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BBC News Mundo

Construyendo robots sexys a partir de desechos

Conozca a los artistas que transforman los objetos de la vida cotidiana y los convierten en arte con un sello tecnológico.


Giles Walker es un artista de deshechos que utiliza los materiales que se encuentra, y su habilidad, para analizar a la sociedad que se deshizo de ellos.

Dos de sus creaciones más exitosas son unas robots sexys y bailarinas que asemejan a una persona real a pesar de haber sido construidas a partir de maniquíes, motores, patas de mesas viejas, luces y ruedas. Juntas sus dos bailarinas integran una pieza de arte llamada «Peep Show».

«Es una protesta silenciosa contra las cámaras de seguridad y la obsesión británica con la vigilancia», asegura Walker. «Leí en un periódico que había un tipo en la policía que revisaba lo que filmaban las cámaras y se descubrió que las usaba para seguir a mujeres y eso me dio la idea de vincularlas con voyerismo y peep shows».

Durante años dichas bailarinas han sido el pan de cada día del artista que las ha rentado para fiestas, bodas y eventos corporativos. Han estado en varias partes del mundo e incluso han compartido el escenario con la cantante británica Lilly Allen.

Las bailarinas robóticas y otras piezas de Walker también demuestran como los objetos que se utilizan cotidianamente pueden transformarse en algo con mucho más significado.

«Un trabajo asqueroso»

La misma idea se aplica al trabajo de la estudiante de diseño Katrin Baumgarten quien ha estado experimentando con interruptores de luz.

«Son objetos con los que la gente interactúa todos los días», dice al explicar por qué trabaja con luces, «así que saben qué esperar de ellos cuando los ven».

En lugar de tratar de mejorar el diseño del interruptor, los utiliza como una manera de investigar la relación entre los humanos y estos objetos. Y lo hace convirtiendo a los interruptores en objetos asquerosos.

«La repulsión es algo que se suele descartar como emoción en el diseño que acostumbra concentrarse en las emociones buenas», asegura. Sin embargo, añade, lo repulsivo puede ser ampliamente fascinante y esa era la tensión que quería explorar con los interruptores.

Uno de ellos tiene pelos que se erizan cuando un dedo se aproxima. Otro emite mugre, uno más está hecho de uñas y otro de chicle masticado. El más lúdico se rehúsa a ser encendido y se esconde cuando un dedo se acerca.

Los interruptores son monitoreados por un circuito Arduino que registra cuándo son oprimidos y por cuánto tiempo.

«No sé si a la gente no le gusta, o si piensa que es asqueroso o una aproximación incorrecta, pero al menos lo discuten», afirma.

Artesanía interactiva

Walker y Baumgarten no son los únicos artistas que transforman los objetos cotidianos en algo más.

En una exhibición en la Galería Watermans el hacker -entendido como aquél que transforma algo por gusto- Andrew Back transforma la pieza de música electrónica de 1980, «Dr No» de John Foxx, en una secuencia de números.

Ahí se motiva a los visitantes a escribir los números en una libreta para transformar su trabajo de una forma a otra.

En la misma galería Matthew Applegate, conocido como Pixelh8, despliega algunos juguetes de niños que ha transformado para convertirlos en cajas de ritmo e instrumentos interactivos.

Para estos artistas los objetos que nos rodean todos los días no se ven más como lo que son, sino como aquello en lo que se transforman. Son apreciados por sus posibilidades no por su estado actual. Si uno repite esos mismos pasos y emplea ese mismo punto de vista es posible que también pueda descubrir que los objetos pueden ser otra cosa.

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