizás con los bolsillos llenos pero con las almas vacías”.

Con este párrafo de Jaime Guzmán el antropólogo Pablo Ortúzar intenta explicar lo que, a su juicio, es la desaparición de la derecha política como lo conocemos hoy. Los escándalos de financiamiento irregular que han golpeado al sector y particularmente los casos de Jaime Orpis y Pablo Longueira, son muestras de la tesis que sostiene Ortúzar respecto de que el bloque «tal como lo conocemos hoy» está en una etapa terminal.

En una columna publicada en La Tercera afirma que los políticos de derecha, una vez derrumbada la Unión Soviética, cometieron el error de proclamar la victoria «para siempre» del capitalismo y dejaron atrás el cultivo de ideas políticas más sofisticadas que inspiraran su accionar.

«Se convencieron, entonces, que la legitimidad política provendría, en el futuro, exclusivamente de la administración y que, por lo tanto, todo debate político debía ceder lugar a las políticas públicas. Las ‘ideas del sector’ pasaron a ser lugares comunes a los que se echaba mano, muchas veces de manera mañosa, para justificar el ‘avance del progreso’ que, a su vez, se confundía en no pocas ocasiones con limpiar el camino al capital y a sus lógicas fluctuantes entre el chorreo y el choreo», explica.

En esta era de distracción que duró más de 20 años, Ortúzar asegura que paralelamente la izquierda «de manera más o menos espontánea, se hizo fuerte en el plano de la cultura, la academia y la educación. Montaron un aparato artístico-cultural imponente sostenido en la legitimidad sacrificial de las víctimas de la dictadura; construyeron un ejército de intelectuales con estudios en el extranjero y repletaron los más prestigiosos puestos universitarios; y consolidaron una industria editorial poderosa en su propio favor. Y ni hablar de su influencia sin contrapeso en el mundo de la educación escolar. El efecto combinado de estas fuerzas se llama hegemonía: una atmósfera intelectual en la cual el sentido común se encuentra colonizado por un cierto canon de pensamiento», escribe.

El autor concluye con una dura comparación: «El muro (de ideas) de Chicago se ha derrumbado. Sus operadores políticos, corrompidos por convicciones materialistas, vagan hoy tan perdidos como lo hicieron los burócratas soviéticos en su momento».

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