Durante el verano aumenta el número de intoxicaciones alimentarias, debido en gran parte a las altas temperaturas y a la dificultad de preservar el buen estado de los alimentos. Conoce cómo identificar los síntomas y prevenir el desarrollo de una alteración.
“La intoxicación alimentaria es una enfermedad que ocurre cuando una persona come algún alimento o ingiere líquidos que están contaminados, principalmente por bacterias, virus y en menor medida, parásitos o que contienen toxinas que producen estos microorganismos”, explica Samuel Sabah, gastroenterólogo de Clínica Las Condes.
Estas intoxicaciones pueden ser causadas por una inadecuada o no higiénica manipulación de alimentos, el consumo de aquellos que estén crudos o mal cocinados, junto con productos en donde se ha visto afectada la cadena de frío. Todos estos factores, sumados a las altas temperaturas de la época estival generan el ambiente propicio para que los virus, bacterias y parásitos puedan multiplicarse y causen estas patologías.
Los microrganismos que generan con mayor frecuencia estos cuadros de intoxicación son las bacterias Estafilococo, E. Coli, Campylobacter y Salmonella. En caso de los virus; los Rotavirus, Norovirus, y Adenovirus. Y finalmente los parásitos como la Cyclospora.C y la Giardia Lamblia.
El especialista indica que los síntomas de una intoxicación generalmente surgen entre minutos u horas luego de ingerir el alimento contaminado, donde se pueden presentar:
Además, los casos de intoxicaciones más severas pueden incluir signos de deshidratación, como debilidad, mucosas secas, sed excesiva, poca diuresis (orina), mareos y hormigueos en brazos. También se pueden presentar desmayos y deposiciones con sangre. Si estas señales de alerta no ceden con las medidas habituales, se recomienda consultar al servicio de urgencias más cercano.
Las medidas de prevención son sencillas y se deben considerar tanto en los momentos de manipulación como en el consumo de alimentos:
Para Sebastián Elgueta, académico investigador de la Facultad de Medicina Veterinaria y Agronomía Universidad de Las Américas, «la temperatura, en ciertos niveles, provoca cambios significativos en nuestros alimentos a nivel de propiedades organolépticas, nutricionales y de inocuidad».
«Cuando un alimento está expuesto al calor, se genera un ambiente propicio para que microgrorganismos como bacterias, levaduras y moho puedan proliferar», sostiene.
El especialista explica que cuando las condiciones de temperatura, humedad y nutrientes son óptimas, estas pueden crecer de manera muy rápida, generando un riesgo para la salud de las personas. Algunas bacterias como Escherichia coli, Salmonella, o Campylobacter, crecen en rangos de temperatura entre los 4 y 60ºC, lo que se denomina como «zona de peligro».
«Cocinar y almacenar alimentos en condiciones óptimas, es fundamental para disminuir la multiplicación de estas», agrega.
En este sentido, la carne de vacuno, cerdo, cordero y el pescado se debe cocinar a 63ºC y la de pavo, pollo y pato a 74ºC. Para cocinar una carne a término medio y bien cocida, la temperatura debería estar entre 71 y 77ºC, respectivamente.
Asimismo, durante la temporada estival existe un límite de 4 horas para que alimentos tales como leche, carne, huevos, papas cocidas, arroz graneado, porotos, hortalizas cocidas y tofu, entre otros, estén en la “zona de peligro”, posterior a ello comienza el riesgo de contaminación y el alimento debe ser descartado.